Cine

Cautivos del mal

28 marzo, 1999 01:00

Director: Vincente Minnelli Con Kirk Douglas, Lana Turner y Gloria Graham

Tras un entierro multitudinario, el hijo del fallecido paga once arrugados dólares a cada uno de los asistentes. Kirk Douglas cuenta una y otra vez los billetes mientras recuerda a su padre, un poderoso productor que, acostumbrado a vivir rodeado de gente, no podía, cree, morir solo. Y si nadie piensa dar de manera voluntaria su último adiós al magnate, lo harán de buen grado un puñado de aburridos figurinistas. Once dólares es el precio. No es mucho. Soberbio el arranque de "Cautivos del mal" (1952), la mejor película, al menos para quien firma esta reseña, de su director, Vincente Minnelli, una agridulce obra maestra sobre el cine y sus protagonistas. Algunos son como Douglas (perfecto en un difícil papel por cuanto es el más vacío empero carismático del reparto), hombres sin pasado ni presente, hombres sin amor, sin promesas, pero con una ambición que produce escalofríos: triunfar al precio que sea. El poder es la meta, aunque tenga que robar el guión a un brillante pero ingenuo director, aunque deba engañar a una medio alcoholizada actriz (Lana Turner) con media docena de fríos "te quiero" para extraer el genio que lleva dentro, aunque haya que saltarse a la torera el dolor de un escritor que acaba de perder a su mujer y obligarle a escribir su próxima historia. Porque siempre habrá una buena historia que contar y producir, porque la máquina no debe parar ni siquiera ante la pena más enorme. Una grandiosa película que, más de cuarenta años después, refleja lo que, para muchos, es todavía hoy la industria: un rentable negocio realizado con más o menos corazón.