Image: Demonio de niña

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Cine

Demonio de niña

Se estrena en EE.UU una versión restaurada de “El exorcista”

13 septiembre, 2000 02:00

"La versión que usted nunca ha visto". Así reza el lema promocional de la nueva versión que la Warner Brothers, con permiso del diretor William Friedkin, estena estos días en Estados Unidos de El exorcista. La película de terror más diabólica de la historia del cine llegará completamente restaurada, con un sonido digital y atmosférico totalmente nuevo y con más minutos de metraje, que incluye la secuencia de culto "Spiderwalk" (el paseo de la araña), rechazada en 1973 porque el director la consideraba "demasiado impactante". El escritor Jorge Berlanga recuerda para EL CULTURAL el fenómeno social que supuso su estreno hace veintisiete años, al tiempo que elucubra sobre las posibles consecuencias que puede provocar una nueva versión de una película sobre la que no han pasado los años.

¿Cómo era el mundo hace 27 años? El reciclaje de las modas nos lo hace recordar, con los pantalones campana, las melenas cardadas, las camisas horteras y todas esas cosas. Pero hay algo más, el año 73 no sólo fue infernal por sí mismo y toda su parafernalia, sino que además fue el año en el que el diablo se hizo estrella de cine.
Ya había hecho sus pinitos con Polanski y el bebé de Rosemary, para luego encarnarse en James Manson y hacer una escabechina en pleno Hollywood, rajando en canal a la bella Sharon Tate y, de paso, demonizar para el resto de sus días a don Roman y a la mismísima Mia Farrow (que se lo pregunten a Woody Allen). Pero su éxito más espectacular, el que conmocionó a toda una generación, atónita y salpicada por las babas hediondas del Maligno, fue la que hasta ahora, más allá de imitaciones, ha sido la más impresionante visión de Lucifer habitando entre nosotros, de visita en casa: El exorcista.

Nos llega ahora una nueva versión ampliada, con escenas inéditas, y no sabemos cual será la próxima reacción del público, acostumbrado ya a todo tipo de sortilegios y hechizos demoniacos invocados por las nuevas tecnologías, pero en la Historia del cine de terror se puede hablar de un antes y un después de El exorcista, cuyo impacto desde su estreno resulta difícil de explicar a generaciones posteriores.

Carteles avisando el peligro, advertencias de los exhibidores de que no se hacían responsables de los efectos que podía producir la película en el espectador. Desmayos, ataques de histeria, pesadillas recurrentes durante semanas, y un éxito absoluto de taquilla, con el público enganchado, capaz de ir a verla, disfrutarla y sufrirla una y otra vez.

Una obra singular que revolucionó el género y que supo combinar todos los ingredientes de lo desconocido para alcanzar la categoría de mito.

Cerrando el 2000, con el averno en plena calle, tal vez no nos llegue a trastornar tanto, y la veamos con una nostalgia del susto, con la sonrisa cordial que nos produce nuestra anticuada memoria. Después de todo ¿cuántas madres de hoy en día no tienen a una Regan algo satanizada en casa, con sus piercings y tatuajes, que se orina en el salón, vomita sin parar restos de calimocho, suelta maldiciones y juramentos y se sube por las paredes empastillada? En un mundo donde proliferan poseidos y poseidas, hasta el mismo Papa tiene que saludar a las muchedumbres que le enseñan las tetas.

Pero El exorcista, más allá de todo, sigue siendo un clásico en toda su excelencia. Su director, William Friedkin, tal vez hizo un pacto diabólico para alcanzar la cumbre de su carrera, pues su talento no ha vuelto a ser igualmente recompensado por el público, tras la genial French Connection, a pesar de haber realizado obras notables como Cruising o Vivir y morir en Los Angeles. En El exorcista supo combinar el suspense agobiante, el perfecto uso del lenguaje cinematográfico en el montaje, y un inteligente aprovechamiento de los efectos especiales. Apoyándose en un impecable guión, grosero y sutil, capaz de producirnos angustia, espanto y todo tipo de desazones.

La inocente y algo porcina Linda Blair conseguía transmitir a la perfección la imagen de la dulce mocita capaz de transformarse en un bicharraco de cuidado. Como otros actores célebres del cine de terror, no pudo sobreponerse a su personaje y acabó majareta, hundida en un in infierno de sexo, alcohol y drogas. Ellen Burstyn prosiguió su carrera de actriz de prestigio, pero dando la impresión de haberse quedado algo tocada para los restos. Max Von Sydow, acostumbrado a hacer equilibrios entre abismos infernales junto a Ingmar Bergman, continuó con sus interpretaciones espectrales, Lee J. Cobb se quedó en un oremus y Jason Miller, el esforzado padre Karras, enfrentado a sus propios demonios, no consiguió exorcizar el papel que le dejó marcado.

No hablamos de una película maldita, hablamos de un fenómeno que convulsionó una época y que permanece en nuestra conciencia, avisando con su regreso, para hacernos saber que el mal se puede introducir dentro de nosotros lo mismo que el virus de la gripe. Prepárense a gritar. El diablo vuelve...