Image: Manuel Gómez Pereira: “La ambición y el arte van unidos”

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Cine

Manuel Gómez Pereira: “La ambición y el arte van unidos”

Estrena Desafinado, una comedia sobre la ópera

14 noviembre, 2001 01:00

Con mucha sofisticación, altas dosis de ironía y un reparto internacional, Manuel Gómez Pereira vuelve a la comedia con Desafinado, que se estrena este viernes. Rodada en inglés, con un presupuesto de envergadura y protagonizada por Danny Aiello, Joe Mantegna y George Hamilton, el filme toma como eje la relación entre tres tenores y sus respectivas familias. Un mundo que discurre sobre las traiciones, los celos, el arte y la codicia. El Cultural ha hablado con el director madrileño, quien confiesa haber rodado la comedia clásica que siempre deseó hacer.

La fiebre del oro se ha adueñado definitivamente del cine español. Los éxitos internacionales de Amenábar, Trueba y compañía han logrado configurar una nuevo mapa cinematográfico en el que el cielo es el límite: presupuestos multimillonarios, estrellas internacionales, rodajes en inglés y argumentos universales. Nadie quiere quedarse rezagado en esta nueva carrera en busca del ansiado equilibrio entre cine norteamericano y cine europeo, donde, al parecer, se halla la fórmula del éxito.

Desafinado (Off Key), de Manuel Gómez Pereira, es una comedia sofisticada sobre el mundo de la ópera y de las relaciones familiares que viene a sumarse a la lista. Rodada en París y España con un presupuesto de 1.800 millones de pesetas al amparo de Lolafilms, y protagonizada por Danny Aiello, George Hamilton y Joe Mantegna -tres tenores inspirados muy libremente en Pavarotti, Domingo y Carreras-, el séptimo largometraje del autor de El amor perjudica seriamente la salud tiene rostro cosmopolita.

"Se ha comprobado que el cine europeo puede tener más participación en el resto del mundo si se rueda en inglés -explica el cineasta madrileño-, aunque creo que es un arma de doble filo y es una fórmula que a veces falla, porque los norteamericanos son muy suyos a la hora de colocar películas extranjeras que se hacen pasar por estadounidenses".

Comedia clásica

-En el caso de Desafinado esta fórmula está justificada, no sólo por lo que cuenta (que, en términos generales, recuerda mucho a Historias de Filadelfia), sino también por su forma de hacer comedia, basada más en la tradición clásica norteamericana que en la española.
-Es cierto que en mi cine siempre ha existido un afán por rehacer desde una mirada contemporánea los viejos géneros clásicos: los srewball, la sophisticated comedy... Por otro lado, visualmente esta película no tiene nada que ver con lo que he hecho anteriormente. Es una comedia mucho más sofisticada que, por ejemplo, Boca a boca. Con Desafinado he querido hacer algo más cercano a la comedia clásica norteamericana de los cincuenta, pero no por lo que tiene de antiguo, sino por su acercamiento al clasicismo. En realidad es un intento de sumar la estructura argumental de la alta comedia y el slapstick con planteamientos puramente operísticos, sobre todo en el sentido visual, el barroquismo de la puesta en escena, la luz y, evidentemente y tratándose de un filme sobre las relaciones entre tres tenores, la música.

-En cualquier caso, aunque tiene elementos propios del musical, no es un musical en el sentido clásico...
-No, no, de ningún modo. No considero Desafinado mi paso por el género musical. Le tengo mucho respeto a este género. Después de ver lo que hizo Lars Von Trier resulta difícil diseñar un proyecto que realmente aporte algo al género. Lo que Desafinado tiene de musical es exclusivamente el tratamiento operístico de todo el filme. No sólo en la forma y las piezas musicales que se cantan, también en los personajes. Todos ellos tienen nombres extraídos de óperas populares como Carmen, Turandot o La Traviata, y además viven la ópera fuera de su trabajo, les gusta identificar sus emociones con cierto carácter operístico, de una forma muy afectada, impostada, de cara a la galería. En general, toda la película es algo excesiva. No tiene ese punto naturalista que tienen mis otras comedias. Es algo completamente deliberado, porque yo sentía esta historia así. Hay ciertos elementos que quieres que estén presentes en tus películas pero que no siempre encajan con la historia. Con el mundo de la ópera... hay algo en la vida real de los tenores que sí resulta excesivo, tienen una vida social y una apariencia muy determinada, y por lo tanto eran roles que encajaban perfectamente con el concepto y la fórmula excéntrica que quería darle a la película. Creo que, formalmente, he hecho la comedia que siempre he deseado.

Inspirado en Coppola

-El mundo de la ópera le sirve como plataforma para hablar de las relaciones familiares. ¿Qué idea le interesaba más?
-Empecé a trabajar bajo la idea de cómo pueden ser realmente tres tenores que trabajan juntos, y que son amigos y enemigos al tiempo, sus ambiciones y luchas. A partir de ahí, junto con mis guionistas de siempre (Joaquín Oristrell, Yolanda García Serrano y Juan Luis Iborra), nos documentamos para tener un punto de vista agarrado a la realidad. Aunque es evidente la relación de estos personajes con Pavarotti, Carreras y Domingo, en ningún caso la película es un biopic de ellos. Lo que me interesó es el tipo de vida que llevan, muy glamourosa y sin residencia fija, siempre viajando, sin una dependencia familiar. En este sentido, creo que me inspiró el capítulo de Coppola de Historias de Nueva York, donde el padre es un músico que prácticamente no tiene ningún sentido de lo que es la familia. Quise poner sobre el tapete el carácter de este tipo de personas, que son muy frecuentes en el mundo del arte, seres capaces de traicionar a su propia familia para conseguir lo que quieren en el terreno artístico y profesional. Los planteamientos musicales, el negocio, se combina con los conflictos de las relaciones familiares, con la amistad, el poder, el egocentrismo. Todo está presente en la historia, y en los tenores encontré el motivo para desarrollarla en clave de comedia.

Sobre las apariencias

-No es la primera vez que escribe sobre personajes tratando de aparentar algo que realmente no son. Es una forma de vivir, basada en el engaño y la mentira, que queda reflejada prácticamente en todas sus películas, ¿por qué?
-Porque observo que la realidad es así. La mayoría de la gente quiere ser de determinada forma sin importarle en absoluto cómo es realmente. Yo creo que no hay un momento en la vida en el que llegas a plantearte que estás de acuerdo con lo que eres y no te gustaría ser de otro modo. Es una terrible tragedia pero que debemos asumir. La mentira es algo que forma parte de la vida y que define perfectamente al ser humano. Basta con rascar un poco para encontrar porquería en todos lados, en el trabajo y en la familia, no existen los seres puros, y si los hay son muy aburridos.

-En el filme, el nivel económico de los personajes parece tener parte de culpa sobre su carácter cínico y falso. ¿Cree que realmente es así?
-Más que el status económico, lo que interviene es la ambición. Se trata de una forma de pensar y de vivir independientemente del dinero que se tenga. La ambición y el arte van siempre muy unidos. Además, en las actividades creativas, lo mejor está siempre por venir, siempre estamos jugando con lo inmediato, somos competitivos y egoístas y creo que es lógico que lo seamos.

-Hablando de dinero, esta es la producción más cara que hasta ahora ha dirigido. ¿Como se ha enfrentado a todo lo que eso conlleva: rodar en inglés, en el extranjero, con estrellas internacionales, etc.?
-Lo de rodar en inglés, con actores americanos y que la película haya costado 1.800 millones de pesetas no son decisiones que se toman desde el principio. De algún modo, el proyecto fue pidiendo su propio tratamiento a medida que avanzaba. Vicente Gómez hace crecer este proyecto, buscando un entorno que tenga sentido en la historia. Lo de rodar en inglés, debo confesar que al principio me "acojonaba", pero resultó fundamental que el guión estuviera escrito por mí, ya que hay una base sobre la que trabajar. Hubiera sido muy distinto trabajar con un guión en inglés de otra persona. Originalmente lo escribimos en español, y luego lo tradujeron guionistas norteamericanos. En el momento en que se tradujo, surgió cierta tensión, ya que tratándose de una comedia con muchos gags, no estaba claro que la historia fuera a funcionar del mismo modo que en castellano. Algunos chistes hubo que cambiarlos por completo. Hubo que darle muchas vueltas a la traducción para conservar el mismo tono del guión original. Luego con la lectura de los actores también cada personaje fue adaptando sus diálogos. Esto produjo una relectura de la historia con personajes cada vez más concretos y definidos.

Un casting laborioso


-¿Y el trabajo con las estrellas?
-Sólo puedo hablar bien de ellos. Son tres tipos fantásticos. El casting fue muy laborioso, pero creo que mereció la pena. Yo en cabeza tenía a Alan Rickman, y se barajaron muchos nombres como Jean Reno o Bob Hoskins. El primero en aceptar fue Geroge Hamilton, y más tarde entraron Joe Mantegna y Danny Aiello. Creo que, dentro de lo que es un rodaje (sobre todo uno tan accidentado como fue éste, con huracanes de por medio que destrozaron varios decorados), se lo pasaron muy bien. Estaban en cierta forma algo sorprendidos de la cercanía que tiene el director con los actores en nuestra industria. Danny Aiello me contaba que para el rodaje de la segunda parte de El Padrino nunca habló con Coppola, su voz sonaba por megafonía porque estaba dirigiéndole desde su casa, donde veía el set de rodaje a través de dos monitores gigantes.

-Exceptuando su penúltima película, el thriller Entre las piernas, siempre ha rodado comedias. ¿Qué opina del tratamiento que recibe la comedia actualmente y cómo recuerda su paso por el thriller?
-España es un país que regaña mucho, y por Entre las piernas me regañaron por salirme de la comedia. Debido a las reacciones que despertó yo me sentí como un intruso que se mete en un género que no le pertenece. A mí el thriller siempre me ha interesado, y aunque no era una asignatura pendiente sí lo sentí como una necesidad cinematográfica. En cuanto a la comedia, considero que es un género muy vapuleado. Se tiene la impresión de que carece de profundidad, pero eso es un simple prejuicio. Principalmente, creo que para hacer comedia es necesario tener un punto de vista escéptico ante la vida, algo en lo que Joaquín [Oristrell] y yo coincidimos, por eso nos sale de una forma natural. No es que nos sintamos más o menos cómodos que escribiendo un thriller, pero sí nos resulta más fácil hablar de cualquier cosa si es mediante la risa.