Image: Díaz Yanes

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Cine

Díaz Yanes

Una teología de la mujer

28 noviembre, 2001 01:00

Agustín Díaz Yanes (Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto) se ha hecho esperar seis años para su segundo filme, que se estrena este viernes. Se titula Sin noticias de Dios, está rodado en cuatro idiomas y lo protagonizan Victoria Abril y Penélope Cruz. Mediante una fábula gobernada por los símbolos, en la que un ángel leal y un ángel rebelde tratan de conquistar el alma de un boxeador retirado, el cineasta madrileño apuesta por la mezcla de géneros, la denuncia política y las formas estéticas arriesgadas.

La voz turbia y desgarrada de Bob Dylan lanza el mensaje de apertura en Sin noticias de Dios: "We are living in a political world, love don’t have any place...". Política y desamor habitan la atmósfera de la segunda y muy esperada película de Agustín Díaz Yanes. Como preludio a los créditos y al tema Political World, las actrices más internacionales de nuestro país, la gran consagrada Victoria Abril y la eterna promesa Penélope Cruz, comparten plano por primera vez en sus carreras. Rodado con steadycam, se trata de un largo plano secuencia que las acompaña desde la calle, subiendo por escaleras mientras interpretan pasajes de la Biblia, cruzando pasillos y encasquetándose unas caretas de la Reina Isabel II para cometer un atraco. Con ellas y rememorando el exordio de Pulp Fiction entra el espectador en el filme, y con ellas también saldrá de él. En las dos horas circunscritas, Agustín Díaz Yanes rueda una película de alto riesgo formal sobre un guión de alto riesgo narrativo. ¿Podía ser de otro modo después de la expectación levantada hace seis años con la extraordinaria Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto? Díaz Yanes lo tiene claro: "Hemos apostado por una película de formato muy complicado y sin complejos, porque para hacer películas correctas ya existen miles de directores. Lo que el cine y el público necesitan son películas distintas, originales, ambiguas... arriesgadas".

Comedia sobre el papel

La distinción, la originalidad, la ambigöedad y el riesgo todavía son posibles en una industria que, como la española, no se repliega a férreas consignas del productor. En este caso tres: Edmundo Gil (Flamenco Films), Gerardo Herrero (Tornasol Films) y Eduardo Campoy (Cartel), que en coproducción con Francia, Italia y Alemania han invertido 1.200 millones de pesetas en una "comedia negra de contenido social". Así lo anunció en una entrevista que el director madrileño concedió a El Cultural cuando terminó el guión (septiembre de 2000), pero ya entonces expuso los matices: "Tiene elementos propios de cine negro, pero no demasiados. Es una comedia rara, por lo menos sobre el papel, porque una vez que te pones a rodar sabes que las cosas pueden cambiar mucho, y lo que parecía una comedia se convierte en un terrible drama o al revés. Todo dependerá mucho de los actores".

Actores internacionales para una producción políglota (inglés, francés, español y ¡latín! conviven sin fisuras en un filme cuyo destino natural son las salas V.O.): al contencioso de Penélope Cruz y Victoria Abril -que la "actriz francesa de origen español", según el diccionario de cine galo, se lleva de calle- se unen las interpretaciones de la francesa Fanny Ardant, de los mexicanos Gael García Bernal y Demian Bichir, de la británica Gemma Jones y de actores y actrices españoles como Emilio Gutiérrez Caba, Juan Echanove, Elena Anaya, Elsa Pataki, Luis Tosar, Cristina Marcos, Daniel Giménez Cacho, Paz Gómez y Mercedes Arbizu.

Mezcla de géneros

A medio camino entre la serie negra, la fábula bíblica, el ensayo fílmico y la comedia social, Sin noticias de Dios exige por su condición de rara avis dentro de la cinematografía española de la complicidad y en muchos casos de la tolerancia del espectador. Al fin y al cabo, es una película que no tiene rubor en mezclar géneros y atmósferas y que además, construyendo una teología de la mujer, está protagonizada por dos ángeles dotados de naturalismo. El argumento habla por sí solo: Los intereses del Cielo están en declive debido a que en los últimos años muy pocas almas superan los exámenes de entrada. En el Infierno, sin embargo, hay problemas de espacio y todo hace pensar que la batalla entre el bien y el mal llega a su fin. Cielo e Infierno operan con el organigrama propio de una gran empresa: su presidente, consejeros delegados y directores regionales. Cuando los dirigentes del Cielo están a punto de rendirse, reciben la petición de la madre del boxeador Many Chaves (Demian Bichir) para que salven el alma de su hijo, que arrastra deudas con la policía corrupta.

Agarrándose desesperadamente a esta oportunidad para recomponer el equilibrio necesario, el Cielo envía a uno de sus ángeles más capacitados a la Tierra, Lola Nevado (una insólita y confiada Victoria Abril), que se hará pasar por la mujer del boxeador para conquistar su alma. Los dirigentes del Infierno quieren plantar batalla y envían a su agente Carmen Ramos (Penélope Cruz) para contrarrestrar las acciones del ángel leal. Ambas se instalan con el boxeador en un modesto piso madrileño y trabajan en un supermercado regido por las leyes del capitalismo. Pronto descubren que el bien y el mal son conceptos puramente teóricos.

Abusos del capitalismo

"El mundo en general es injusto, tal y como está organizado, y lo triste es que las sociedades occidentales son las mejores sociedades posibles donde vivir hoy en día. La crítica social y política del filme parte de la necesidad de llamar la atención sobre los abusos del sistema capitalista", explica Díaz Yanes. Jugando con los símbolos que ofrece la realidad y el pensamiento comunista -"Soy de izquierdas desde que tengo cinco años", asegura el cineasta- el Infierno es en la estructura del filme un establecimiento de comida rápida donde se habla inglés, un entorno automáticamente identificable con Estados Unidos y que el director ha rodado con el ambiente opresivo, sudoroso y violento de las películas carcelarias. El Cielo es el París de los años cincuenta (Los cuatrocientos golpes de Truffaut no han perdido su fuerza) y la vida es en blanco y negro, aburrida y decadente, un club de jazz donde el ángel leal interpretado por Victoria Abril es una diva del escenario que interpreta I want to be a devil.

"Cuando pensé la película en imágenes, traté de imaginarme cómo la harían otros directores a los que admiro, tratando de recrear atmósferas muy variopintas y ancladas en la mejor tradición cinematográfica". Para alguien que como Díaz Yanes se considera más un guionista que un realizador, puede ser una impostura realizar un filme tan complejo visualmente como Sin noticias de Dios, en el que trata de rodar bajo los dictados de las estéticas que conforman su imaginario cinematográfico.

De este modo, y con la ayuda imprescindible de Paco Femenía en labores fotográficas, Díaz Yanes hace un recuento de las referencias presentes (a veces, demasiado presentes) en el filme: "Para las secuencias en blanco y negro vi mucho cine de los años cincuenta, Elia Kazan, Truffaut, William Wyler, números musicales clásicos, etc. Para el color siempre he tenido presente a Scorsese, Quentin Tarantino, algo de Oliver Stone, y sobre todo Días extraños de Kathryn Bigelow".

Sin noticias de Dios se ha escrito y se ha rodado sin complejos, sin poner límites a las pretensiones estéticas o a las propuestas simbólicas del guión. Pero Díaz Yanes, que demuestra un poderosa fe en la inteligencia del espectador, prefiere minimizar su trabajo: "Al final las películas son muy simples: unos señores hablando en una pantalla".