Ali
Del ring a la pantalla
20 marzo, 2002 01:00Will Smith interpreta a Muhammad Ali
El 22 de marzo llega a España Ali, el esperado biopic de los años dorados de Cassius Clay o Muhamed Ali. Dirigida con contundencia por Michael Mann (Heat, El dilema), es la primera vez que la vida del púgil más grande de todos los tiempos se traslada a la gran pantalla en el marco de una ambiciosa producción hollywoodense. En la piel del mito, Will Smith, que está nominado al Oscar por su sobresaliente composición del personaje, un icono social del siglo XX. El Cultural ha hablado con el director norteamericano en Nueva York.
-De nuevo, una película de un hombre que, como los protagonistas de sus anteriores películas, desafía imperios y sistemas.
-Incluso viviendo el tiempo en que le tocó vivir sus años más decisivos, me refiero a la década de los 60 cuando el mundo vivió un nacimiento global de conciencia, Alí estuvo siempre varios pasos por delante de los eventos políticos y conflictos culturales que marcaron giros radicales en la Historia: las tensiones raciales, Vietnam, los derechos civiles, los asesinatos políticos... El orgullo de su raza, su pacifismo, su no a la violencia siendo un púgil, su negativa a trasladarse a un barrio blanco, a estirarse el pelo... como él dijo, fue un campeón y un hombre hecho a sí mismo y a su manera, no al gusto de los demás.
-¿Quién es para usted Ali?
-Un hombre libre y eso que nació en un tiempo y lugar, Kentucky, que fue un "amable apartheid de facto". Se convirtió al Islam en 1964 y se negó a pelear en Vietnam en 1967, pero el sistema no pudo ni utilizarle ni doblegarle. Sólo evitaron que el mundo viera pelear al mayor campeón de los pesos pesados en su momento de esplendor. El coste para él fue incalculable, pero ni eso le doblegó. Filosóficamente, fue un hombre libre además del mayor boxeador de la historia. Y fue libre en un tiempo en el que era muy difícil serlo sin importar quién o qué fueras. Creo verdaderamente que Ali fue el primer norteamericano libre del siglo XX. Y aún lo es hoy cuando se ha negado a que le pongan una estrella en el suelo del Paseo de la Fama de Hollywood, para que nadie pisotee su nombre.
Fuera del sistema
-¿Por qué decidió ubicar la película entre los combates contra Sonny Liston y George Foreman, entre 1963 y 1974?
-Porque fueron sus mejores años, su época dorada, una década prodigiosa. Pero también, su tiempo de vida más crucial, carismático y rebelde. Fue cuando se mostró más confrontacional contra el sistema y nació su conciencia e identidad de musulmán y afroamericano. Después comenzó su declinar y la enfermedad que ahora le atenaza. No es una biografía autorizada, nunca haría algo así. Su mujer es coproductora y consejera de la película. Sólo hizo dos sugerencias: hacer justicia al hombre y no amabilizar ni blanquear ningún hecho. Se me dio el control creativo total, que es mi forma habitual de trabajar, y he hecho una película que no tiene como premisa la intención de agradar a la mayor cantidad de público posible.
-El público conoce de antemano cómo finalizaron aquellos combates históricos. ¿Cómo se planteó duplicar la emoción que el boxeo real produce?
-Deseé introducir al espectador dentro del ring, entre las cuerdas. Pensé en términos de un drama en el que las palabras son sustituidas por el lenguaje corporal, la coreografía y el boxeo. Quise que se vieran las estrategias y tácticas de los púgiles, de Liston y Foreman frente a Ali, cuando comienzan a no encajar sus propios golpes y a recibir los de él. He rodado con todo tipo de cámaras. Una tan pequeña como este tapón (y muestra el de la botella de agua Evian que lleva en la mano) a la que no recuerdo por qué pero bautizamos Elmocam. Estuve rodando con el cacharrito pegado al hombro de Will, pude hacer todo lo que quise. Y por cierto, recibí algún golpe que otro (risas), que di por bueno.
El hombre más fotografiado
-El protagonista de El dilema, Jeffrey Wigand, es un personaje real que casi nadie conocía antes de su película. Con Ali ocurre todo lo contrario.
-Ali es posiblemente el hombre más fotografiado y filmado del mundo del pasado siglo. Por su impacto y significado, cada persona tiene su propia versión de Ali y sus acciones se prestan a las más distintas interpretaciones. Esta película no es un documental sino mi versión de eventos de gran importancia para él como persona y para los demás por el reflejo gigantesco de sus actos. Además, en el tiempo, somos contemporáneos: vivimos los mismos sucesos y me siento muy identificado con la forma en que recorrió su camino. ¡No soy un tipo especialmente fuerte, pero pelear con Hollywood no es para pesos ligeros!
-¿Cuál es la opinión del propio Ali de la película?
-La ha visto seis veces, eso lo dice todo. Para él fue particularmente importante la proyección en su Louisville natal. Allí de nuevo en Kentucky entre los suyos recibió un gran impacto emocional y se sintió de nuevo como en los viejos tiempos, un aclamado campeón. Para mí, la garantía de la integridad de mi versión dada por el estudio y la aprobación de Ali ha sido lo único que verdaderamente me ha importado del resultado.
-La película narra su afición a las mujeres y tres matrimonios en una década.
-En el ring y en el amor, le golpeaban, caía, se levantaba y seguía luchando. Era un campeón en el cuadrilátero, pero también fue vencido por mujeres. Todo lo que hizo en cada momento fue fascinante, hasta sus dudas e infidelidades. Yo podría haber hecho enteramente la película sólo abordando sus historias con mujeres. Estaría llena de bellezas, música, limusinas... hubiera sido estupenda. Pero parte de la enorme disciplina que supone hacer una película es mantenerse fiel a la historia, su esencia y mensaje.
Ali ha ganado dos nominaciones al Oscar en el apartado de mejor actor secundario para Jon Voight y protagonista para Will Smith (Filadelfia, 1968). Más que interpretar, Smith le inhabita, es Muhammad Ali. Aunque por su pasado de rapero light y cómico frívolo como príncipe de Bel Air no se le consideró un "actor serio", trabajos anteriores como el falso hijo de Sidney Poitier en la notable Seis grados de separación y el thriller El enemigo público, anticiparon este gran trabajo que ya le ha sido reconocido con la nominación que tendrá que disputar con Denzel Washington. La película de Mann muestra la épica del combate y el trabajo de Will Smith, la intimidad, soledad y alienación del ser humano.
Intimidado por el mito
-Muchos directores fracasaron en convencer a Smith de asumir el rol. ¿Cómo lo consiguió?
-A Will le intimidaba el tamaño e importancia del mito. Sufría de pensar que uno de los proyectos más ambiciosos de Hollywood fracasara por su propia responsabilidad de no ser capaz de encarnar a uno de los más complejos iconos de la historia norteamericana. Quizá yo llegué en el momento justo: había alcanzado la treintena y la estabilidad familiar y emocional. Eso le permitió dedicarse plenamente a prepararse. Yo me empleé sin piedad con él, le hice trabajar hasta que caía exhausto. Le dije: "Aquí no se negocia nada". Durante dos años, se preparó físicamente, se convirtió en un verdadero boxeador. No quiso dobles, todos los golpes los encajó y devolvió él. Pero también estudió el Islam y el tiempo histórico de los 60. Aprendió el tono cadencioso y retador de su forma de hablar. Hizo amistad con el campeón. Viajó a Suráfrica e intimó con Mandela. Tengo la impresión de que sido una de esas películas que constituyen una experiencia vital de no retorno. Ya se ha puesto las Ray Ban de Los hombres de negro, pero le anticipo que a partir veremos a un nuevo Will Smith.
Con apenas siete largometrajes en veinte años desde Thief (1981) y la serie de televisión Corrupción en Miami (que inició una forma distinta de entender y abordar el medio), Michael Mann se ha erigido una reputación de cineasta obsesionado por el detalle y meticuloso en la preparación de storyboards y ángulos de cámara. Con otros títulos como Mahunter (que contuvo la primera aparición de Hannibal Lecter con el rostro del británico Brian Cox), Mann ha construido un estilo propio: elegante, musculoso, estilizado, siempre al servicio de historias que diseccionan sin piedad la psique del hombre fuerte norteamericano en su momento de caída desde altos pedestales sociales, políticos o económicos. Ahora es considerado un autor de la talla de coetáneos suyos como Martin Scorsese, Woody Allen o Steven Spielberg.
-¿Qué hay de sus próximas elecciones? ¿Abordará en su siguiente película a otro personaje real, el excéntrico cineasta multimillonario Howard Hughes?
-Lo he abandonado como proyecto inmediato. ¡Dos personajes reales consecutivos casi han acabado conmigo, me han sofocado! (Risas) Siento ahora ese género como un corsé que me impide respirar con libertad. Naturalmente, en lo creativo. (Risas) Estoy leyendo el guión de Gates of Fire, basada en la batalla de Tres Días de las Termópilas, allá por el siglo V antes de Cristo, entre griegos y espartanos contra persas. Estoy analizado cómo covertir esa historia en una experiencia personal mía, para poder implicarme más en el proyecto. De momento, voy a regresar a la televisión, que es donde comencé escribiendo guiones para la serie Starsky y Hutch y dirigiendo Corrupción en Miami. Además, estoy trabajando en un programa piloto para desarrollar una serie dramática de capítulos acerca del Departamento de Policía de Los Angeles. Será para la cadena CBS y a mi edad, créame, es alentador sentir una cierta forma de regresar a los orígenes.
Un filón muy explotado
-¿Cómo se siente ante el proyecto en marcha de Dino de Laurentiis y sir Anthony Hopkins de hacer de nuevo Red Dragon, la novela de Thomas Harris que usted convirtió en Manhunter?
-No me siento de ninguna manera particular, aunque le pueda parecer extraño. Fui consultado el primero, dado que en mis contratos poseo derechos sobre remakes y secuelas de las películas que he dirigido. La cláusula está ahí, pero yo jamás he sentido el mínimo deseo de hacer nada semejante. Cada vez que abordo alguna historia la llevo hasta los límites que me propongo en todos los ámbitos. Y si los supero, es un extra bienvenido. Tampoco tengo la costumbre de mirar hacia atrás. Quizá, algún día cederé a la tentación de internarme en historias y territorios que me acerquen de nuevo a una película como fue El último mohicano. Por mi parte y es una opinión muy personal, creo que el filón de Lecter está más que explotado.