Image: Radiografía de una mujer rota

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Cine

Radiografía de una mujer rota

Estreno de La soledad era esto, del argentino Sergio Renán

8 mayo, 2002 02:00

Charo López pasea por Madrid en La soledad era esto, de Sergio Renán

Tras su paso por el Festival de Málaga, el octavo filme de Sergio Renán (La tregua, El sueño de los héroes) llega el 10 de mayo a las salas. En La soledad era esto, adaptación del texto homónimo de Juan José Millás -Premio Nadal 1990-, el realizador argentino construye un drama en torno a una mujer rota y abandonada. Con incursiones en tramas de corte detectivesca, el filme está protagonizado por Charo López y Ramón Langa.

Sergio Renán debutó con La tregua (1974), uno de los mejores filmes que ha dado la cinematografía argentina. Con esa afortunada adaptación de un texto de Bennedetti, que obtuvo una candidatura en los Oscar, Renán dio lo mejor de sí mismo y en ninguno de los ocho largometrajes que ha realizado después, incluido el que ahora nos ocupa, ha logrado superar o cuando menos confirmar los brotes de talento que prometiera su ópera prima.

Del Nadal a la pantalla
Ahora, aceptando un encargo del productor Enrique Cerezo, Sergió Renán ha llevado a la pantalla la novela con la que Juan José Millás recibió el Premio Nadal en 1990: La soledad era esto. "Su lectura me aportó la sensación de placer que produce leer un buen libro -explica el director-, y al mismo tiempo la incertitumbre de cómo convertir la historia en un relato cinematográfico solvente". Incertidumbre que ni el apoyo del muy experimentado guionista Manuel Matji ha logrado despejar.

La soledad era esto es la historia de Elena (Charo López), quien al morir su madre entra en una espiral de abandono engañada por su marido e ignorada por su hija. Gracias a la aparición de los diarios de la fallecida (a los que Renán añade unas grabaciones que nunca se explica de dónde salen ni por qué), Elena descubre que su madre, con la que no se llevaba especialmente bien, tenía una vida interior casi exacta a la suya. Con la intención de buscar su propia identidad a través de una mirada ajena, Elena contrata a un detective privado (Iñaki Font) para que la siga. Al tiempo, tratará de reconciliarse con su hija (Ingrid Rubio) para empezar una nueva vida.

Extrañamente, el elemento más propiamente cinematográfico del texto, la trama gris que concierne al investigador privado (al que quedan tres meses de vida), es desaprovechada en su adaptación a la pantalla, elimando los informes sobre la pesquisa que supuestamente Elena lee con pasión, en un juego de enamoramiento mutuo entre el sujeto que espía (con un descaro que nos hace pensar que el tipo es invisible) y el objeto espiado. De este modo, la emoción que pueda producir el encuentro final entre ambos queda anulada.

Recuerdos y abandono
En cambio, como si fuera necesario justificar el título de la obra, Renán se regodea en la soledad de su personaje en escenas ocupadas por la afectada presencia de Charo López -con una sempiterna mirada de desolación consciente, más etílica que sola-, sumergida en recuerdos de su infancia o escuchando las grabaciones que dejó su madre (con una voz en off en plano omnisciente, que nunca surge de la grabadora, sostenida en las manos de Elena como si fuera un bebé), secuencias acompañadas de una música de cámara limítrofe con el jazz (firmada por Pablo Ortiz).

Rodada en Madrid y Bruselas -la parte belga es completamente prescindible-, el filme cuenta con un elenco de secundarios que defienden como pueden sus personajes: Ramón Langa a un marido que reúne todos los defectos posibles en un marido, Carlos Hipólito a un hijo con complejo de Edipo y Ana Fernández más antipática que nunca.