Image: El fantasma del celuloide

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Cine

El fantasma del celuloide

El estreno de Off consolida la “revolución digital”

22 mayo, 2002 02:00

Fotograma de Off, de Antonio Dyaz

El mundo analógico del cine está cambiando de piel. Un cambio que afecta a todos sus integrantes y que modifica poco a poco tanto la forma de hacer cine como la forma de verlo. El caso de Off, filme de Antonio Dyaz rodado en soporte digital -que se estrena el viernes 24 de mayo- viene a confirmar que la fiebre electrónica, procedente de Estados Unidos, se propaga en nuestra industria con fuerza considerable. Sin embargo, hay todavía mucha confusión, incógnitas que deben ser despejadas y riesgos que amenazan la estabilidad del circuito cinematográfico. El Cultural analiza las numerosas ventajas y los peligrosos inconvenientes de la muerte del celuloide.

La página web de la película Off (www.offthemovie.com) dirigida por Antonio Dyaz no se anda con rodeos. Un enlace con el sobrenombre "La película" nos conduce a una pantalla en negro con una sentencia bilingöe: "El celuloide ha muerto. Film is dead". Deseo o realidad, lo cierto es que ya empieza a adivinarse una luz al final del proyector, y el actual soporte fotoquímico analógico está cambiando de piel por uno electrónico, más barato a largo plazo y de mayor calidad. El cine digital o electrónico cuenta con el consenso de la industria, de cineastas, productores y exhibidores, y sólo es cuestión de tiempo que se convierta en el sucesor lógico del celuloide. No en vano, los expertos predicen que para 2005 todo el sistema se habrá adaptado a la nueva tecnología.

De hecho, los síntomas del cambio son elocuentes. La 55 edición del Festival de Cannes que se celebra estos días ha presentado por primera vez a competición cuatro películas rodadas y proyectadas en soporte digital, dirigidas además por respetables nombres: Michael Winterbottom, Abbas Kiarostämi, Jia Zhangke y Alexandre Sokurov. Ya en su edición de 1998, el certamen galo incluyó una película filmada con una cámara Nintendo Game Boy, un gesto anticipatorio que imitaría multiplicado el Festival de Sundance de 2001, que creó un nuevo apartado para dar cabida a la remesa de nuevos directores abanderados del juguete digital. "Estamos en una época de transición en el cine independiente que definirá a la industria y a los nuevos directores de los próximos años", dijo Robert Redford, director del certamen de Salt Lake City.

¿Y el cine español? ¿También se ha sumado a esa transición? Como no podía ser de otro modo sigue los pasos de Estados Unidos, aunque más cortos y menos cuantiosos. Efectivamente es el cine "independiente" el depositario natural del soporte digital, siempre referido a vídeo. La curiosa propuesta de Antonio Dyaz, con su arriesgada y convulsionante Off, no es pionero de este tipo de cine en nuestra cinematografía.

Abaratar costes
Aunque con resultados bien distintios, las motivaciones estrictamente económicas de Pablo Llorca para rodar su excelente La espalda de Dios coinciden con las de Antonio Dyaz. "El digital te permite abaratar costes, rodar con equipos reducidos, prolongar mucho los rodajes, hacer añadidos meses más tarde e incluso rodar clandestinamente", sostiene Llorca. Ambos han podido rodar en lugares prohibidos como edificios estatales, dependencias de la red de metro o escenarios naturales para los que se necesita permiso. De hecho, el considerable abaratamiento de los costes ha posibilitado que Antonio Dyaz, que también ha ejercido de productor, rodara en once ciudades de sendos países, entre ellas Moscú, Oslo, El Cairo, Tokyo y Nueva York, una ventaja en la que Dyaz cree haber encontrado una llave para cambiar el lenguaje cinematográfico: "Yo no soy un cineasta al uso, nunca he estudiado cine, y no sé cómo se maneja una cámara de 35 mm; tecnología que además creo que está condenada a la extinción. En este sentido, me considero muy afortunado por haber llegado a la direccion en este momento, cuando existe la tecnología digital, que es relativamente sencilla de manejar".

Es el cineasta argentino Eliseo Subiela -que ha dirigido Las aventuras de Dios con Betacam Digital- quien da con el quid de la cuestión: "Hoy se puede hacer un largometraje con 1.000 doláres y con una cámara que tiene el tamaño de un walkman". La facilidad de manejo y acceso a la tecnología, que duda cabe, implica profusión. En este sentido, Pablo Llorca advierte del peligro de la fiebre por el vídeo digital, a la que recientemente se han sumado Julio Wallovits y Roger Gual con el filme No Smoking, presentado en el Festival de Málaga. "Es más barata, pero esta forma de rodar no es aplicable a todas las historias -afirma Llorca-. Por ejemplo, Lo que el viento se llevó no podría rodarse con este formato, porque saldría algo totalmente fuera de óptica". En el proceso de "hinchar" el soporte de vídeo digital al celuloide se pierden saturaciones de color, otorgando una suerte de densidad dramática a la historia que puede jugar en detrimento del resultado, como ocurre en Los herederos, de Stephan Rusowitzky, pero a la que sin embargo el alemán Wim Wenders supo sacar buen provecho en su filme El hotel del millón de dólares.

Una confusión extendida
Hasta aquí en lo que se refiere al vídeo digital, que no es estrictamente lo que la industria entiende por cine digital. A este respecto resulta necesario aclarar una confusión muy extendida: el cine digital hacia el que avanza la industria es el denominado Cine Alta o Cine 24P, formatos que dotan de mayor definición a la imagen (mayor cantidad de pixels) y que viene a equilibrar la tecnología de la imagen con la del sonido -que ya adoptó el Dolby digital hace varios años-. De momento la herramienta preferida por los cineastas de todo el mundo para grabar en el formato de alta resolución es la cámara Sony HDW-F900, de cuyo uso Julio Médem es pionero en nuestro país con el rodaje de Lucía y el sexo. "Ha sido una experiencia reveladora y pretendo seguir rodando de este modo -señala el cineasta vasco-. He podido grabar el triple de metros que en mis filmes anteriores y además he rodado de forma neutra, porque luego en post- producción se meten todos los efectos de luz y fotografía necesarios".

Quitar sillas de un escenario, cambiar el color de las ropas, eliminar a un extra del fondo de la pantalla... el rodaje acaba convirtiéndose en una experienca mucho más segura porque prácticamente cualquier error o descuido se puede solucionar, y todo el proceso está abierto a infinidad de cambios.

Estas posibilidades han sido llevadas a su máxima expresión por George Lucas, para algunos "Rey del Croma", que con El ataque de los clones ha filmado la primera película enteramente digital, tanto en el rodaje de alta definición como en su exhibición. El creador de la saga más taquillera de todos los tiempos encuentra dos razones de peso para rodar de este modo: la versatilidad del formato y su perdurabilidad. Un simil con la pintura le sive a Lucas para establecer diferencias entre el formato analógico tradicional y el electrónico: "Es como pintar al fresco, donde hay que pintar poco y rápido antes de que se seque, o al óleo, donde puedes pintar al aire libre y hacer cambios sobre la pintura. Para mí es más fácil hacerlo al óleo".

El consenso de Hollywood
El mar de tecnologías y formatos que se han multiplicado prácticamente sin control, en busca cada una de ellas de una posición de salida preferente, trata de resolverse mediante consensos entre las grandes empresas. Hollywood ha demostrado una clara simpatía por la renovación, y el acuerdo alcanzado hace poco más de un mes entre sus siete estudios principales -Disney, MGM, Paramount, Sony, 20th Century Fox, Universal y Warner- para desarrollar conjuntamente un único sistema técnico en torno al cine digital no deja lugar a dudas sobre la firme apuesta de la meca del cine. Cabe preguntarse, sin embargo, qué sucederá fuera de los Estados Unidos. ¿Será una conversión global?

Una vez que "la digitalización" se haya asentado en los distintos sectores de la industria, ésta tendrá que adaptarse a una serie de cambios que serán traumáticos y aún muchos de ellos están por resolver. Cuestiones como la obsolescencia, el miedo a la piratería, el fin de la pluralidad de ofertas cinematográficos en una aldea global cada vez más comunicada, la aniquilación de los laboratorios de celuloide -y de sus profesionales-, las grandes inversiones necesarias sin la seguridad de una amortización a corto plazo son todas ellas incógnitas que sólo el tiempo despejará.


Proyectores vía satélite
Alfredo y Salvatore, los proyeccionistas de Cinema Paradiso, son especies en extinción. Los talonajes, cambios de bobina y las esperas por los rollos del último estreno formarán en no demasiados años parte de las páginas nostálgicas del cine. El cine del futuro se proyectará vía satélite. Mediante una antena parabólica que recibe la película por señal de satélite, procedente directamente del proveedor, ésta quedará almacenada en un software y será proyectada en salas de cine con un proyector digital automático, sin cabina ni encargado de proyección. Aunque hoy en día no hay más de medio centenar de salas digitales en todo el mundo (en España hay dos), grandes compañías están dispuestas a apoyar su rápida extensión. No en vano, este sistema permitirá a las compañías tener un mayor control comercial de sus obras, que sin embargo puede venirse a pique por la posible "napsterización" de las películas. El pirateo, tan aniquilador para la música, también puede serlo para el cine.