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Cine

José Luis Cuerda: "Delibes es un autor imprescindible para el cine"

19 junio, 2002 02:00

Nos lo dijo Truffaut: en todo pesimista se esconde un optimista con información. Y José Luis Cuerda está sobradamente pertrechado de pesimismo e información. Tan pronto comienza hablando de la “crisis crónica” de nuestro cine como, sin excesos ni alardes, enlaza con “la exacerbación patriótica” de Operación Triunfo, la huelga general que trae de cabeza al Gobierno o la “vergonzosa incompetencia” de las empresas eléctricas. A medida que salta de un tema a otro, su pesimismo aflora en crispadas y enfurruñadas manifestaciones, como si aquí el entrevistador fuera la válvula de escape que necesitaba en una mañana de calor asfixiante, el sparring con el que practica sus ganchos argumentales. Es su forma de hablar, siempre apasionada, quizá su método de defensa frente a “un mundo falto de rigor, honradez y seriedad”.

Pero no son los perpetuos males del mundo los que nos han traído a su abigarrado y luminoso despacho de Las Producciones del Escorpión, sino el interés por una de las producciones más esperadas del cine español: la adaptación de El hereje, última novela y anunciado retiro literario de Miguel Delibes. Por temor a que el proyecto se gafe (porque a pesar de que está muy avanzado todavía no hay fecha de rodaje concreta), Cuerda habla con medida, receloso de desvelar lo que se trae entre manos, si bien asegura que se está siguiendo un cauce normal de producción, “sobre todo teniendo en cuenta que las películas de alto presupuesto en menos de dos o tres años no hay manera de ponerlas en marcha”. Un recelo que, una vez en materia, se va disipando.

-Como todas mis películas, esta también es un encargo. Me contrataron Cartel y Tornasol Films para que escribiera una adaptación de tres horas, con la intención de dirigirla después. Hice una primera versión de cuatro horas, pero no hay manera de estrenar un metraje así en salas de cine. Creo que la versión final ha satisfecho a todo el mundo: a productores, a Miguel Delibes y, por supuesto, a mí. Ahora no hay más que esperar a que se concrete la coproducción internacional.

-¿Será con Alemania y Francia, como en un principio se anunció?
-Según mis últimas noticias, el interés estaba en Francia e Italia. Al principio se tocó Alemania también, lo que pasa es que yo no llevo las cuentas de este asunto. Nunca me ofrecieron entrar en la producción, porque ya era un proyecto bastante armado. Además no me interesaba entrar como productor minoritario, ¡bastante tengo ya con escribir y dirigir!

-El actor con más posibilidades para interpretar al protagonista del texto, Cipriano Salcedo, era en un principio Sergi López. ¿Han cambiado las cosas?
-Sí, en un principio pensamos en Sergi López, porque fue una especie de deslumbramiento verle participar en una serie de películas francesas. Pero él no podía y hubo unos desencuentros extraños. Aunque la verdad es que yo nunca hablé con él, lo hice con su representante. Cambié de idea y pensé que era mejor para el papel Eduard Fernández. Después de verle en cuatro películas le considero un actor excelente. Hemos hablado personalmente, sobre el papel y otras cuestiones, y nos hemos entendido muy bien, así que estoy deseando trabajar con él. Pero mientras que los actores no estén contratados, no hay que dar nada por seguro, porque en el momento que los representantes saben que sus actores están en la cabeza de un director, se pueden hacer ideas raras y pensar que son imprescindibles. Y ya se sabe que los actores, como los directores, son imprescindibles hasta que se prescinde de ellos.

-¿Cómo ha sido su relación con Miguel Delibes durante la escritura del guión?
-He estado con él tres veces y me parece un hombre lleno de viveza. Es increíble que cuando conoces a gente de cierta edad y de gran altura humana e intelectual, como sin duda es Miguel Delibes, te esperas a alguien pues... cómo decirlo, de vuelta de todas las cosas, algo escépticos y todo eso. Pero me encontré con un hombre lleno de entusiasmo, hasta con las quejas que tiene sobre la vida y su salud. Creo que con esa energía que le echa a sus cabreos, es dificilísimo que las enfermedades sean graves, porque las cura uno a base de cabrearse con ellas. Aparte, es un escritor excelente, lleno de capacidad de invención para personajes y todos sus matices, con un sentido del humor bárbaro. En este sentido, hemos conectado de forma inmediata... nos hemos reído de las mismas cosas, de personajes y ocurrencias que él tiene como autor. Hemos estado horas y horas conversando y nos lo hemos pasado estupendamente.

Obra cumbre

-¿Y sobre la novela? ¿Qué puede decirme sobre ella?
-Me parece una novela y una historia insustituible dentro de un proceso necesario de repaso a la historia de nuestro país, sobre la intransigencia, sobre lo que significa vivir en comunidad y sobre los alquileres que hay que pagar por ello. Habla de cómo la justificación de los actos de un hombre sólo encuentra su sentido en cómo inciden esas acciones en las personas que le rodean. Creo que como pieza literaria, es una cumbre en la actual cultura moderna.

-¿Qué impresión tiene de las adaptaciones que ya se han hecho de textos de Delibes: Los santos inocentes, Las ratas, El disputado voto del señor Cayo, etc.?
-Mi opinión sobre lo que se ha hecho de Delibes la quiero dar ofreciendo mi propia versión. Lógicamente hay algunas adaptaciones que me gustan más que otras. Sólo puedo decir que le considero un autor imprescindible a tener en cuenta cuando te dedicas a esto del cine.

-La historia transcurre durante el siglo XVI. ¿La reconstrucción del Renacimiento es una de las principales dificultades del proyecto?
-Recrear el siglo XVI plantea varios problemas, sobre todo de localización y presupuesto. Pero hay plazas y rincones en nuestra geografía, incluso pueblos enteros, que conservan el ambiente renacentista. Ya he localizado varios sitios de rodaje en la provincia de Valladolid, en Burgo de Osma y en zonas de Galicia.

-Gran parte de sus películas se sitúan en el pasado (La marrana, La viuda del capitán Estrada, La lengua de las mariposas, etc.) o en un futuro hipotético (Total). ¿Estimula su creatividad situar la historia lejos del tiempo presente?
-No me estimula. Me da igual. La época en la que transcurren las historias es como el género al que se adscriben. Es una manera de situarlas en el mejor momento para lo que exige la narración, igual que se escoge un género para darle la forma adecuada al drama que se plantea.

-Pero toda recreación histórica se hace para hablar subrepticiamente del presente, ¿no?
-Ahora mismo sería absurdo contar una historia de persecución religiosa. Lo que ocurre es que las persecuciones religiosas, como bien sabe, no lo son nunca en sentido estricto. Hay otros intereses, hay siempre un trasfondo económico en cada gesto del poder que se nos escapa a cualquiera. Entonces esas historias tienen unos componentes perfectamente identificables en la realidad que vivimos.

-La Iglesia, por otra parte, siempre ha estado presente en su obra.
-Del mismo modo que está presente en nuestras vidas, ¿no? Tiene la habilidad de monopolizar nuestra muerte y futura eternidad, que es donde ha jugado su baza fundamental para hacerse poderosa.

Argumentos previos

-Su bautismo de fuego fue con una adaptación de El túnel, de Sábato. Ya ha adaptado varias obras literarias, ¿cómo se enfrenta a ellas?
-En términos escolásticos, cualquier obra literaria es para mí un argumento, que puede ser tan válido como cualquier historia que me cuenten. Yo no sacralizo la obra literaria, no la considero mejor como argumento previo que algo que se le pueda ocurrir a un argumentista. Se supone, en cualquier caso, que el autor de la obra ha invertido mucho tiempo en los personajes y que hay cierta solidez en la historia. Por otra parte, soy una persona respetuosa y siempre trato de tener en cuenta las opiniones del autor. Nunca he tenido el más mínimo enfrentamiento con ellos, porque además he tratado siempre con gente inteligente, que sabe que la naturaleza de un guionista es muy distinta a la del novelista.

-¿Ha cambiado en algún sentido su postura sobre el cine desde que también es productor?
-No. Siempre he pensado que los proyectos cinematográficos deben llevarse a cabo con cohesión entre director y productor. Y siempre he hecho mis filmes al cien por cien de acuerdo con quien ponía el dinero. Todo lo he pactado siempre, ni mi voz ni la del productor ha sido nunca la última. Como productor, he hecho lo mismo. Me he sentido con Amenábar como alguien que estaba ahí para poner los medios en películas con las que estaba totalmente de acuerdo. En algunos casos, me hubiera gustado tener como productor alguien como yo. La verdad es que desde que pensé en el cine vi por dónde venían los males.

-¿Y por dónde le vienen ahora al cine español?
-Voy a decir una barbaridad: lo primer que suprimiría de la industria del cine es la cocaína. No más que en periodismo, o en política o en otras actividades... en el cine hay mucha cocaína. Y se lo dice alguien que no la ha probado nunca. Con tanta cocaína, la gente se autoengaña con mucha facilidad, se cree que hace cosas increíbles, llevan un ritmillo tremendo de autocomplacencia... y claro, luego llegan las resacas, que se viven muy mal porque se resuelven con agresividad. Por desgracia, en los últimos años me muevo en un mundo en el que vivo estas cosas prácticamente todos los días. Lo que le falta a nuestro cine es muchísimo más rigor, una mirada hacia dentro y no hacia afuera. Ahora mismo se mira mucho más la repercusión de las cosas que lo que son las cosas en sí. Creo que no hay que perder de vista que un regüeldo es un regüeldo, por mucho que se hable de él.