Image: Enrique Urbizu

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Cine

Enrique Urbizu

“Hay que volver al cine mudo”

24 abril, 2003 02:00

Enrique Urbizu. Foto: M.R.

La vida mancha, séptimo largometraje de Enrique Urbizu (Bilbao, 1962), es "una historia sencilla hecha de escenas cotidianas", como la define su director, y es también la historia de un "no", de cómo surge el amor y de "si siempre hay que atender a su llamada". Aspirante al máximo galardón en el certamen malagueño, el filme explora con milimétrica precisión el dilema de Pedro (José Coronado), un hombre solitario y errante, quien tras catorce años de ausencia vuelve a su casa y se enamora de Juana (Zay Nobia), la mujer de su hermano Fito (Juan Sanz). Todo lo que Pedro creía muerto hace mucho tiempo, la necesidad de un hogar y una familia, vuelve a despertar, y su corta y banal visita se convierte en un juego de emociones en el que nadie parece estar seguro de nada.
-La película es el proceso interior de unos personajes que deben tomar decisiones en torno al amor y a la estabilidad, en un momento de sus vidas en el que confluyen todo tipo de sentimientos, y vemos cómo van aplazando esas decisiones para el final de la película.

-¿Cómo se decidió a rodar este filme tan complicado?
-La verdad es que tardé bastante en decidirme. Leí el guión de Michel Gaztambide cuando acabé el montaje de La caja 507, y vi el enorme reto, como director, que suponía rodar esta historia, porque prácticamente había que rodar en el vacío, con lo que no se ve y no se dice. La película exige la participación del espectador, quien debe adivinar todo lo que hay por debajo, llenar todos los huecos. Creo que fue precisamente por el reto que entrañaba por lo que me decidí a hacerla.

-¿Qué implicaciones personales encontró en esta historia?
-Es una película que surge de haber estado en charcos similares, de cuando te has enamorado de algo imposible, has sido esclavo de tus debilidades y luego tienes que volver a casa...

-¿Es usted, por lo tanto, Fito y Pedro al mismo tiempo?
-Creo que todos somos un poco Fito y un poco Pedro. Son dos caras de la misma moneda. Lo que a Pedro le sobra, como por ejemplo la autodisciplina, a Fito le vendría bien para anular ese gran vicio que es el juego.

Dinero y periferia
-La importancia del dinero, como constante temática de su obra, vuelve aparecer aquí...
-Eso viene de mi desastrosa relación con el dinero. Ya se ha acabado ese ideal de antes en el que los personajes estaban aislados en un tono de comedia o de drama emocional, sin preocuparse de problemas tan presentes hoy como es la falta de dinero. Ha habido que ajustar los cánones del cine ortodoxo a la falta de ingenuidad del espectador actual, y más si estás contando una historia en la periferia, en una ciudad.
-En La vida mancha la combinación de géneros es muy sutil. Melodrama, western y algo de serie negra.
-Bueno, es cierto que la historia es el trío clásico del melodrama. Yo diría que un trío en el que ella, Juana, es la verdadera protagonista, no hace avanzar la acción, es un personaje muy estable, pero todos y todo gira alrededor de ella. Es como los personajes que hacía Robert Stack en las películas de Douglas Sirk. En cuanto al western, hay dos películas que saltan a la vista: Raíces profundas y Centauros del desierto. La búsqueda del hogar es en el fondo un tema muy de western, y es uno de los pulsos narrativos de La vida mancha. Vi enseguida ese potencial de historia de frontera, de la búsqueda de unas raíces y de cierta estabilidad.

-También hay una clara reivindicación del cine mudo...
-Es que el cine mudo es lo máximo. Veo más cine en casa que fuera, y sobre todo veo cine mudo. Amanecer de Murnau es la película que más me ha impactado en mi vida. Es una celebración de las posibilidades que ofrece el cine, un cúmulo de hallazgos todavía no explorados porque se pasó al sonoro. Mi intención es rodar de la forma más cinematográfica posible, sin depender de las clásicas reglas de dramaturgia. Por eso intento hacer grandes porciones de cine mudo, como la última hora de El pianista. Que el cine, ahora más que nunca, debe ser así, es un convencimiento que me ha llegado con una lógica aplastante. Se nos ha olvidado que el cine es fundamentalmente imágenes y sonidos.