Image: La chaqueta metálica

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Cine

La chaqueta metálica

Stanley Kubrick en DVD

16 diciembre, 2004 01:00

Escena de La chaqueta metálica

El Cultural entrega el 16 de diciembre, por sólo 8,95 euros, el DVD La chaqueta metálica (1987), la particular versión de Stanley Kubrick sobre la guerra de Vietnam. Estructurada en dos partes bien distintas, la película retrata dos tipos de infierno: el que viven los marines durante la sádica instrucción militar y el que descubren después en el campo de batalla.

"Adiós amor mío, hola Vietnam", canta Tom T. Hall en clave country. Mientras, los cabellos de los futuros marines caen al suelo de la barbería. Sus miradas perdidas delatan que ya empiezan a sentirse partes del engranaje. La maquinilla les arranca aquello que les define como individuos: su historia, sus ideas, su humanidad. Pronto se dan cuenta de que están allí, como piezas de repuesto, para transformarse en máquinas de matar. No hay más motivo que ese. Estos hombres son las chaquetas metálicas de un país que combate al "enemigo" no por cuestiones de superviviencia, sino por el infundado miedo al efecto dominó de las ideologías. De la futil tragedia de estos hombres, narrada con la crudeza de un poema y la densidad de un ensayo por el escritor Gustav Hasford, Stanley Kubrick haría su única película en la olvidable década de los ochenta.

Puede que La chaqueta metálica llegara tarde a una protesta generacional que ya habían convertido en celuloide Coppola, Cimino y Stone con enorme éxito y mayores alabanzas. Puede que reconstruir la base de Da Nang y la ofensiva de Tet en las orillas del Támesis no fuera la mejor forma de otorgarle realismo a las imágenes. Puede que la figura paternal de un instructor militar sádico y malhablado ya estuviera convenientemente retratada en Oficial y caballero, Jardines de piedra o El sargento de hierro. Nada de esto, sin embargo, impide que la decimosegunda película de Kubrick respire originalidad por cada fotograma, en los que se cuela la quintaesencia del realismo, un estricto tratado sobre la patológica experiencia de todas las guerras.

Entre el orden de la primera parte y el caos de la segunda, la formación y la guerra, el campo de entrenamiento y el campo de batalla, Kubrick contrasta dos infiernos de naturaleza bien distinta. Decide liberar a los soldados del rigor y la esclavitud, de las habitaciones frías y los baños relucientes, para conducirlos directamente al matadero, a un helicóptero donde un soldado juega con su fusil a eliminar campesinos. Las reglas y rituales que rigen la vida en el campamento Parris Island, de donde emerge una historia de terror -con Vincent D’Onofrio resucitando las miradas asesinas de Alex y Jack Torrance-, dan pie a secuencias estilizadas, a luces y decorados expresivos, a un punto de vista acaso demasiado consciente de sí mismo que más tarde se transforma en nervio documental, en desnuda fotografía para retratar sin trampas escenas de guerra cerradas sobre sí mismas. Notamos, entonces, cuando ya no es posible la épica, que La chaqueta metálica está hecha de parches, piezas narrativas casi independientes, más cercanas a la estructura de los relatos cortos que a los capítulos de una novela. Todo lo que hay en común entre el bloque de las cabezas parlantes, el de los marines negociando el precio de una prostitua y luego puestos en jaque por un francotirador, es la ausencia de la espontaneidad humana. Hablan en fila y en orden al paneado de una cámara y se comunican con réplicas de John Wayne. La naturaleza humana ha dado paso al artificio de la máquina, sólo interrumpido cuando toman conciencia de que la muerte puede adoptar muchas y diversas formas.

Doble naturaleza
El soldado Joker (Matthew Modine) explica a un superior sus razones jungianas de llevar una chapa pacifista en el pecho y una inscripción en el casco que dice "Nacido para matar", y esa propuesta intelectual en torno a la doble naturaleza del hombre sirve de coartada a la barbarie. El discurso del filme define sus formas, sus tripas están contenidas en su piel, en la música popular que actúa de resorte irónico y dramático al mismo tiempo. Scorsese es de los pocos cineastas que han sabido utilizar el rock n’roll en el cine sin banalizar la imagen. Kubrick también lo consiguió. El Paint it Black de los Rolling Stones suena aquí con más rabia y verdad que nunca, inmediatamente después de que los soldados entonen un crepuscular Mickey Mouse Club que parece un lamento, cuando la imagen funde a negro para siempre en la vida de unos soldados volviendo a casa con la mirada de las "mil millas". Sus ojos que han visto la muerte, pueden ahora ver más allá del resto.


Detrás de la pantalla
-Para construir el set de rodaje de la ciudad de Hue, en una fábrica abandonada de Beckton, se trajeron 200 palmeras de España y 100.000 plantas trópicales de Hong Kong.
-El veterano de Vietnam Lee Ermey fue contratado como asesor militar, pero como hacía su papel mejor que el actor al que instruía, Kubrick le pidió que interpretara al sargento instructor, pues le bastaba con hacer de sí mismo.
-El actor Vincent D’Onofrio engordó 26 kilos para dar vida al soldado Gomer Pyle, estableciendo el récord de las transformaciones metabólicas en cine.
-Primero el padre y después la madre de Kubrick fallecieron durante la producción, pero éste no interrumpió el rodaje.