Image: La tentación vive arriba

Image: La tentación vive arriba

Cine

La tentación vive arriba

Marilyn Monroe en DVD

3 marzo, 2005 01:00

Marilyn Monroe en La tentación vive arriba

El Cultural entrega el 10 de marzo, por sólo 8,95 euros, el DVD La tentacion vive arriba (1960), primera de las dos películas que Marilyn Monroe protagonizó bajo la direccion de Billy Wilder. Comedia sensual y emblema de los cincuenta, el filme atesora la escena más mítica de la actriz, sujetándose las faldas levantadas por el paso del metro.

Hay filmes que trascienden por lo que son y otros por lo que representan. La tentacion vive arriba pertenece al segundo grupo. Bien se nota que Estados Unidos era un país crónicamente reprimido a mediados de los años cincuenta, y para confirmarlo tenemos esta película del genial Billy Wilder -no de las más grandes, aunque sí de las más populares de su filmografía-, que habla precisamente del espíritu sexualmente adolescente de una nación enfrentada a la hipocresía de su decencia victoriana. El sexo opera en la imaginación, el adulterio es un bien deseado pero prohibido, la vecina de arriba que siempre tiene calor es el pastel que todo hombre quiere en su nevera, pero el terror satanizador que inspira el sexo (después de tantos años de Código Hays) le paraliza en el momento de poner sus manos donde larga y lascivamente ha puesto sus ojos. Corría el año 1955 y la caja de Pandora se había abierto, las "vergöenzas" del comportamiento sexual norteamericano habían quedado expuestas y Marilyn Monroe, estrella mundial por entonces, era la sublimación carnal de esa conducta en torno al deseo. Podemos fiarnos de Donald Spotto, biógrafo de la estrella, cuando asegura que por entonces "la cultura le estaba pidiendo a Marilyn Monroe más que a cualquier otro personaje popular". Todo el sentimiento infantiloide respecto al sexo confluye en los labios temblorosos de la actriz y por ende en Hollywood (escaparate de los deseos que mueven el mundo) para llegar a La tentación vive arriba, que automáticamente se convirtió en un fenómeno social más que cinematográfico. Billy Wilder le confesaría años después a Cameron Crowe la baja estima que sentía por el filme: "No era más que una obra de teatro".

Después de devorar Sunset Boulevard, la actriz se comió la Gran Manzana. Y es que el éxito de una película tan desfasada como ésta -vertida de una obra menor de Axelrod- puede calibrarse por el tamaño del cartel de dieciséis metros de altura que se colgó en Times Square con la foto de Sam Shaw que convirtió a la actriz en icono, sujetándose las faldas blancas cuando se refresca sobre una reja de ventilación del metro. Probablemente no existe imagen más simbólica de Hollywood que ésta, en la que el desaparecido Cabrera Infante vio una "flor exótica" (¿una orquídea?) más que una estrella creada a sí misma batallando con los estudios (esta sería su última película para la Fox), en el esplendor de su belleza, toda piernas perfectas y sonrisa dulce bajo cabellos rubio platino. Parecía un dibujo animado. En ese esplendor, en esa sesión de fotos en Lexington Avenue, es donde se gestó el divorcio del hiperceloso Joe DiMaggio, quien apagaría la sonrisa de su mujer aquella misma noche a base de golpes. "Había millares de personas. Cada vez que el vestido volaba, él se volvía hacia otro lado", recordaba Wilder. Hoy sólo queda la imagen.

Un papel sin nombre
Así que Marilyn debía lograr una interpretación sensualmente cómica (un papel sin nombre, "la chica", que trasciende todos los clichés al tiempo que los crea) en uno de los momentos más dolorosos de su vida. Como en el propio Wilder, orquestador de tragedias para clavar en el suelo los pies de su felicidad y de hilarantes chanzas para apaciguar la tristeza que con más frecuencia le invadía -esto es la sonrisa amarga que empapa todas sus películas-, el territorio de las quimeras era también para la insegura actriz el revés de la vida contra la que necesitaba rebelarse. Nuestra "adorable criatura" (Capote dixit) pasó por el rodaje como una niña desamparada que se trababa al escuchar el motor de la cámara y tenía que decir hasta cincuenta veces "¿Dónde está ese bourbon?" para decirlo como Wilder quería, la misma que luego soltaba del tirón un diálogo de tres páginas en la primera toma. Adorable y "extraordinaria criatura", según el autor de Con faldas a lo loco, quien fue el primero en hablar del "impacto carnal" de la actriz en la pantalla, ese magnetismo que anulaba cualquier presencia a su alrededor cuando había una cámara retratándola. Por eso y a pesar de los esfuerzos de Tom Ewell y sus muecas, La tentación vive arriba es el retrato más sincero y respetuoso de Marilyn, la vecina deseada de todo hombre casado, una muñeca demasiado lista para parecerlo, desconcertante a fuerza de ingenuidad, que inspira tanta compasión como deseo, alguien que guarda su ropa interior en la nevera para afrontar el caluroso verano de su vida.

La crítica dijo que...
-"El modo de andar de Marilyn es más estrafalario e inestable que nunca. También presenta un bello toque cómico, que recuerda al habla infantil de Judy Holliday" (‘Time’)
-"Marilyn está perfecta en el papel de ingenua e incluso más en el de heroína" (Hollywood Reporter)
-"La tentación vive arriba es otro ejemplo de ingenio cinematográfico en la adaptación de un éxito teatral a celuloide..." (‘New York Daily Mirror’)