Image: Niágara

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Cine

Niágara

Marilyn Monroe en DVD

10 marzo, 2005 01:00

El Cultural entrega el próximo jueves, por sólo 8,95 euros, el DVD Niágara (1953), la película de Henry Hathaway que lanzó a Marilyn Monroe al estrellato. Con una atmósfera hitchcockiana, la estrella de Hollywood dio vida a una mujer fatal dispuesta a cualquier cosa para deshacerse de su marido, interpretado por Joseph Cotten.

Es asombroso cómo la repercusión de algunas películas descansa, más de lo que creemos, en aspectos que trascienden lo puramente cinematográfico. Por ejemplo en los andares de una actriz. El trayecto que en Niágara hace Marilyn Monroe de espaldas a la cámara cruzando una calle de adoquines, apenas 35 metros de estremecedor paseo, era el más largo registrado en los anales del cine hasta la fecha. Seguramente hoy se ha superado. Razones las había, aunque no precisamente narrativas, para sostener el plano de un personaje andando de espaldas durante tanto tiempo desde el punto de vista de un marido en su luna de miel. Henry Hathaway (o más bien la Fox) no iba a permitir que aquel largo plano, que hoy en realidad nos parece corto, se arrojara por el desagöe del olvido. Es la primera gran actuación de Marilyn de espaldas a la cámara, con ese andar decididamente torpe, como "gelatina con muelles" (según Jack Lemmon), embutida en una falda negra, pura energía sexual segura de sí misma, un andar que creó un estilo imitado hasta el delirio por jovencitas y no tan jovencitas. Nunca un culo (y su modo de moverse) había levantado tanto revuelo en el cine, ni una actriz se convertía con tanta facilidad en una atracción. A partir de entonces, Jean Harlow y Lillian Russell y Lana Turner serían historia, porque Hollywood había encontrado (que no creado) la nueva muñeca llamada a encarnar las fantasías del ciudadano universal. El revuelo llegó a Tokio, cuya prensa no dudó en adjudicar a Marilyn Monroe el sobrenombre "Honorable Actriz del Trasero Contoneante".

La Fox encontró la respuesta a sus plegarias en esta película en principio pensada para lanzar a Marilyn al estrellato, conscientes de que tenían en nómina un diamante en bruto que había brillado pero no resplandecido en sus anteriores papeles. La historia, escrita entre otros por Charles Brackett (quien también ejerce de productor), bien podría haberla dirigido Hitchcock, con esa mezcla de crimen y sensualidad, de suspense y acción tan reconocible en el maestro, con guiños a películas de muertos que están vivos, tipo el El tercer hombre -Joseph Cotten mediante- o El extraño -con campanario incluido-. Si algo le falta a Niágara para ser completamente hithcocokiana es el humor, y si algo le sobra es la candidez de su planteamiento. Encargaron la dirección a Henry Hathaway, un veterano de la industria, cineasta todoterreno que venía de dirigir Rommer, el zorro del desierto, y que hizo lo que pudo (y muy bien) con un proyecto no pensado precisamente para poner en práctica sus conocimientos de artesanía cinematográfica, sino para magnificar el deseo que inspiraban las curvas de Marilyn y sus labios siempre pintados, incluso en el hosptial. Como el mismo eslogan publicitario anunciaba, la señorita Monroe era un fenómeno de la naturaleza en sí mismo, de una fuerza tan arrolladora y salvaje como las cataratas que servían de escenario a la trama de parejas deshechas y asesinos de reemplazo. De hecho, no había más protagonista para hacerla sombra que las propias aguas, bellas y enfurecidas, cuya proximidad, da a entender el filme, es casi tan peligrosa como el propio deseo.

Mujer fatal
Lejos del papel de rubia bobalicona que más adelante se instalaría en el imaginario colectivo, aquí Norma Jeane es la encarnación del mal, una femme fatale con hielo en la sangre y pasión en el cuerpo, es decir, una mujer a la que repudiar y respetar. Eso es precisamente lo que hace Joseph Cotten, su marido en la película, odiarla y quererla con todas sus fuerzas, y de esos sentimientos encontrados se alimenta el núcelo de la película. En la única escena en la que ambos actores llegan a comunicarse, los fetichistas y curiosos tendrán un divertido dilema que resolver preguntándose qué es eso que sostiene Marilyn con tanto ardor en sus manos mientras sonríe desde la cama al señor Cotten. Hathaway dijo de ella que era "la actriz más instintiva" que jamás había dirigido, y que a pesar de sus inseguridades siempre sabía cómo hacer para que la cámara la quisiera. Cuando le preguntaron por el famoso paseo, ella contestó: "Sólo caminaba para desplazarme". La imagen de lo imposible, que bien podríamos emplear como definición de la belleza, estaba ahí... en ese desplazamiento.


La crítica dijo que...
-"Todos los actores son competentes, pero Marilyn Monroe resulta la mejor con su asombrosamente efectiva interpretación de una vulgar maníaca" (‘Newsweek’)
-"Bajo la dirección de Hathaway, [MM] logra esa especie de actuación oscilante que hace que el público la odie y la admire a la vez" (‘New York Herald Tribune’)
-"Lo que eleva a esta película del tópico es su estrella, Marilyn Monroe" (‘Time’)