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El multimillonario
Marilyn Monroe en DVD
24 marzo, 2005 01:00Marilyn Monroe en "El multimillonario"
El Cultural entrega el 31 de marzo, por sólo 8,95 euros, el DVD El multimillonario (1960), penúltima película de Marilyn Monroe. En esta comedia musical dirigida por George Cukor, la actriz comparte protagonismo con el actor francés Yves Montand, con quien mantuvo un sonado romance durante la producción de la película.
Los cameos de Bing Crosby, Gene Kelly y Milton Berle son seguramente lo mejor, lo más auténtico de una película que es toda ella artificiosidad, papel couché, bambalina sobre bambalina, y quizá lo único real aunque parezca igual de falso es el aireado affaire Montand-Monroe. Es tan inexistente la química entre ellos cuando comparten plano que hasta resulta difícil creer que existiera realmente con las cámaras y luces apagadas, compartiendo sus inseguridades y miedos, la una porque lo suyo era crónico y no había psiquiatra en el mundo capaz de ayudarla, el otro porque era su primer (y absurdo) papel en Hollywood. Otros elementos biográficos comunes a ambos actores también ayudarían al entendimiento, como el complejo de inferioridad frente a sus respectivos y célebres cónyuges, infinitamente más respetados como artistas que ellos (Arthur Miller y Simone Signoret), o simplemente que eran actores, que no es poca condición para compartir, y quizá sólo ellos entendían de verdad y sin palabras lo que le pasaba al otro en el torbellino de un rodaje tan complicado, confuso y falto de espíritu de equipo como fue el de El multimillonario. Cada cual, de técnicos a artistas implicados, estaba haciendo una película bien distinta.
En el ocaso
Citados los cameos, nos quedamos por supuesto con la penúltima Marilyn, ya en el ocaso secreto de su carrera y de su existencia, con el cabello a tan sólo un paso de alcanzar la blancura celestial y completar la evolución de chica de calendario pelirroja a diosa de color platino, del impacto carnal a la evanescencia fantasmagórica. Su interpretación en el arranque del filme de My Heart Belongs to Daddy, ensayada durante semanas, pertenece al reino de los imposibles como paradigma de la verdad interpretativa, el lugar al que se llega sólo por dos caminos: por el de la sencillez innata que da el talento ilimitado o por el de la perfección técnica del que recorre cada mueca, cada entonación, cada sílaba hasta el desfallecimiento. No faltan críticos musicales convencidos de que Marilyn podría haberse labrado una carrera como cantante y seguramente habría vendido tantos discos como Doris Day. Aquí, como en sus primeras y míticas interpretaciones para Los caballeros las prefieren rubias, la referencia a seguir es Ella Fitzgerald, cuyos discos hoy sabemos que Marilyn estudiaba casi cada noche. La malla negra y transparente que luce en este número musical (tantas veces recordada) semicubre el cuerpo más delgado que nunca lució, ya muy cerca de la vaporosidad de los mitos, y permite adivinar también, aunque sea bajo el velo oscuro de la incomprensión, que los tiempos del glamour decadente daban paso al fulgor de la década más desnuda del siglo. Es una pena que se marchara para siempre sólo dos años después. Los hippies se quedaron huérfanos de madre. Aunque podamos imaginarlo, nunca sabremos cómo hubiera cantando y bailado en los días del amor libre.
La crítica dijo que...
-"Una obra sin pretensiones, alegre, absurda y deliciosa... Marilyn está a la altura de Mary Martin cuando canta My Heart Belongs to Daddy" (‘New York World)
-"El viejo dinamismo de Monroe se pierde en favor de los requisitos del guión, repleto de tópicos de Norman Krasna y de George Cukor" (‘The New York Times’)
-"Monroe no destaca en el área interpretativa tanto como en los papeles cómicos" (‘Hollywood Citizen News’)