Image: Río sin retorno

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Cine

Río sin retorno

Marilyn Monroe en DVD

28 abril, 2005 02:00

Marilyn en Río sin retorno

El Cultural entrega el jueves 5 de mayo, por sólo 8,95 euros, el DVD Río sin retorno (1954), dirigida por Otto Preminger. En el único western convencional que protagonizó, realizado en Cinemascope, Marilyn Monroe comparte pantalla con el magnético Robert Mitchum, formando con él una de las parejas más electrizantes de toda su carrera.

Quizá es que un abogado vienés como Otto Preminger no estaba culturalmente preparado para hacer un western (¿qué director europeo lo ha estado aparte de Fritz Lang y Sergio Leone?), ni por supuesto para trabajar con Marilyn, quien hizo todo lo que pudo para retrasar el rodaje y así provocar su despido. Al director de la oscuramente imprescindible Laura le precedía la fama de que era capaz de hacer llorar al actor más duro, y sin duda Robert Mitchum era uno de ellos, si no el más duro de Hollywood junto a John Wayne. A Marilyn, por su parte, nunca le gustó la historia ni el papel asignado en Río sin retorno, pero se vio obligada a ser Kay Weston en este western que difícilmente puede ocultar su artificiosidad, no sólo en los cuatro números musicales (quizá lo mejor de la película), también en los coloridos y panorámicos paisajes fotografiados por Joseph La Selle, y por supuesto en el trepidante y largo descenso por los rápidos del río, que entre otras cosas nos sorprenden más por la resistencia de Marilyn que por el espectáculo de las secuencias de acción, muy bien filmadas aunque se vean las costuras.

Rodada en las Montañas Rocosas de Canadá, supuestamente la historia tiene lugar en Montana justo en los años posteriores a la Guerra de Secesión, cuando la quimera del oro hacía a las gentes abandonar sus hogares y desplazarse a los ríos y las minas en busca de su trozo de pastel en esa tierra de abundancia que era América. Recién salido de la cárcel por un crimen que se nos irá aclarando, Matt Calder (Robert Mitchum) está determinado a ser un buen padre para su hijo abandonado (el encantador Tony Rettig), de quien cuida una cantante de saloon (Marilyn Monroe) casada con un atractivo y codicioso jugador (Rory Calhoun). Engañados por éste, el ex-presidiario, su hijo y la cantante se ven obligados a huir de los indios a través de unas tierras salvajes pobladas de buscadores de oro amenazantes y peligrosos. Es difícil no pensar que La reina de áfrica, rodada tres años antes, fue una inspiración para este retrato de una pareja equívocamente emparejada en su interminable travesía por aguas turbulentas, pero ni Mitchum es tan cínico (aunque sí silencioso) como Bogart, ni Monroe tan puritana como la Hepburn. En todo caso, el romanticismo siempre ha casado bien con la aventura, casi tanto como Mitchum y Marilyn, dos fuerzas de la naturaleza. Bien pensado, más allá de Gable, ninguna de las parejas asignadas a Marilyn ha funcionado en pantalla. Feos o guapos, todos quedaban empequeñecidos a su lado. En algunos planos, es increíble asistir a cómo la grandeza de Mitchum también se pierde frente a la otra grandeza de Marilyn, mucho más abstracta. Aunque en favor del siniestro párroco de La noche del cazador, hay que decir que aguanta el tipo mejor de lo que nadie lo había hecho antes.

Trabajo alimenticio
La película, en todo caso, era un producto meramente alimenticio para todos los implicados, tanto para Otto Preminger -que le sirvió como campo de pruebas del Cinemascope- como para ambas estrellas, así que la actriz interpretó su parte como pudo y dio la imagen de un alma sensible en un mundo rudo, una princesa de saloon con menos volumen que la reina de una baraja. A caballo entre la mujer fronteriza y la chica de las plumas (que sublimaría Angie Dickinson en Rio Bravo), el personaje de Marilyn se queda apenas en el lado más reconocible y menos interesante de la mitología femenina norteamericana. "Me merezco algo mejor que un western de mala muerte donde la interpretación quedó en segundo plano con respecto al decorado", dijo la actriz. Su papel no iba ser la excepción en una película que recicla estereotipos procedentes de mejores y más filosóficos westerns y convierte a los indios en cuadrillas de la muerte, a los ex-presidiarios en héroes maltratados, a los buscadores de oro en almas sádicas. La honradez y el bien según unos códigos morales inequívocamente transparentes vuelven a triunfar, lógicamente, esta vez con especial virulencia en el gesto homicida de un niño que está condenando a repetir la historia de su progenitor. Aunque signifique la vergöenza, matar por la espalda está permitido en contadas excepciones. Una de ellas es salvar la vida de tu mejor amigo. Otra, la de tu padre. Con estoicismo, el héroe silencioso y seguro de sí mismo aceptará lo que venga -rejas y robos, aguas asesinas, felinos salvajes, indios y cazafortunas- y esperará mejores tiempos para la redención. El día llegará en que pueda subirse una mujer a la espalda y establecerse en el rancho a ver cada día cómo el sol se levanta por un lado y cae por el otro.


La crítica dijo que...
-"Sin entrar en detalles, el escenario es irreprochable, y el CinemaScope tiene con qué llenar su inmenso espacio" (‘New York Post’)

-"Seguramente, el guionista ha hecho lo posible para intentar mantener un equilibrio justo entre la naturaleza y la señorita Monroe"" (‘New York Times’)

-"La señorita Monroe puede hacer todo lo necesario para interpretar una película de aventuras" (‘Los Angeles Examiner’)