Image: Me enamoré de una bruja

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Cine

Me enamoré de una bruja

La Gran Comedia en DVD

23 junio, 2005 02:00

Kim Novak y James Stewart

El Cultural entrega el próximo jueves, por sólo 8,95 euros, el DVD Me enamoré de una bruja (1958), de Richard Quine. Protagonizada por Kim Novak y James Stewart , la misma pareja de Vertigo cambió totalmente de registro encabezando esta comedia en la que una encantadora bruja de Nueva York lanza un conjuro a su vecino para que se enamore de ella.

Campana, libro y vela es la traducción fiel del título original de esta película (Bell, Book and Candle), que aquí se estrenó como Me enamoré de una bruja, seguramente tratando de emular el éxito de René Clair Me casé con una bruja (1942), con la que nada tiene que ver esta película dirigida por Richard Quine quince años después de aquélla. Lo que acontece en este divertimento extremadamente elegante y sofisticado, que no invita a la carcajada sino a la grata sensación de entrega que provocan todas las historias contadas con inteligencia y buen gusto, es un aquelarre de brujas y hechiceros que no confían en el amor porque el amor puede destruirles. Según nos cuenta este filme injustamente olvidado, las brujas no pueden sonrojarse ni llorar (es decir, enamorarse), o al menos las brujas de Manhattan. Gill Holroyd (Kim Novak) es una de ellas, joven y atractiva, que posee una tienda de anticuarios y se aburre. Quiere algo excitante en su vida. Quien se lo va a proporcionar es su vecino el editor Shep Henderson (James Stewart), a punto de casarse con una antigua compañera de estudios de Gill, por quien ésta no siente lo que se dice especial simpatía. Con ayuda de su gato Pyewacket (nombre que ningún mortal podría inventar), hace uso de sus poderes ultramundanos para que el atractivo editor se enamore arrebatada y perdidamente de ella. El conflicto y la razón de ser de esta historia surge cuando ella también cae rendida a los encantos (naturales) del editor, algo que al principio es objeto de burla y más tarde de preocupación por parte de su hermano Nicky (Jack Lemmon) y su tía Queenie (Elsa Lanchester), también versados en las artes de la brujería.

Lo cierto es que el conjuro que tiene lugar en esta deliciosa película tiene todo que ver con Kim Novak, con su belleza fuera de catálogo, de mirada felina (explícitamente homenajeada en un plano inolvidable), vacua e inteligente; de un cuerpo a medio camino entre la impactante carnalidad de Marilyn, la sexualidad de Rita y la elegancia natural de Greta, retratada aquí con auténtica devoción, como no podía ser menos bajo la mirada de Richard Quine. Uno y otro, Novak y Quine, forman como lo hicieron la Dietrich y Von Sternberg o Ullman y Bergman una de esas parejas musa/artista que mejores resultados han ofrecido en la gran pantalla. Salvando el aura de verde fantasmagoría que le otorgó Hitchcock en Vértigo -del mismo año que esta película y con el mismo actor, James Stewart, cayendo inevitablemente en sus redes-, no podremos encontrar en ningún otro lugar a una Kim Novak más seductora -esa voz dulcemente rasgada... sólo posible en versión original- que la que protagoniza Me enamoré de una bruja y el ramillete de películas que hizo bajo las órdenes de Richard Quine, sin duda una de las personalidades clave de la comedia norteamericana de los 50 y 60, sinónimo de elegancia y solvencia. Su fidelidad a los esquemas clásicos de la narrativa cinematográfica no le impidieron sin embargo adoptar audaces fórmulas incluso en películas tan aparentemente formales como ésta, presentes en los efectos visuales y sonoros, en los varios planos subjetivos del gato o en la larga panorámica de un sombrero arrojado desde lo alto de un rascacielos. La magia se prestaba a ello.

Guión admirable
En el guión de Daniel Taradash a partir de un éxito de Broadway de John Van Druten, a pesar de algunos giros hoy bastante previsibles, encontramos varios momentos admirables. En uno de ellos, se define el matrimonio como "tener siempre a alguien leyendo por encima de tu hombro". Además, permite disfrutar de la singular interpretación de Ernie Kovacs en la piel de un escritor a un vaso de whisky pegado, que nos hace lamentar lo pronto que desapareció este actor y lo mucho que nos hemos perdido de él. Temáticamente, el filme es precursor de muchos otros; no en vano, la película Bewitched protagonizada por Nicole Kidman (todavía por llegar a nuestras salas) se basa en la mítica serie Embrujada que a su vez tiene su origen en esta película. De la dulzura de la serie, sus tentáculos se extienden a la oscuridad de Roman Polanski, quien no puede negar haberse topado con esta película mientras cavilaba La semilla del diablo, por lo que al retrato de una comunidad de vecinos hechiceros se refiere. De herencias oscuras o luminosas, en Me enamoré de una bruja sólo cabe en verdad una interpretación cabal, lejos de los que ven en ella un subtexto gay (consistente en sustituir a los brujos por homosexuales), y es que la única y verdadera magia es la inexplicable magia del amor.


Curiosidades
-El nombre del gato, Pyewacket (pronunciar ‘paiguaquet’), se hizo bastante común entre los felinos norteamericanos a partir del estreno de la película.
-Kim Novac, Jack Lemmon y Ernie Kovacs se convirtieron en actores habituales en las películas de Richard Quine, tanto comedias como dramas.
-Este sería el último papel romántico de James Stewart, quien a partir de entonces adoptó para la pantalla personajes que no le obligaran a formar pareja con mujeres a las que casi doblaba en edad.