Cine

Sin perdón

Clint Eastwood en DVD

27 octubre, 2005 02:00

Clint Eastwood en Sin perdón

El Cultural entrega el jueves 3 de noviembre, por sólo 7,50 euros, el DVD Sin perdón (1992), el último gran western del cine norteamericano. Ganadora de cuatro Oscars, entre ellos a Mejor Película y Mejor Director, la película devolvió al género su legendario lirismo. Con el oscuro relato del pistolero William Munny, Clint Eastwood entró en el parnaso de los inmortales.

Lo mejor que se puede decir de una película es que, por más veces que sea vista, nunca provocará hastío o aburrimiento. Incluso conservará la misma clase de emoción que provocó la primera vez que la vimos, sólo que enriquecida y asimilada. En el parnaso cinematográfico descansan hoy unas cuantas películas de este tipo, referencias comunes en las encuestas tipo "las 100 mejores películas" que de vez en cuando se publican. Acaso El Padrino, 2001, Carta de una desconocida, Luces de la ciudad... Cada cual tiene su lista de películas aliadas con el tiempo, envejeciendo como los buenos vinos. Podríamos señalar muchos motivos para que Sin perdón entre en esos ‘rankings’, pero seguramente la razón principal es su carga de poesía, que es lo que no le falta a ninguna película con el soplo de eternidad metido en los huesos. El aliento poético de Sin perdón no es menos valioso que el logrado por otros maestros del lirismo aplicado al western -John Ford o Howard Hawks o Sam Peckinpah-, y además salta a los sentidos desde su plano inicial. Ese "conocido ladrón y asesino" cavando una tumba bajo un árbol junto a su casa, recortado por un bello crepúsculo, es la síntesis de un tiempo que se desvanece, de una era de pistolas y anarquía que da paso a la ley y el orden. El plano corta a la noche y a la lluvia y a un rostro marcado a cuchillo, un brote de inteligencia narrativa que en un minuto ha puesto todas las cartas encima de la mesa. Comienza el espectáculo, la última frontera moral del cine norteamericano, oscuros versos en cinemascope apuntando a las entrañas de la decadencia. La poesía en cine, como en literatura, es cuando la imagen (la palabra) esconde mucho más de lo que enseña.

Dar respuesta a lo que enseña y a lo que esconde Sin perdón es comprender las razones de que Clint Eastwood esperara diez años para dirigir esta película, hasta haber envejecido lo suficiente como para calzarse las botas de ese "hombre de carácter notoriamente inmoral y violento" llamado William Munny, que hoy es tan necesario para la mitología del viejo oeste como lo fueron Billy The Kid o Wyatt Earp. De ahí la importancia del personajillo llamado Beauchamp, cronista de unos hombres y unas leyendas en extinción. En los tragos que William Munny toma de la botella asistimos impávidos a cómo el odio vuelve a truncarle la sangre, vuelve a convertirle en una incruenta máquina de matar, dando respuesta así a la espiral de violencia en la que habita la sociedad norteamericana desde sus balbuceos. "La película se desarrollaba en 1880, pero trataba de la violencia armada, un problema de rabiosa actualidad", le dijo Eastwood al periodista Henri Baher de "Le Monde" en 1993. ¿Pero trata en realidad Sin perdón de la violencia armada en Estados Unidos? ¿O de algo mucho mayor? Como en obras anteriores y posteriores a ésta que colman la filmografía eastwoodiana -como Cazador blanco, corazón negro, Un mundo perfecto, Poder absoluto, Ejecución iminente, Million Dollar Baby...-, lo que realmente parece intersarle al cineasta es la reflexión moral sobre el acto de matar en sus diversas variantes, sea asesinato a quemarropa, homicidio legal, caza de elefantes o eutanasia. "No es fácil matar a un hombre. Le quitas todo lo que es. Y todo lo que podría ser", murmura Eastwood en la piel del pistolero William Mummy.

El misterio
En la escena de la matanza en el Greeley, vuelve revelada la clave de un cineasta que rueda como los grandes. No hay cortes rápidos ni violencia sin intención, sino una historia que responde a una estrategia, donde los acontecimientos pueden ser inverosímiles pero totalmente plausibles. En la luz de ceniza de los exteriores y en el tenebrismo de los interiores, en la sencilla y contundente crónica de una venganza y de una redención imposibles, en unos hombres que existen por lo que fueron o lo que inventan, la dimensión poética de Sin perdón sigue siendo un misterio desde su mismo título. ¿Cómo es posible que tratando los grandes temas ya tratados por el género, la inercia narrativa y estética de la película nos conduzcan a un estado de asombro continuo? Cuando creemos saber quién es realmente William Munny, de repente una mujer nos revela lo peor de su pasado, y el personaje muda de rostro, adquiere una dimensión grave y desconocida. ¿Nos encontramos, como se ha repetido hasta la saciedad, frente al canto del cisne del western? El género ya andaba enterrado tiempo atrás, pero Eastwood se encargó de ponerle un bello epitafio.


Curiosidades
-El guión de David W. Peoples circuló por Hollywood durante veinte años, y el primero en comprar sus derechos fue Francis Ford Coppola.
-Richard Harris estaba viendo el primer western de Eastwood, Infierno de cobardes, cuando el director le llamó para participar en la película.
-La película está dedicada a Sergio (Leone) y Don (Siegel), mentores de Clint Eastwood.
-Las botas que calza Clint Eastwood durante toda la película son las mismas que calzaba en Rawhide, la serie de televisión que le hizo popular.