Cine

El sargento de hierro

Clint Eastwood en DVD

3 noviembre, 2005 01:00

Clint Eastwood en El sargento de hierro

El Cultural entrega el jueves 10 de noviembre, por sólo 7,50 euros, el DVD El sargento de hierro (1986), largometraje dirigido y protagonizado por Clint Eastwood. A través del carisma de un sargento duro y rebelde encargado de instruir a un regimiento de novatos, el cineasta volcó en esta película bélica uno de sus grandes temas: la lucha del individuo frente al sistema.

Ambigöedad ideológica. Estas dos palabras valdrían para etiquetar la posición política de Eastwood, recogida con vísceras y cerebro en esta película, El sargento de hierro, quizá de forma más manifiesta que en cualquier otro de sus títulos. Veinte años después, se hace necesario valorar este filme en su justa medida, es decir, como un título nacido en la patriótica era Reagan que se inscribe entre dos de sus propuestas más personales -El jinete pálido y Bird- y que por tanto responde en mayor medida a los pactos comerciales del cineasta que a sus verdaderos intereses creativos. Perteneciente en la memoria cinematográfica a esos populares filmes de instrucción castrense que tienen lugar en cuarteles del ejército norteamericano, con un blasfemo y vociferante instructor entregado a la causa de machacar a los reclutas novatos -Arenas sangrientas, Oficial y caballero y, más tarde, La chaqueta metálica-, El sargento de hierro es ante todo el retrato de un hombre que se debate entre la pertenencia a los ideales del ejército y la fidelidad a sí mismo. A través de este rebelde nato en el corazón de la patria, Eastwood revisita uno de los grandes terrenos pantanosos por los que siempre ha circulado su cinematografía: la batalla entre el individuo y el sistema, extensible a su lucha personal en el asfixiante y competitivo mundo Hollywood.

La ambigöedad ideológica proviene de las manifiestas paradojas que pueblan su cine. Quien quiera tacharlo de republicano, ultraderechista o incluso fascista encontrará razones (y escenas) para hacerlo, pero también las encontrará el simpatizante de los demócratas, del grito silencioso de las minorías o de la lucha contra la opresión y corrupción del sistema. En una película como Mystic River, tan delicada y sutil a la hora de echar por tierra las creencias de una nación ególatra y sólo aparentemente civilizada, no es atribuible sólo a la profesionalidad de los actores la coincidencia de Tim Robbins y Sean Penn en el reparto, sabiendo como sabemos lo que representan políticamente en Hollywood. Así pues, en cuestiones políticas hay que escuchar a Eastwood a través de sus propias contradicciones, sobre todo en un país que no acepta las medias tintas, al individualista que no está dispuesto a casarse con nadie, como de hecho no lo están el sargento Highway, el periodista Steve Everett, el director John Wilson, el ladrón Luther Whitney, el pistolero William Munny, el entrenador Frankie Dunn y tantos perdedores y freelance que ha interpretado a lo largo de su carrera. Lo suyo es ir por libre.

Frente al sistema
En El sargento de hierro, por supuesto, no falta nada de esa rebeldía que nace en el corazón del sistema, un sargento con metralla en el cuerpo premiado en Corea, que ha sacrificado a su mujer, su familia, amigos y reputación para rendir pleitesía al cuerpo de los marines, pero estancado en el escalafón por decir siempre lo que piensa a sus superiores. En el entramado jerárquico y burocrático del poder, no cabe la honestidad, sólo la ciega servidumbre. Frente a esto se revela el sargento, frente a lo que en gran medida él mismo instruye a sus reclutas, frente a la perversa disciplina que no se plantea a qué responde. Una contradicción que, en el señor Eastwood, da respuesta o más bien actúa de metáfora de sí mismo, de su lugar en la industria cinematográfica, de sus sacrificios creativos en beneficio de sus ambiciones profesionales. Acaso gracias al éxito comercial de esta película, compró la libertad que le permitió hacer a continuación Bird, quizá su más contundente y personal obra maestra.

Casi todas las decisiones que Eastwood tomó en esta película, tanto las que tienen que ver con la dirección como con su interpretación -forzada hasta el límite de la caricatura... hallamos el rastro de George C. Scott-, parecen apuntar directamente al tipo de producción polvorienta que Sam Fuller diseñó con tanta naturalidad en el género bélico (Invasión en Birmania, Uno rojo, división de choque), donde la vitalidad, la virilidad y la incorrección política campan a sus anchas. Sólo si escarbamos un poco, encontramos una gran deuda con el cine de serie B. Para bien o para mal, se complementan en El sargento de hierro las dos grandes líneas de Clint Eastwood, es decir, su papel de estrella, incorporando al macho americano, con su interés por las historias de emociones íntimas y reclamos políticos. En todo caso, agradecemos que el aroma a cine transparente, artesanal, sin pretensiones desaforadas, impregne cada esquina de la pantalla.


Curiosidades
-El Departamento de Defensa de Estados Unidos apoyó el proyecto en un principio, pero tras ver un primer montaje, se descolgó de la película.
-El título "Ayatollah del Rock and Rollah" también se emplea para describir a un personaje en Mad Max 2.
-El actor Mario Van Peebles lleva puesta una camiseta de la película Sweet Sweetback’s Baad Asssss Songs, pionera de la ‘blaxpoitation’, que dirigió y protagonizó su padre Melvin Van Peebles.
-Partes del desembarco en Granada fueron grabadas durante un simulacro de invasión de los marines.