Cine

La escurridiza, o cómo evitar el amor

Director: Abdel Kechiche

15 diciembre, 2005 01:00

Sara Forestier en La escurridiza...

Intérpretes: Osman Elkharraz, Sara Forestier. Guionista: Kechiche & Lacroix. Estreno: 16 diciembre 117 min.

A la luz de las recientes revueltas en los suburbios de París, La escurridiza o cómo esquivar el amor refuerza su valor antitópico. Cuando el cine social ha insistido, casi desde un determinismo antropológico, en definir las cualidades emocionales de sus personajes a partir de su precariedad económica y/o laboral o su relación con la violencia y las drogas, la película de Abdellatif Kechiche sorprende por profundizar en los sentimientos amorosos de sus criaturas sin insistir en describir su entorno. He aquí el amor como lenguaje universal, algo que el teatro de Marivaux, con sus equívocos y sus desencuentros, supo retratar desde la alta comedia.

Imagínense, pues, lo improbable que podrían resultar los diálogos de una de sus obras, El juego del amor y del azar, puestos en boca de una pandilla de adolescentes que viven en una ciudad dormitorio. En esa improbabilidad, que está más en la mirada prejuiciosa del espectador que en la propia realidad en que se desarrolla la película, Kechiche está testando nuestra resistencia a superar las etiquetas que impone el propio cine social. Cuando vemos cómo se reproducen los bailes amorosos de Marivaux fuera de los ensayos de la obra, entre Krimo (Osman Elkharraz), que se ofrece como actor principal aun sabiendo que su implicación en los escenarios del instituto tiene poco que ver con el interés por el teatro, y Lydia (Sara Forestier), tan gritona y segura de sí misma, comprobamos hasta qué punto el amor es democrático.

Cuatro César en el 2004 recompensaron la calidad de una propuesta que encuentra en su modestia su mejor baza. En manos del Matthieu Kassovitz de El odio, los adolescentes de La escurridiza... serían delincuentes o drogadictos, carne de cañón para las fuerzas vivas. Aquí se comportan como adolescentes en una realidad reconocible, víctimas de los celos, celestinas ambulantes, chicos y chicas con el corazón confuso, manipuladores y traidores cuando llega el caso de comprometerse, silenciosos enamorados detrás de los bastidores. Independientemente de su extracción social, viene a decirnos Kechiche, los personajes de La escurridiza... son personas humanas sometidas a una representación, la de los tiras y aflojas del amor cortés. Tal vez nos canse su agresividad verbal, en algunos casos irritante (y que parece algo exagerada), y tal vez nos chirríe alguna secuencia innecesaria (la de la irrupción brutal de la policía, que no pinta nada según el planteamiento de la película), pero es cierto que el realismo de La escurridiza... nunca oculta su carácter ficcional, con sus continuas idas y venidas entre lo real, lo ensayado y lo ficticio, aunque su tratamiento visual, dominado por la gramática de la cámara digital, se aproxime al del documental puro y duro.

Quizás la naturalidad con que se nos muestra la convivencia de diferentes razas y culturas en la sociedad francesa resulte algo idílica, pero la fuerza de la verdad, que no es otra que la de la emoción, se impone al final del metraje. El momento en que un inexpresivo Krimo olvida sus frases de la obra de Marivaux en clase, presionado por la impaciencia de una profesora a la que le faltan unas cuantas lecciones de pedagogía, demuestra la autenticidad de una propuesta que, con un montaje algo más pulido, daría sopas con honda a muchos de los intentos de cine social de la producción patria, más obvios y más pretenciosos que esta pequeña película de amores prepúberes.