Cine

David Trueba

“La juventud actual es muy conservadora”

6 abril, 2006 02:00

David Trueba. Foto:

Tras obtener la Biznaga de Plata al Mejor Director en Málaga, David Trueba estrena mañana su cuarto largometraje. Bienvenido a casa es una comedia romántica cuya sencillez representa su mejor baza, un relato que, respetando las reglas del género, mantiene un discurso social y humano pegado a la calle. El joven Trueba, cuyo talento no decae, explica a El Cultural las claves de un film en el que humor, emoción y ternura se mantienen en perfecto equilibrio.

Cuando presentó Solados de Salamina en el Festival de Cannes, David Trueba (Madrid, 1969) reaccionó a la alergia que le produce "un cine ejecutado por y para la élite", un cine que, confiesa, le produce "cierta sensación de estafa". Las secuelas de esa reacción se traducen, tres años después, en Bienvenido a casa, su cuarto largometraje, una comedia romántica con los pies en el suelo, hecha de "personajes cercanos y cotidianos", cuya única aspiración (y esa es su grandeza) es "celebrar la vida a través de la risa y la emoción".

El joven de los Trueba lo consigue narrándonos la historia, a veces conmovedora, otras hilarante, de Samuel y Eva (Alejo Saura y Pilar López de Ayala), joven pareja que pone a prueba su larga relación de ocho años viviendo juntos por primera vez. Madrid principios de siglo es el paisaje urbano, y la redacción de una revista semanal de actualidad el escenario en el que el fotógrafo Samuel pasa sus días con una serie de personajes extravagantes (periodistas), de aquellos que pueden hacer de una película una experiencia memorable, interpretados por pesos pesados del cine español como Juan Echanove, Jorge Sanz, Ariadna Gil, Carlos Larrañaga o Concha Velasco. Cine inteligente y sensible, de esqueleto wilderiano y musculatura truffautiana. Cine fresco armado sobre los mimbres de un género tan masticado como la comedia, pero al mismo tiempo muy pegado a la calle.

¿Cómo se consigue?
-Uno trata de que cada película que hace surja de la necesidad incontrolable de hacerla, y dejar en la historia que cuentas la impronta de la espontaneidad con que nació, sin tratar de atenazarla o de constreñirla. Quise hacer una película llena de luz, pero que también fuera capaz de decir las cosas más crueles. Por un lado, creo que Bienvenido a casa te puede hacer sentir lo maravilloso que es tener un bebé en los brazos, y al mismo tiempo dice cosas brutales sobre la pareja y los niños. Yo no he oído nunca en una sala de cine que los hijos son vampiros, te roban la sangre y te pisotean, sin embargo hay un personaje que lo dice, y además lo piensa. Para mí, las dos caras de la moneda, la ternura y la crueldad, son igual de válidas.

-¿Se siente especialmente cómodo trabajando en comedia?
-Es un género que para mí es cómodo para trabajar pero incómodo para observar luego los resultados. Además, en los escalafones de prestigio, parece que hacer reír a la gente es algo menor. Siempre se pide algo más a la película. Todo el tiempo dicen que escribir comedia es lo más difícil, y debe serlo, porque si te ríes de algo es porque te afecta, y ese efecto no es fácil de producir. De algún modo, la forma en que películas como El apartamento o El verdugo reflexionan sobre determinadas cosas es mucho más efectiva que si se contara eso mismo lanzando una pedrada contra el cristal.

-Una de las pedradas de Bienvenido a casa va dirigida a los críticos de cine. El crítico ciego (Juan Echanove) es un tipo inolvidable...
-Con ese personaje, aparentemente le estoy dando una bofetada al gremio, pero al final lo que estoy diciendo es que probablemente no necesitas ojos para ver cine. El discurso de un ciego sobre el cine puede ser incluso más exacto que el de cualquier crítico reconocido. Es una postura moral, es decir, es un canto a la imperfección. El menos dotado para hacer algo, es el que lo hace. Y lo puede hacer bien. Por qué no.

-Algo de eso también hay en el protagonista, aparentemente el menos preparado para tener un hijo...
-Yo quería que la pareja protagonista tuviera 27 años sobre todo por eso, para encontrarse en la casilla de salida sin estar preparado. También es que se ha alargado demasiado el período de protección y amparo paterno. Encuentras gente que con 27 años está exigiendo a su padres que les sostenga la vida, recordándoles que si no, no hubieran tenido hijos. Como si tener hijos fuera siempre una decisión madurada...

-De algún modo, subvierte la idea de que vivir en pareja y formar familia es una postura acomodada. En su película, hacerlo con 28 años, en Madrid, es toda una aventura, toda una heroicidad...
-La vida sólo la vives una vez, y siendo sincero... cuando oigo lo difícil que lo tiene hoy la juventud, con la dificultad de la vivienda, de los horizontes laborales precarios, de la incertidumbre por el futuro, etc. pienso en las generaciones de nuestros padres y abuelos, en cómo ellos realmente no tenían nada. Mis padres tuvieron ocho hijos en una portería. Emprendieron un camino de vida por la regeneración, sacrificando su propia generación por la siguiente. Los hijos son de las pocas ventanas que no se pueden cerrar hacia la progresión. Creo que la juventud actual es muy conservadora. En su actitud antisistema por decreto y en su desapego político, encuentro una sensación de que piensan que, aunque no hagan nada, hay algo que les corresponde. Esto es una propuesta muy conservadora que se reduce a "yo tengo derecho a...". Pero si miraran a su alrededor, se darían cuenta de que nadie tiene derecho a nada. Tampoco creo que sea necesario haber solventado todas tus necesidades para tener un hijo.

Mecánica narrativa
-A pesar de que todos estos temas están en el subtexto, usted ha apostado por una narración y unos personajes muy sencillos...
-Así es. He querido recuperar el espíritu de ciertas películas que me gustan y que están despojadas de demasiada parafernalia y mecánica narrativa. Cuando la historia se me complicaba, como la subtrama de la venta de niños, procuraba bajar al suelo. Siempre he defendido a Besos robados frente a otras películas de Truffaut porque está más despojada, es como una pequeña acuarela... o como el primer Woody, que no te deja rascar mucho en los personajes, te alejarte del psicologismo para darte la piel del personaje.

-Los secundarios aportan el cinismo y la comedia; mientras que la pareja protagonista, la inocencia y la ternura... ¿Cómo encuentra el equilibrio entre ambos tonos?
-Sí, son dos tonos bien distintos. Uno lleva la partitura a un lugar más arriba, más fuera del pentagrama, y la otra parte la mantienes en una nota más sostenida, romántica y emocional, tatando de que las interrupciones de unos instrumentos por otros provoquen una musicalidad, no un disparte. Ahí está el gusto, en jugar a dos bandas. A mí me gustan mucho las películas de Preston Sturges que tienen un personaje central muy inocente y puro que de pronto se ve rodeado por una troupe de personajes estrafalarios, mucho más retorcidos, más miserables pero en el fondo igual de bondadosos que él. Es la pureza sostenida en un juego de constrastes con los secundarios. Eso es lo que he buscado. Algo que también está en Wilder, por supuesto, en El apartamento, donde el personaje de Jack Lemmon tiene mucha pureza.

-También asoma en su comedia esa sonrisa amarga wilderiana...
-Sí, una sonrisa triste porque la vida es ir descubriendo que hay cosas que son como pensabas y hay otras muchas que son mucho peores. Pero eso no significa que debas perder el amor y la curiosidad, sino que al contrario, debes fomentarlos...

-Bienvenido a casa parece recoger su postura frente al periodismo...
-No he tratado de hacer un retrato definitivo de la vida en una redacción pero sí he tratado de que lo que diga de ello, responda a mi manera de verlo. De no dedicarme al cine, yo con toda seguridad hubiera desempeñado mi carrera, que es Periodismo. Seguramente sería un especimen de redacción. Tengo relación con el entorno y algunas cosas que me cuentan amigos periodistas me producen mucho estupor... Creo que es una profesión estupenda porque tienes que tener el grado justo de cinismo. Como te pases un poco de ese cinismo, estás siendo un mal periodista. El contenido mental y moral del que ejerce esa profesión debe ser muy justo. Es complicado, porque ejerce una función social.

-¿Y la función social del cine?
-Para mí es tan social el señor que hace Algo pasa con Mary como el que hace algo sobre el hambre en el tercer mundo. Cada uno utiliza el cine en función de lo que cree que en ese momento debe hacer. El cine tiene que ser plural. Si debe responder sólo a una manera determinada de entenderlo, ya me parece mal.

-¿Cuál es entonces su manera de entenderlo?
-Entiendo que el cine que más placer me ha dado como espectador es el cine de entretenimiento para adultos, basado en conflictos y conceptos adultos como la sexualidad, la convivencia, la paternidad..., y no tanto la heroicidad y la épica. De algún modo, mi responsabilidad como cineasta es prolongar la interpretación que yo haría de los cien años de historia del cine, seguir haciendo esas películas que me gustaría ver.