Las esculturas de luz de Christian Herdeg
El uso de la luz -aprovechada como elemento físico y no como ilusión pintada-, que se inició en el arte a partir de las exploraciones de Moholy-Nagy y su grupo en la Bauhaus de la década de 1920, entroncó -hasta hoy- la
El uso de la luz -aprovechada como elemento físico y no como ilusión pintada-, que se inició en el arte a partir de las exploraciones de Moholy-Nagy y su grupo en la Bauhaus de la década de 1920, entroncó -hasta hoy- la práctica del arte con la tecnología, la industria y el diseño industrial. Aquellos moduladores de luz -máquinas construidas en metales pulidos y plásticos reflectantes- se consideran los progenitores de la escultura lumínica, cuyas diversas vertientes (desde el pop-art al minimal) han proliferado en las últimas décadas. Se presenta ahora en Madrid, por primera vez, la obra del suizo Christian Herdeg (Zúrich, 1942), seguidor inmediato de la segunda generación de artistas de la luz, la de 1960, que encabezaron en Estados Unidos Dan Flavin, Preston MacClanahan, Howard Jones y Chryssa, y en Europa Lucio Fontana y François Morellet.La escultura de Herdeg se ha distinguido siempre por aparecer dotada de una acusada calidad poética, de ese particular "lirismo" que declara el título de esta exposición -Lyrical neon-, o sea, por oponerse a las interpretaciones de luz agresiva características del arte americano, a las que Herdeg contrapone los principios de exquisitez y delicadeza en los tres formatos preferentes de su producción, representados en esta muestra: luminosidad y colorido muy matizados, extraordinariamente sutiles, en sus Círculos; efectos de iluminación suave e ilusiones ópticas sorprendentes en sus Cubos de acrílico, impresiones éstas que se derivan de la refracción interior de la diagonal de un tubo de argón sobre las paredes transparentes del contenedor cristalino; y contraposiciones directas e imprevistas de color y de tonalidad en sus Horizontales, líneas integradas por tubos de neón superpuestos entre sí en un enorme espacio vacío. Nos encontramos con una práctica del arte de un purismo poco común, cuyas estructuras geométricas y cuya naturaleza "de luz" quedan salvaguardadas de añadidos que pudieran alterar su naturaleza. Herdeg confiesa su renuncia a la retórica y a las alusiones paisajísticas, y expresa su deseo de que estas imágenes desmaterializadas -en las que se interrelacionan hasta confundirse luz y colorido, superficie y espacio- constituyan "citas poéticas de mitos de creación". A esta referencia "cósmica" contribuye ese soplo de luminosidad, ese disco de luz difusa o halo que se desprende de la liviandad del resplandor y de la sutileza etérea de estos objetos, que cobran carácter de meteoro luminoso, de realidad física trascendida por unos registros adicionales de misterio o romanticismo.
Esa capacidad para dotar de extrañeza al objeto común remite a los orígenes formativos de Herdeg, que en su juventud fue luminotécnico, cameraman y fotógrafo muy influido por su paisano Robert Frank, propulsor de la Live Photography, que defendía que las imágenes, además de ser información ilustrada, constituyen una obra personal si están dotadas de cierta carga de expresión formal. A la vez, cuando volvió a Zúrich en 1971, tras una estancia de tres años en Canadá y Estados Unidos, se incorporó a la poética del arte concreto postulado por el grupo suizo heredero del purismo abstracto de Max Bill, y desde entonces viene considerando en su obra las bases matemáticas relativistas de Einstein y de la física nuclear, así como experimenta de continuo con las interacciones de color, tras un arte entendido como "creación pura".