Remake
Director: Roger Gual
20 abril, 2006 02:00Gustavo Salmerón y Juan Navarro en Remake, de R. Gual
"Un día más me quedaré sentado aquí/en la penumbra de un jardín tan extraño/Cae la tarde y me olvidé otra vez/de tomar una determinación/Esperando un eclipse me quedaré...". Grabada en 1982, la letra de La estatua del jardín botánico de Radio Futura evoca el estatismo de un microcosmos donde el tiempo ha quedado suspendido, y se niega a admitir sus arrugas, a reconocer la erosión que demuestra que todo ha cambiado porque, en realidad, nada ha cambiado. En 1982, probablemente los personajes de Remake ya habían empezado su vida de "yuppies", alejándose de la comuna hippie en la que compartieron los porros y la liberación sexual de una generación que acabaría contradiciendo los principios de su opción vital. Y probablemente, cuando vivían alejados del mundanal ruido, no sabían que estaban construyendo su propio jardín botánico, aquel invernadero al que volverían treinta años después creyendo que en él, aunque sólo fuera durante un fin de semana, podrían reproducir el ambiente, el afecto, el estilo de vida de aquella época.La película de Roger Gual detesta la nostalgia, lo que la convierte, en cierto modo, en la antítesis de una aparente hermana gemela, el famoso Reencuentro de Lawrence Kasdan. El naturalismo árido de Smoking Room, también su estructura episódica, se contagian a una propuesta que, gracias al excelente guión de Gual y el traductor y escritor barcelonés Javier Calvo, trabaja con inteligencia sobre los prejuicios que todos tenemos sobre generaciones que conocemos muy de cerca, la de los "progres" que, recién salidos de L'orgia de Francesc Bellmunt, han acabado aceptando las normas de la burguesía a la que genealógicamente pertenecían, y la de sus hijos, gente sin ideales-sin ilusiones-sin principios. Remake borra la línea imaginaria que, en teoría, separa a ambas generaciones para hablar del desencanto innato a la naturaleza humana, de la adicción al conflicto, del egoismo que nos empuja a decir cosas de las que nos arrepentiremos para no tener que mirarnos al espejo.
En ese sentido, no estamos tan lejos del cine de Todd Solondz. A través de la observación entomológica de los usos y costumbres de un grupo de personas, Roger Gual consigue, como Solondz en Happiness, extraer de ellas todas sus miserias cotidianas. El humor gélido e implacable de Remake proviene a menudo de la identificación del espectador con las actitudes cotidianas de la convivencia, y de la extrañeza que nos produce vernos reconocidos en diálogos y comportamientos tan "normales" como excéntricos (ver la irresistible secuencia de la conversación en el coche entre el imperturbable álex Brendemöhl, tan cómico en su estupefacción como un Buster Keaton treintañero, y el espléndido Manuel Morón). Es cierto que, a veces, parece que Gual no tenga demasiado cariño por sus criaturas, a las que deja en evidencia siempre que puede, apoyado en la complicidad de unos actores -sería difícil destacar ninguno, porque todos, desde Juan Diego hasta Gustavo Salmerón, pasando por Marta Etura o Silvia Munt, están magníficos- que entienden la oscura complejidad de los personajes que interpretan. Es una apuesta por retratar la árida tristeza de las hojas secas de un jardín botánico donde los eclipses siempre siguen aplazándose, encerrando a sus habitantes en un mar de dudas y frustraciones.