El tigre y la nieve
Director: Roberto Benigni
6 julio, 2006 02:00Roberto Benigni en El tigre y la nieve
Cuando en los primeros minutos del filme, el poeta Attilio (Roberto Benigni) le dice a su reluctante y amada Vittoria (Nicoletta Brascia) que no puede "perderse el espectáculo de un hombre enamorado", podemos ya intuir que es de ese preciso espectáculo del que el comediante italiano quiere hacernos partícipes. Conviene aclarar, sin embargo, para todos aquellos que conserven un grato recuerdo de la pasional conducta de Guido hacia su "Principessa" en La vida es bella, que esta revisita al amor edulcorado como cobijo frente a la crueldad humana probablemente no sacie sus expectativas.Benigni regresa a los fueros de la fábula ternurista y traslada ahora a la guerra de Irak su actitud de vida impermeable al pesimismo, de modo que la pulcritud con que retrató las trastiendas del horror nazi tiene su reflejo en las no menos pulcras dependencias de un hospital de Bagdad. Llevada allí por su investigación para la biografía que prepara del poeta local Fuad (Jean Reno), Vittoria se debate entre la vida y la muerte al ser sorprendida por uno de los primeros ataques norteamericanos. Attilio, soñador recurrente de una boda felliniana con Vittoria -mientras Tom Waits canta un delicioso medio tiempo compuesto para la ocasión-, actúa impulsado por un amor novelesco que no conoce peligros ni obstáculos y que le lleva a recorrer las calles de Bagdad en busca de las medicinas que puedan resucitar a su amor del limbo.
Si gran parte del éxito que le proporcionó La vida es bella hay que atribuirlo a una indudable habilidad para inyectar ráfagas de humor y humanidad en la médula de la barbarie, Benigni descuida ahora el apunte cómico en favor de una emoción exacerbada, demasiado previsible a pesar de un final que confía en la sorpresa y demasiado naif para conmovernos. Dice Benigni que quería hacer una película "tan pura como la nieve y tan feroz como el tigre". La nieve es en verdad pólen. Y el tigre nunca ruge.