Cine

Microcosmos uruguayo

El debutante Manolo Nieto sorprende con 'La perrera'

8 febrero, 2007 01:00

Es cine pobre pero es cine libre. Las raquítica industria cinematográfica de Uruguay no ha impedido que salgan de allí filmes tan estimulantes como 25 Watts (2001) y Whisky (2004). Producidos ambos por Fernando Epstein y dirigidos por el tándem Rebella-Stoll, en ellos trabajó como asistente de dirección Manolo Nieto (Montevideo, 1972), quien tras realizar el corto Nico y Parker (2000) debuta ahora en el largometraje con La perrera. "Entre la escritura del guión, el rodaje y la distribución, de la que nos encargamos nosotros mismos, he invertido al menos cinco años de mi vida en esta película", explica el debutante.

Relato austero en torno a la desorientación juvenil y los conflictos generacionales, La perrera registra un año en la vida de David (Pablo Alexandre), joven estudiante de alma perezosa y nihilista a quien su padre (Martín Adjemián), que le tiene por un completo inútil, le obliga a construir una casa en un terreno que ha comprado junto al mar. "Desde el principio nos planteamos construir una casa de verdad, y respetar los tiempos constructivos de una vivienda para combinarlos con el proceso fílmico", explica Nieto. De este modo, la construcción (real) de la casa actúa como precisa metáfora del proceso de madurez y crecimiento interior de David, al tiempo que determinó el desarrollo de un rodaje dividido en cuatro tramos. "Lo esencial era retratar el transcurso del tiempo, tanto en los cambios de estaciones, que imprimen una luz distinta a cada escena, como en el aspecto del protagonista".

El rodaje en diversas etapas permitió la búsqueda de financiación entre una y otra para ir completando la película. De este modo, el resultado estilístico del film, como el de la propia casa, obedece a una construcción a base de remaches y añadidos, de materiales procedentes de diversas fuentes, que responde a un constante proceso de aprendizaje: "Hay una metáfora sobre la construcción personal o del mundo propio, y la película para mí también significó el desarrollo del aprendizaje, de manejar el lenguaje fílmico -añade Nieto-. De hecho, no hay dos escenas rodadas del mismo modo". De esta equivalencia constructiva y de su sentido semidocumental se empapa La perrera, que emplea además actores no profesionales. "El reparto es una combinación de intérpretes amateurs, profesionales y sobre todo gente del lugar de rodaje, que prácticamente se interpretan a sí mismos".

Peripecia autobiográfica
De implicaciones autobiográficas, la peripecia del silencioso y huraño David está inspirada en la historia de un amigo del director -"aunque al tipo que yo conozco le llevó tres años construir la casa, no uno"-, si bien la distancia que la cámara mantiene respecto a sus acciones no deja adivinar con claridad un juicio de valor (¿es autocrítica o es resignación?), aunque sí una cierta identificación con lo que está retratando. "A este país no le gusta ver a una juventud así, pero Uruguay está lleno de este tipo de jóvenes". La perrera bien puede leerse como el microcosmos uruguayo visto por la lente de un preadulto incapaz de darse al compromiso, desubicado y enfrentado a estrechos horizontes vitales, una juventud aliada a su soledad y al humo del cannabis. "Creo que si el público hace un esfuerzo y evalúa las posibilidades que le quedan al personaje, teniendo en cuenta la política de humillación que su padre practica con él, encontrará que no tiene muchas otras alternativas".