Image: Frank Oz

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Cine

Frank Oz

“La comedia permite ser crítico sin sermonear”

11 octubre, 2007 02:00

Frank Oz da órdenes al actor Matthew Macfayden

Frank Oz es un maestro de la comedia clásica, un genio del ritmo. Responsable de filmes como Un par de seductores (1988) o In&Out (1997), regresa con Un funeral de muerte, una comedia "negrísima" en la que saca lo mejor de su talento vitriólico. El Cultural ha hablado de todo ello con el director británico.

Decía Neil Jordan que los directores de comedia suelen ser los depresivos. Será verdad a juzgar por el semblante entristecido que Frank Oz (Gran Bretaña, 1944) muestra en todas sus apariciones públicas. Este británico crecido en Hollywood (a cuya industria pertenece desde que a los 19 años participara como extra en una telecomedia) lo ha sido todo en "el negocio": desde actor detrás del personaje Yoda en La guerra de las galaxias a director de muchos episodios de los Teleñecos de Jim Henson. Como realizador, Oz ha mostrado un insólito instinto para la comedia clásica. Es uno de esos cineastas que no destacan por poseer un universo propio o lo arriesgado de sus trabajos, sino por ser hacedores de películas aportando un refinadísimo oficio para la puesta en escena. Estamos de suerte, no nos reíamos tanto con una película suya desde los tiempos de Bowfinger (1999). Con Un funeral de muerte Oz regresa a su Gran Bretaña natal y se amolda a un presupuesto mucho más ajustado que el de sus trabajos en Hollywood, dos factores que le han sentado de maravilla: el filme es una delirante comedia tan deliciosa como alocada cuya principal virtud es la exclusión de tiempos muertos. Una avalancha de situaciones hilarantes que suceden durante algo tan poco cómico, a priori, como un funeral. El resultado fue jaleado por la propia Liv Ullman, quien tras ver la película en el Festival de San Sebastián (donde Oz recibió a El Cultural) explicó la gratificante experiencia de compartir sus carcajadas con el espectador que tenía al lado. Ese carácter colectivo y catártico de la risa, es uno de los grandes poderes del cine.

-¿Ha intentado burlarse de la muerte con esta película?
- Tengo tanto miedo a la muerte como cualquiera. Mi intención era resaltar el aspecto cómico que proviene de todo aquello que nos asusta. Siempre evitamos hablar de lo que nos da miedo y eso nos lleva en ocasiones a situaciones grotescas o, por otro lado, solemos hacer chistes para minimizar dicho miedo. Así que en cierta manera se podría decir que la comedia se gesta gracias al miedo.

Un juego de apariencias
- Le ha quedado una película de un humor muy británico, jugando a desenmascarar la engañosa pulcritud de sus personajes exhibiendo sus retorcidos secretos.
- No puedo definir el humor británico, no sé en qué consiste. Lo que sí puedo decir es de qué trata mi película: es una comedia sobre la media/alta burguesía, sobre su manera de comportarse siempre intentando ser correctos, intentando hacer todas las cosas bien, cuidando mucho su imagen. El tipo de cosas que a la clase baja le importa un pimiento. Un funeral de muerte no se podría haber rodado en Hollywood, los americanos no entienden dicha corrección.

- Suele practicar la comedia alrededor de algún tema grave, ¿es ésta una forma de transgresión?
- No soy un transgresor, pero tampoco me gusta la hipocresía. Prefiero creer que soy subversivo. Me gusta usar la comedia porque permite ser crítico sin sermonear. En In & Out (1997) toco el tema de la homosexualidad y creo que demuestro que se puede hablar de un tema importante, y al mismo tiempo se puede hacer bromas sobre ello. No se trata de destruir, se trata de mostrar la verdad que existe detrás de la apariencia normal de las cosas.

- La película se beneficia de un reparto coral de intérpretes jóvenes, acostumbrado a trabajar con estrellas como Robert De Niro o Nicole Kidman, ¿qué tal ha ido la experiencia?
- Ha sido excelente, aunque me gustaría indicar que nunca manipulo a los actores. Sé quién soy y me gusta pasármelo bien, incluso haciendo una película dramática. ésta era una película de bajo presupuesto: no había agentes, ni mánagers, ni grandes contratos con miles de cláusulas exigiendo tonterías... estos chicos tenían muchas ganas de trabajar y nos lo hemos pasado en grande. En el DVD pongo diez minutos de tomas falsas porque estábamos siempre interrumpiendo el rodaje porque la gente no se aguantaba la risa.

- En el filme se nota ese camaradería durante el rodaje...
- No se puede engañar a la cámara. En gran medida se debe a que ésta era una producción modesta, eso nos dejaba libertad para jugar, para improvisar. Era consciente de que si nosotros lo pasábamos bien, el espectador iba a disfrutar con ello.

- Ciertas secuencias recuerdan a El guateque (1968, Blake Edwards).
- ¡Vaya! ¡Esa sí debió de ser una película difícil de rodar! Me asustaría muchísimo hacer algo así. Hay dos tipos de películas dentro del género de la comedia que son muy difíciles de rodar: la primera sería el modelo de Un funeral de muerte, una farsa que se convierte en algo hilarante; la segunda sería la comedia física, a la que pertenece la maravillosa película de Edwards.

- ¿Consideraría su mirada sobre la comedia como clásica?
- Esta película se podría entender que es una farsa un poco pasada de moda, pero con inevitables toques contemporáneos. A mucha gente le da miedo las cosas clásicas. Aunque estén bien hechas parecen no ser suficientemente cool. A mí eso me da igual, con que la película (o la secuencia) funcione y complazca al público ya estoy contento. Me gustan las cosas bien elaboradas, ésa es la clave para mí.

- Parece que el éxito de su película radica en el ritmo vertiginoso de la misma, es impresionante cómo la acción humorística nunca decae.
- Te lo agradezco. El ritmo es lo primordial. Enfoco mi trabajo como un músico de jazz: busco la espontaneidad, sólo sigo las notas si la escena es muy buena, si no suele decir: "Venga, vamos a divertirnos". Hay que dejar sitio a la improvisación, alejarse momentáneamente del guión para que la película se beneficie de ello, el ritmo es el instrumento básico, si éste decae el público se aburre.

Lecturas previas
- ¿Qué puede contarnos sobre el proceso que siguió el guión original hasta el resultado último?
- El guionista, Dean Craig, trabajó durante dos años. Cuando lo leí por primera vez era una pieza muy graciosa, pero en algunos momentos se perdía, o mejor dicho, se desviaba. Así que me reuní con él y lo pulimos. También tuvimos tres lecturas previas con los actores que fueron básicas. Por último en el plató veíamos si la parte física funcionaba mejor o peor, así que también improvisamos durante el rodaje. Siempre estoy cambiando las cosas para intentar mejorarlas, incluso en el montaje. No suelen ser cambios muy importantes, pero siempre hay que afinar los detalles.

- ¿Se podría considerar que es una de sus películas más personales?
- Totalmente cierto. Estoy acostumbrado a películas que cuestan entre cincuenta y cien millones de dólares, grandes escenarios, estrellas caprichosas, animación por ordenador… me apetecía regresar al estudio, al trabajo artesanal. Es lo que realmente me gusta: un equipo pequeño encerrado en una sala hablando de cómo convertir el guión en una buena película.

- De toda su obra como director, ¿cuál es la película de la que se siente más satisfecho?
- Posiblemente sea ésta. Ha sido fantástico no tener a un estudio o a un productor encima diciendo qué tenía que hacer. La libertad que he tenido en Un funeral de muerte ha sido total, por lo que no sé si es mi mejor película, me gustan mucho tanto La pequeña tienda de los horrores (1986) como The Score (Un golpe maestro) (2001), pero lo que es seguro es que es la que más se ajusta a la idea que yo tengo de entender el cine.

- ¿Qué recuerda de cuando hizo el papel de Yoda en La guerra de las galaxias? ¿Sabe que se venden figuritas del personaje firmadas por usted a precio de oro?
- Antes firmaba ese tipo de cosas, pero desde que me enteré de que mis autógrafos multiplicaban el valor de los objetos me negué. Incluso he rechazado ir a las convenciones de fans. Yo no soy un comerciante, soy un director de cine.