Image: Castillos... de papel y celuloide

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Cine

Castillos... de papel y celuloide

La película de García Ruiz sobre la novela de Almudena Grandes abre el viejo debate: ¿El cine es literatura?

30 octubre, 2009 01:00

Imagen de Castillos de cartón

El estreno hoy de Castillos de cartón, basada en la novela de Almudena Grandes y dirigida por Salvador García Ruiz, vuelve sobre la compleja y atávica relación entre cine y literatura. El Cultural ha hablado con los protagonistas de las más recientes adaptaciones.

El debate es casi tan antiguo como los hermanos Lumiére y está lejos de estar cerrado. Cine y literatura. Literatura y cine. Para algunos, como Peter Greenaway, una asociación odiosa. Para otros, como Vicente Aranda, Fernando Trueba, Salvador García Ruiz o Gonzalo Suárez, el cine "es" literatura. Por partes. Greenaway dice que confundir una cosa con la otra ha impedido el nacimiento del "verdadero" cine. Y él mismo se ha dedicado a propiciar el parto haciendo películas cada vez más extrañas y delirantes. Claro que también habrá quien diga que antes hubo muchos escritores que se dedicaron, y se dedican, a escribir novelas que parecen todo menos eso: novelas. El cine, en cualquier caso, tiene su propio lenguaje y desde luego ha salido ganando con la existencia de la literatura, fuentede inspiración para decenas de cineastas como Salvador García Ruiz, quien hoy estrena Castillos de cartón, su cuarta adaptación literaria.

Una 'pareja de tres'.
En este caso, la inspiración es un original considerado menor de Almudena Grandes que, ambientado en los ochenta, cuenta la historia de una ‘pareja de tres’, como la define el guionista, Enrique Urbizu. Pero las novelas no sólo sirven como inspiración para guionistas y cineastas. Como se ha demostrado muchas veces, un referente literario de éxito también puede ayudar, y mucho, en la taquilla. En la memoria aún resuenan éxitos como Los girasoles ciegos (José Luis Cuerda, 2008), Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006) o incluso la obra teatral El método (Marcelo Piñeyro, 2006). Sin embargo, tampoco garantiza las colas ante los cines. Sin ir más lejos, de las seis adaptaciones cinematográficas de Almudena Grandes, sólo una, aquella primeriza y tórrida Las edades de Lulú (Bigas Luna, 1990) fue un taquillazo. Las demás, de Malena es un nombre de tango (Gerado Herrero, 1996) a la reciente Atlas de geografía humana (Azucena Rodríguez, 2007) han pasado de forma discreta por los cines. Almudena Grandes, desde luego, ha tenido muchos más lectores que espectadores, lo que deja abierta otra pregunta: ¿Se ha aprovechado bien el cine español del talento de los escritores? El que lo tuvo muy claro fue Juan Marsé. En unas polémicas declaraciones a El Cultural el premio Cervantes decía que "el problema del cine español es la falta de talento". Una carencia que también achacaba a sus adaptadores, con lo que se cargaba de un plumazo a vacas sagradas como Fernando Trueba o Vicente Aranda, principal agraviado, ya que lo ha adaptado cinco veces. En la misma línea, hace poco Eduardo Mendoza también confesaba en estas mismas páginas que no le gustaban las películas que se habían hecho de sus libros. No son los únicos descontentos. Lucía Etxebarría describe así su experiencia al ver la adaptación de Miguel Santesmases de Amor, curiosidad, prozac y dudas (2001): "Fui al visionado con uno de mis mejores amigos, que me propuso que secuestrámos la cinta. Desgraciadamente, había copias. Desde luego, no es la mejor película que he visto aunque también creo que tenía sus cosas buenas". Aún se recuerda la furibunda reacción de Javier Marías sobre la adaptación de Gracia Querejeta de Todas las almas, El último viaje de Robert Rylands. En este sentido, Antonio Soler lo tiene claro: "El cine español no ha hecho justicia al potencial literario".

Lo que de momento es un misterio es si a Almudena Grandes le ha gustado Castillos de cartón ya que fue imposible localizarla para salir de dudas. El director, Salvador García Ruiz, al parecer tampoco lo sabe aunque hay, por lo menos, una buena señal: la escritora vio la cinta y accedió a que se resaltara de forma ostentosa en los créditos su autoría original, un derecho que los escritores tienen por contrato cuando son adaptados. El proceso de adaptación de la novela no puede ser más clásico. Como sucede en muchas ocasiones, fue el productor, Gerardo Herrero, quien debe de ser el fan número de Grandes ya que ha dirigido cuatro películas sobre sus libros, quien puso la marquinaria en marcha. Primero le encargó el guión a Enrique Urbizu, una opción cuando menos sorprendente para un cinesta conocido sobre todo por thrillers como La caja 507 (2002), y después escogió a García Ruiz como director. Urbizu y Ruiz después se han tomado todas las libertades que han creído necesarias. Según el primero, "cada adaptación es un mundo. Cuando partes de un best seller, por ejemplo, suelen tener un argumento muy claro. Con novelas más emocionales o reflexivas, el trabajo consiste sobre todo en desarrollar una dramaturgia.

Lenguajes distintos.
El cine y la literatura comparten que son géneros narrativos pero tienen lenguajes distintos. Empezando porque hay que hacer una síntesis, si adaptas palabra por palabra una novela de sólo doscientas páginas tendrías una película de cinco horas. Y, por ejemplo, si tú dices en una novela "hace tres días" es tan sencillo como eso. En una película eso lleva mucho trabajo explicarlo. Urbizu coincide con todas los creadores consultados en que no hay ninguna diferencia entre si el proyecto es propio o surge de una idea ajena: "Las adaptaciones no son menos personales. En esta historia, por ejemplo, me tocó de forma muy íntima la relación que tienen los personajes con la pintura, que es su vocación. No me costó en absoluto reconocerme en ellos ya que yo, a su edad (unos 22 años), también tenía claro que quería ser director de cine y viví sus tribulaciones".

Pero en cine, quien manda es el director. Y si Urbizu inventó diálogos y llevó la historia a su terreno, García Ruiz remató la faena. Un botón, quienes conozcan la novela sabrán que está planteada como un larguísimo flashback. El guionista mantuvo esa estructura pero el cineasta la suprimió. Ruiz defiende a capa y espada su libertad: "Leí hace poco que John Cage decía que había compuesto tantas obras como personas las habían escuchado. Cuando adaptas, estás exponiendo tu punto de vista sobre la novela, tienes que hacer la película cien por cien tuya. Los actores, por ejemplo, me dijeron que si además del guión debían guiarse por la novela. Yo les dije que la leyeran y la tuvieran en cuenta si querían pero que nosotros estábamos haciendo otra cosa". Al director tampoco le costó interiorizar el proyecto: "Habla de emociones que me son muy cercanas. Además, está ambientada en el Madrid de los ochenta, una época en la que yo tenía la misma edad que los protagonistas". Otro adaptador nato es Vicente Aranda. El veterano director presenta mañana mismo en la Seminci de Valladolid Luna caliente, basada en una novela del argentino Mempo Giardinelli. Las libertades de Aranda son evidentes desde el mismo argumento: si el libro tenía como telón de fondo las dictaduras argentinas, la película está ambientada en el llamado proceso de Burgos. "Una vez que comienzas a adaptar la película es completamente tuya. Los escritores saben escribir novelas pero el que sabe de cine soy yo", dice tajante. Aranda, que asegura que no le molestó en absoluto el desaire de Marsé, cree que el problema es que los novelistas "desprecian la síntesis del cine. La mayoría parece que no entiende que no puedes ponerlo todo". En este sentido, el director no está de acuerdo, como es de esperar, con Paul Auster, quien precisamente por esa brevedad del cine, considera que es un arte menor a la literatura, donde hay tiempo para profundizar. Urbizu lo resuelve de otra manera: "Desde luego, los libros de Auster seguro que son mucho mejores que sus películas". El que lo tiene clarísimo es Gonzalo Suárez. Para el escritor y cinesta "este debate no tiene ningún sentido. El cine es literatura y darle más vueltas al asunto es una imbecilidad". Y así zanja el asunto.

Baile de géneros
Quien sí tiene más cosas que decir es Fernando Trueba, que en diciembre estrena El baile de la Victoria, película que representará a España en los Oscar en la que ha adaptado al popular Antonio Skármeta. "Está claro que puedes hacer lo que te dé la gana con la novela, la única ventaja que se me ocurre es que alguien ya ha hecho el primer borrador. Pero eso no quita que te preocupe lo que va a decir el escritor, claro que sí". Para su fortuna, Skármeta terminó la proyección con lágrimas en los ojos. "Muchas veces -añade- lo que sucede es que puedes sentir más ‘tuya’ la historia de otro que la que se te ha ocurrido a ti. Yo, por ejemplo, siento más cerca de mí películas como El apartamento que las mías propias". Y concluye el director: "El cine no sólo es literatura, sino que me asombra que no se estudie en el colegio como se hace con el teatro".