El amor (y el arte) según Kiarostami
Juliette Binoche en Copia certificada
Un emotivo relato sobre la naturaleza de las relaciones sentimentales. Una lúcida reflexión en torno al pasado y el futuro del cine. En Copia certificada, Abbas Kiarostami propone un fascinante juego de identidades inspirado en el clásico Viaggio in Italia. Protagonizado por Juliette Binoche -papel que le valió el premio a la Mejor Actriz en Cannes-, es el primer filme que el visionario cineasta iraní rueda con actores profesionales.
Copia certificada es un organismo mutante, que de escena en escena replantea nuevas y a veces contradictorias perspectivas desde las que interpretar el relato, o los relatos, de la pareja (o no-pareja) formada por Juliette Binoche y William Shimell, protagonistas absolutos de la charada. En la ficción, la actriz francesa (ganadora en Cannes por este papel) y el intérprete de ópera británico encarnan a la propietaria de un anticuario y a un reconocido intelectual. En un momento dado, tras una conversación con la propietaria de una posada, los personajes se desdoblan, se colocan otra máscara. Durante el primer tramo del filme "actúan" como una pareja de desconocidos que acaban de conocerse, en la segunda parte -filmada en tiempo real, en un ejercicio de concisión que remite a Antes del atardecer de Richard Linklater- interpretan a un matrimonio "celebrando" su quince aniversario de bodas en Lucignano, en la Toscana italiana. La pregunta parece inevitable: ¿son Binoche y Shimell siempre la misma pareja?
Ya lo dijo el propio Kiarostami hace unos años: "Mi película ideal sería como un crucigrama con espacios vacíos que debe rellenar el espectador". Esa es la esencia de Copia certificada, un inteligente palimpsesto en el que capas y capas de significados se van superponiendo sin solución de continuidad, dejando al albur de quien lo ve la "traducción" de las imágenes. La imposibilidad de la certeza -cualquier versión es válida- contiene en su interior todas las cuestiones que propone este filme de Abbas Kiarostami, una verdadera rareza en su filmografía que sin embargo guarda una estrecha relación con todo lo que ha hecho anteriormente. Ya en el prodigioso largometraje con el que se dio a conocer de forma internacional, Close-up (1990), una fascinante superchería en torno al cineasta iraní Mohsen Makhmalbaf, quedó fijado su interés por los juegos de la representación.
Una buena pareja
"Ni siquiera yo tengo claro cuál es el status de la pareja del filme -ha explicado Kiarostami respecto a Copia certificada-. La verdad es una posibilidad, pero no importa mucho cuál es la realidad. Lo único importante es que, como dice la señora de la cantina, hacen una buena pareja". Explicaciones deliberadamente ambiguas para una película que se presta a todo tipo de disecciones, pero que al mismo tiempo, desde su austeridad (en la historia, en las interpretaciones, en la meticulosidad de la puesta en escena), no quiere desviar la atención del verdadero propósito del filme: enfrentarse a los intercambios y las dicotomías entre lo real y sus simulacros.
"Mis películas han ido avanzando progresivamente hacia un cierto tipo de minimalismo, aunque nunca fue algo intencionado -sostiene Kiarostami-. Ni afirmo ni niego que yo haya conseguido algo similar, pero creo firmemente en el método de Bresson de crear mediante la omisión, y no la adición". Como en todo su trabajo, es la aparente simplicidad de Copia certificada la que invita a desentrañar su indudable complejidad. La famosa frase de Godard -"Las películas empiezan con D. W. Griffith y terminan con Kiarostami"- que supuestamente pronunció tras haber visto Y la vida continúa (1991), resuena incluso con mayor fuerza a la luz de este nuevo paso en la carrera del director iraní, quien en su país probablemente no podría haber rodado una historia tan cercana a la sensibilidad femenina como la de Copia certificada.
Aquél que fue recibido por la cinefilia de los años noventa como el hijo pródigo del nuevo realismo (descendiente directo de Rossellini), y que en esta última década ha explorado con más radicalidad los caminos del audiovisual mediante dispositivos conceptuales tan intensos como Ten (2002) o Shirin (2008, donde filmó el gran contraplano del arte del cine), entrega con Copia certificada no sólo un extraordinario romance, emotivo y perdurable, sino un verdadero ensayo en torno al mito de la originalidad en el arte. La manifiesta condición del filme como reescritura de la rosselliniana Viaggio in Italia (1954), la identidad duplicada de los personajes (o triplicada, pues no dejan de ser un sosias de Ingrid Bergman y George Sanders), los recurrentes reflejos en espejos y cristales que pueblan el filme, prácticamente en cada escena, conforman algunas de las diversas señales diseminadas por una película que desde su mismo título se ofrece como elogio de la réplica. "Copiar es reproducir con ánimo tácito de crear", señala un aforismo de Jorge Wagensberg, como si acabara de ver Copia certificada.
Implicaciones personales
Copia certificada tiene mucho de autorretrato -sólo que al revés, pues la situación de Kiarostami es la inversa de la que plantea en la película: fue él, y no ella, quien educó solo a su hijo tras la ruptura con su pareja-, y en cierto modo es equiparable a uno de esos filmes que como El río de Jean Renoir, The Killing of a Chinese Bookie de John Cassavetes o Gran Torino de Clint Eastwood, se ofrecen como resumen o destino de toda una obra. Sostiene la Binoche que en algún momento del rodaje entendió que detrás de lo que estaba representando había en juego ciertas implicaciones personales del cineasta. Kiarostami lo ha confirmado en una entrevista a Goeff Andrew: "La historia está basada en el encuentro que tuve con una mujer, a lo largo de un día, hace quince o veinte años… no tengo sentido del tiempo. Si ella ve la película, no sé si se reconocerá". En este sentido, el plano final -Shimell mirándose inquisitivamente al espejo- bien pudiera ser un autorretrato de Kiarostami, que obviamente emplea un doble, una "copia" de sí mismo, para retratarse. Como todo verdadero cineasta, el autor de ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987) sabe bien que muchas veces la mejor manera de llegar a la verdad es a través de la mentira, del artificio y la falsificación. El gesto intelectual de la película no entra sin embargo en colisión con su alcance popular. Ni la historia de (des)amor entre la pareja -y sus encuentros casuales con otros amantes: entre los que se cuenta un cameo de Jean-Claude Carrière- es un mero pretexto para reflexionar sobre el arte, ni la manifiesta relación que la película mantiene con la historia del cine es una condición indispensable para escrutarla debidamente. He ahí la inteligencia y la delicadeza de Copia certificada. Disfraz comercial De hecho, posiblemente este es el filme más "comercial" rodado hasta la fecha por el cineasta iraní. Su sistema de producción (ver apoyo) así al menos lo disfraza. Ello no impide sin embargo que la película contenga una de las secuencias más poderosas y conmovedoras de toda la filmografía de Kiarostami (el paseo de una pareja de ancianos), y que además ingrese con todo honor y merecimiento entre aquellas películas que más han aportado en los últimos años a las preocupaciones más candentes del ocaso de la posmodernidad, como Irma Vep (1996) de Olivier Assayas o Goodbye Dragon Inn (2003) de Tsai Ming-liang. En las imágenes de Copia certificada hay desde luego mucho cine, pero también, y eso es lo que nos conmueve, mucha vida. Su sensibilidad hacia las zozobras del amor y la naturaleza de las relaciones sentimentales es acaso resignada y dolorosa, aunque sabia y profundamente humana.
Juegos dialécticos de un autor
No son pocos los riesgos que ha tomado Abbas Kiarostami en Copia certificada. Aunque no es la primera vez que ha rodado fuera de Irán, sí es la primera vez que lo ha hecho bajo un sistema de producción convencional, con actores profesionales y en un idioma que no es el suyo. En realidad, tres idiomas, pues la pareja protagonista de Copia certificada -una película realmente dicharachera, entregada a los juegos dialécticos- emplea indistintamente el francés, el inglés o el italiano para comunicarse. Una dificultad añadida para un director que sólo habla y entiende farsi. En el rodaje contó con la colaboración de su asistente Massoumeh Lahidji, quien, en palabras del propio director, "tomó las riendas del diálogo", mientras él se ocupaba sólo de controlar la imagen. Habituado a rodar con no-actores y a seguir un método abierto a la improvisación y las contingencias de lo real, es la primera vez también que Kiarostami ha escrito un guión detallado para realizar una de sus películas. "He tenido que hacerlo para poder conseguir la financiación".