Image: Proteccionismo o liberalismo

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Cine

Proteccionismo o liberalismo

8 abril, 2011 02:00

Fotograma de El cosmonauta. Foto: Daniel Mayrit.

El debate está instalado desde hace mucho tiempo, pero con la crisis económica se ha calentado. ¿Tiene sentido subvencionar un cine que no es rentable? ¿No hay otros métodos de financiación privada para el cine español?

El cine lo inventaron los franceses y lo industrializaron los norteamericanos. El debate sobre la financiación cinematográfica parece haber evolucionado a lo largo de su existencia al compás de esta circunstancia histórica. ¿Hay que proteger el cine (y su singularidad nacional) o dejarlo al albur de las leyes del mercado? Ambos principios no tienen por qué ser incompatibles, si bien a ellos obedecen los respectivos modelos de financiación en Francia (proteccionismo) y en Estados Unidos (liberalismo), que se traduce en un cine realizado con dinero público o con dinero privado.

El concepto clave de Hollywood es que el cine es un negocio, y que por eso debe pertenecer exclusivamente al ámbito privado. De hecho, en el estado de California la financiación pública es ilegal. Los grandes estudios deben pactar con inversores privados y compañías de capital riesgo, que invirtieron más de 15.000 millones de dólares en producción cinematográfica entre 2005 y 2008. Pero no deja de ser algo ingenuo pensar que la administración no ejerza de forma indirecta -grupos de presión, permisos especiales, deducciones fiscales, product placement, etc.-, algún tipo de influencia (y control) en un negocio muy rentable que además modela su imagen internacional. Es sintomático que en los últimos años varias producciones han mudado a Canadá y directores como Woody Allen o Francis F. Coppola hayan migrado a Europa para seguir haciendo cine.

En Francia, la llamada "excepción cultural" queda garantizada por un complejo sistema de financiación pública, gestionado por el Centro Nacional de Cinematografía (CNC). Con unos fondos superiores a los 500 millones de euros (mitad del erario público, mitad de las televisiones), y un sistema de reparto organizado para que los filmes ricos ayuden a los pobres, la producción de cine francés es la más poderosa de Europa (con 230 títulos anuales) y la que goza de mayor cuota de pantalla (llegó a alcanzar el 48% en 2008). El esquema de financiación pública es en verdad muy similar al español, que se inspira claramente en él, añadiendo un inteligente mecanismo de equilibrio automático según el cual el 11'5% de cada entrada que se compra para una película no comunitaria se destina a la producción nacional, de modo que el éxito del cine americano revierta así indirectamente en el crecimiento del cine francés. Puro proteccionismo.

En términos generales, el resto del cine europeo también obedece a un principio proteccionista, que no en vano se ha visto afectado por grandes recortes debido a la crisis. En Alemania lo gestiona el Instituto de Fomento Cinematográfico (FFA), que percibe fondos de los exhibidores, distribuidores y televisiones mediante un sistema de tasas. Su presupuesto anual es de unos 75 millones de euros, y las ayudas se conceden tanto de forma selectiva (a proyecto) como automática (por rendimiento en taquilla). En Gran Bretaña, el fondo de ayudas al cine que gestionaba hasta ahora el British Film Council (recientemente transferido al British Film Institute) procede del sistema de la Lotería Nacional y ronda los 100 millones de euros; y en Italia, donde se subvencionan parcialmente películas que el Ministerio considere de interés cultural nacional, se han anunciado recortes que afectan al FUS (Fondo Único para el Espectáculo), dotado ahora de 420 millones de euros, de los que menos de 50 millones (el 18,5%) se destinan al sector del cine.