De izquierda a derecha: Zach Galifianakis, Bradley Cooper y Ed Helms

La comedia Resacón en Las Vegas ingresó de forma instantánea en la cultura popular. Ahora Todd Phillips ha trasladado al mismo equipo, y casi la misma historia, a Tailandia. El resultado: una comedia todavía más incorrecta y salvaje, si cabe.

Probablemente la transformación se produjo en los años ochenta. El humor cambió de formas y tonos. El sentimiento lúdico y revisionista de la postmodernidad convulsionó las bases de la comedia más que las de cualquier otro género cinematográfico, pero es que además fue una convulsión en el sentido opuesto. Mientras los procesos dramáticos se sofisticaban, la comedia se volvía más básica y primitiva. Quizá porque, dirigida a una generación que se resistía a crecer, se instaló para siempre en el peterpanismo y la inmadurez crónica. Una diferencia sustancial entre la comedia contemporánea y la comedia clásica de Hollywood es que mientras los viejos guionistas ocultaban sus trucos, a los humoristas de hoy no les importa dejar la tramoya al descubierto. En un momento de Resacón 2. ¡Ahora en Tailanda!, el sociópata Alan (Zach Galifianakis) dice: "Cuando un mono se la machaca, es gracioso en cualquier idioma". Y todos a su alrededor, orientales y occidentales, dentro y fuera de la pantalla, ríen la obscenidad del mono. He ahí una de las claves para comprender (si hace falta comprenderlo) el monumental éxito de Resacón en Las Vegas (2009), que ingresó instantáneamente en la cultura popular tras recaudar casi 500 millones de dólares.



La película de Todd Phillips tocó la fibra cómica de las hormonas adolescentes pero también del adulto con nostalgia festiva de los ochenta, entusiasmado ante un cierto tipo de comedia que se atrevía a hablarle de frente, sin continencia. "Sé que mis películas atraen principalmente a determinado público -ha explicado Phillips-, pero Resacón en Las Vegas conectó con todo el mundo". Fue algo totalmente inesperado. Puede que tuviera que ver con "la increíble relación existente entre los cuatro protagonistas", como le gusta pensar a Phillips, pero hay otros motivos en juego. La verdadera revulsión que proponía Resacón en Las Vegas era una feroz elipsis: imaginemos Despedida de soltero sin la despedida de soltero. La ausencia se justificaba con la amnesia colectiva de tres juergistas de cerebro disoluto, y preparaba el camino para los créditos de cierre más hilarantes que se recuerdan, la reconstrucción de la fatídica noche y sus monumentales excesos con el pase de diapositivas digitales. Hoy esas fotos, que habían prometido ver y borrar para no dejar rastro de la idiocracia, decoran el dormitorio de Alan, quien ha echado raíces en casa de sus padres.



Copia fortalecida

En su estructura, Resacón 2 es una copia en papel carbón de la primera, sólo que fortalecida, brutalizada y trasladada a Tailandia. En verdad, esta segunda parte es más una reescritura que una continuación, más un remake que una secuela, en la que cada elemento de la una encuentra su par hiperbólico en la otra. Por un lado, es una opción que habla de la cobardía de los estudios repitiendo la fórmula del éxito, pero también revela la inteligencia de Todd Philipps para poner a prueba la radicalidad conceptual de su juguete replicando los mismos elementos pero en un territorio más peligroso y salvaje. En la era de la apropiación, Phillips no comete ningún delito creativo cuando decide convertir la autocita en el centro de su discurso cómico. Los nuevos chistes se apoyan en chistes precedentes, pero también funcionan como organismos autónomos. Elocuentemente, un escrutinio de los créditos nos indica que casi todas las personas involucradas en la primera parte repiten en la segunda, excepto, curiosamente, los guionistas: Jon Lucas y Scott Moore han sido reemplazados por Scot Armstrong y Craig Mazin. Explica Phillips: "Escribimos la película para que siguiera el espíritu del primer Resacón, así que, estructuralmente, existen similitudes, pero nos enfrentamos a ella como si se tratara de una cinta original".



Más allá del guión, que no puede dejar de envidiar la frescura de la primera entrega, Phillips sabe cómo imprimir un sello cinemático a su disparate, algo que no podemos decir de la mayoría de las películas de la llamada Nueva Comedia Americana. Para Judd Apatow la puesta en escena siempre ha sido un mero formulismo, pero en Resacón 2 hay potentes ideas visuales, un gran cuidado en los detalles, porque en los matices y variaciones es donde la película se juega su éxito. Y es sorprendente la precisión con la que vuelve a armar el mecano. En el tramo de imágenes que sustituye a la aciaga noche escamoteada una vez más de la trama, por ejemplo, Phillips introduce la voz profunda de Johnny Cash cantando The Beast in Me. El tema convoca el espíritu de la película. En otro momento, Stu (Ed Helms), que en la primera parte despertaba sin un diente y ahora con un tatuaje en el rostro, exclama: "Tengo un demonio dentro de mí". La recomposición de los fragmentos de su psique alterada no está ahora sólo reservada al desfile de fotos en los créditos (que, por supuesto, no podían faltar), sino también a un vídeo grabado en un móvil o a la regresión de Alan en un templo budis... Y a quien descubre y eventualmente acaba aceptando Stu es al Mr. Hyde en su interior, ese monstruo aficionado a las putas y con irrefrenable pulsión sadomasoquista. Stu, el novio de esta entrega, el más "formal" del grupo, es el verdadero protagonista del filme, pues su viaje es también el trayecto moral de la película.



"Lo importante de las películas Resacón es hasta dónde somos capaces de llegar", explica Phillips. "Es la distancia que recorremos después de cada broma lo que hace que estas películas sean lo que son". No se puede explicar mejor. Efectivamente, si algo nos convence de Resacón 2 es que puede ser todavía más grotesca, más subversiva y más incorrecta que su predecesora. Resacón en Las Vegas era una producción sin grandes ambiciones, destinada a un público selecto, y por eso podía permitirse un discurso sobre los excesos que no reparaba en correcciones. Pero ahora, consciente de su alcance mainstream, los excesos tienen más mérito porque requieren mayor coraje. No deja de ser una patada a la corrección política del cine americano que su comedia más taquillera se permita hacer chistes con el turismo sexual de menores (estamos en Tailandia, paraíso de los pederastas), deslizar desnudos frontales de travestis o, en el pase de diapositivas final, camuflar entre las imágenes una escandalosa relectura de un icono fotográfico de la guerra de Vietnam. No basta sólo con filmar a un mono masturbatorio para conectar con el humor universal de nuestro tiempo. Phillips sabe que debe dejar al descubierto nuestro reverso soez y destructivo, la bestia que llevamos dentro, aquella que nos gustaría borrar de nuestra psique como se borran unas fotos.

'Peterpanismo' y sexismo

En Aquellas juergas universitarias (2003) Todd Phillips reinstalaba a unos creciditos Will Ferrell, Luke Wilson y Vince Vaughn en la universidad. Los personajes "peterpanescos", señores de treinta y cuarenta años que se niegan a crecer, pueblan la Nueva Comedia Americana, con títulos como Supersalidos, Adventureland, Virgen a los 40, Lío embarazoso, etc. Son personajes obsesivos para quienes el sexo es fuente de ansiedades. Debido a la profusión de diálogos falocentristas y el miedo fóbico a las mujeres en las películas de Judd Apatow (sea como productor, guionista o director), en EEUU empezaron a acusarle de sexista y misógino, ataques de los que tampoco se han escapado los "resacones" de Todd Phillips. Con su última producción, La boda de mi mejor amiga (en agosto en España), Apatow traslada su humor al mundo femenino para demostrar que la comedia no es sólo cosa de hombres.