Cirkus Columbia, el "antes" de un conflicto fraticida

El oscarizado director de En tierra de nadie, Danis Tanovic, completa con Cirkus Columbia una trilogía de conciencia antibélica. El filme, una suerte de thriller tragicómico, sitúa su acción en los días previos al estallido de la guerra civil yugoslava.

El hombre que regresa al hogar conduciendo un Mercedes rojo, con una fortuna en los bolsillos y acompañado de una sensual pelirroja. El hombre que abandonó a su mujer, al hijo que nunca conoció y a su país, todavía Yugoslavia, liderada con mano firme por el mariscal Tito. Tras veinte años de exilio en Alemania, ese hombre, Divko Buntic (Miki Manojlovic), regresa con la conciencia victoriosa del capitalista para reclamar la casa familiar, regresa a una pequeña ciudad bosnia desorientada tras el sueño comunista (es el año 1991), cuyos habitantes, envilecidos y divididos, se ven obligados a tomar partido ante la inminencia de una contienda fraticida.



El hombre que protagoniza Cirkus Columbia es también, a su modo, el director bosnio Danis Tanovic (Zenica, 1969), quien tras el asedio de Sarajevo se unió a un equipo de filmación para filmar los desastres de la guerra, y que después del inesperado éxito de su debut con la memorable pieza antibélica En tierra de nadie (2001) -premio al Mejor Guión en Cannes y Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa-, continuó su carrera profesional lejos de su hogar. Filmó en Francia la olvidable L'enfer (2005), un guión inédito de Kieslowski que generó una gran desafección crítica, y más tarde viajó a Dublín para realizar Triage (2009), la historia de un fotógrafo de guerra que regresa del infierno del Kurdistán, protagonizada por Colin Farell. Tras una década surcando las inestables aguas de las coproducciones europeas, rodando en francés y en inglés indistintamente, con estrellas y presupuestos de primera línea, Tanovic regresa a su tierra natal con Cirkus Columbia.



"He realizado una especie de trilogía personal: antes, durante y después de la guerra", explica el bosnio. El orden que ha seguido el ciclo de sus películas sería otro: primero el durante (En tierra de nadie), luego el después (Triage) y ahora el antes (Cirkus Columbia). Tanovic ha desarrollado su carrera cinematográfica bajo las coordenadas psicológicas del polvorín balcánico, y para su cuarto largometraje recupera la apariencia de una exuberante comedia burlesca en cuyo interior habita el monstruo, la atmósfera emocional de un país que se desintegra y avanza hacia la inexorable tragedia. "Viví en Bosnia durante la época que recrea la película -sostiene Tanovic- y la opinión generalizada entonces era que la guerra no nos alcanzaría. Negar la realidad y no aceptar el peligro son reacciones muy humanas. Me interesaba saber por qué el vecino puede convertirse de repente en un guardián de un campo de concentración, en un torturador o en un asesino".



Del mismo modo en que las piezas del tablero de guerra balcánico -contendientes, periodistas, cascos azules…- hacían acto de presencia en Tierra de nadie, la pequeña ciudad de Cirkus Columbia se ofrece como microcosmos de las tensiones pre-bélicas de la extinta Yugoslavia. En esa oscura calma que precede a la tempestad, como dice un personaje, "no importa lo que digas que eres, importa cómo te perciben". El solvente guión funciona como una ecuación narrativa, un thriller tragicómico que se explica de fuera hacia dentro, desarrollando a los personajes a menudo como si fueran ideas o símbolos, de ahí las bruscas transformaciones que en ocasiones empañan las conquistas de una película de gran factura. La luminosa fotografía, magnificando la sensualidad del paisaje balcánico, refuerza el sentimiento de paraíso perdido con el que Tanovic regresa a su hogar, renaciendo a su vez como un autor que, al contrario de lo que podíamos pensar, no ha dicho todavía su última palabra.