Lars Von Trier

Un gran director que no controla su discurso. Eso es lo que parece Lars von Trier ante los medios de comunicación. ¿El resultado? 'Persona non grata' en Cannes por "entender" a Hitler. En esta entrevista matiza sus palabras y explica 'Melancolía', último filme que llega hoy a nuestra cartelera.

De un modo u otro, Lars Von Trier (Copenhague, 1956) siempre se las apaña para que se hable más de él que de su trabajo. Y no es que el interés, y hasta el exceso, no acompañe a sus películas -con filmes como Rompiendo las olas (1996), Dancer in the Dark (2000) y Dogville (2009)-, sino que siempre encuentra algún argumento para perpetuar su fama de polemista profesional. En la última edición del Festival de Cannes, cuando tuvo lugar esta entrevista, su afición a generar ruedas de prensa incendiarias probablemente tocó techo. O más bien fondo. En un arrebato de torpeza mayúscula, declaró públicamente su simpatía por Adolf Hitler: "Entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo, pero simpatizo con él un poco", dijo. Frente a las reacciones y presiones que automáticamente se dispararon en un país que sufrió la ocupación nazi, la dirección del prestigioso certamen no tuvo más remedio que declararle ‘persona non grata' con efecto inmediato.



Al día siguiente, en un hotel de la localidad de Mougins donde se alojaba, lejos del centro neurálgico del certamen -"para evitar coincidir a la hora del desayuno con mis enemigos", aseguró-, el danés se mostraba arrepentido (de hecho, había emitido un comunicado pidiendo disculpas) pero también algo excitado. Acaso como un niño que ha desatado un torbellino de cuyos efectos aún no es del todo consciente. "¡No conocía esas expresiones latinas! -gritaba- ¡No pertenezco a la cultura mediterránea! Tuvieron que traducírmelo… ¡y me gustó el significado!". Más que una deportación en toda regla, el deshonroso título ‘persona non grata' se tradujo en que Von Trier, de entonces en adelante, no podría acercarse a menos de cien metros de La Croisette. Y, probablemente, que su película no iba a ser premiada.



- ¿Se vetará en algún país el estreno de Melancolía?

- Lo ignoro. Creo que sin duda tendrá problemas, sobre todo en Francia y Estados Unidos, porque los lobbies judíos son muy poderosos. Y eso que ellos tienen también cosas de las que avergonzarse. ¿Se olvidan del Gobierno de Vichy o del Ku Klux Klan? Yo he comprobado que no puede pronunciarse la palabra Hitler en vano.



Un tremendo error

- ¿No siente que le ha hecho un flaco favor a su película?

- Sí. Y me arrepiento. Sólo quería quitarle pompa a la rueda de prensa, pero fui un estúpido danés haciendo el idiota y cometiendo un tremendo error. Supongo que no podré volver por Cannes... Me arrepiento y creo que voy a hacer un voto de silencio, como ciertas órdenes monacales...



El anunciado voto de silencio llegó varios meses después, el 5 de octubre. Tras ser interrogado por la policía neozelandesa sobre las acusaciones de la fiscalía gala que penden sobre él -por justificar de forma pública crímenes de guerra, comportamiento penalizado por la legislación francesa-, el danés emitió un comunicado en el que aseguraba que de entonces en adelante se abstendría de "realizar cualquier declaración pública o entrevistas", pues se había dado cuenta de que no posee "las habilidades necesarias" para expresarse "de forma inequívoca". Ahora que Melancolía se estrena en salas españolas, la entrevista que concedió a El Cultural justo después del torbellino mediático adquiere mayor relevancia.



- Cuando habla de sus enemigos, ¿a quiénes se refiere?

- Sé que me he ganado una legión más de ellos tras mi desastrosa intervención. Quiero aclarar que no soy un nazi. Los orígenes de mi familia son judío-alemanes. Mis cuatro hijos tienen nombres judíos. Pero cuando hablo de mis enemigos me refiero sobre todo a ese asesino de películas que responde por Harvey Weinstein. Él destrozó mi película Europa... No quiero nombrarle más. Le encanta la publicidad gratuita. Pero hablemos de mi película.



No es fácil hacerlo. Una vez más, su trabajo entraña la semilla de la discordia. Para algunos, su visión del fin del mundo fue el filme más bello y sobresaliente del certamen. Para otros, su proyecto más banal, tibio y plomizo. De lo que no hay duda es de que es la película más controlada del danés, en la que menos excesos argumentales y licencias estilísticas se permite. Von Trier empapa la película con el sentimiento de pasividad, pérdida y pesadumbre de su protagonista, tomando como base pictórica y sonora la desolación del romanticismo alemán, envolviendo sus imágenes con los acordes de Wagner. "Amo Tristán e Isolda por su pulsión romántica y porque habla de cómo la muerte de algún modo nos purifica -explica Von Trier-. Es un sentimiento muy danés y alemán. Por eso, considero Melancolía una película esencialmente romántica".



La boda como metáfora

- El apocalipsis que retrata es íntimo y no colectivo. ¿Quería alejarse de las películas que tratan el fin del mundo?

- Considero que hay una metáfora muy importante: la boda. El filme es en su primera parte el relato de una boda truncada. La novia, Justinne, quiere una celebración a lo grande para huir de sus horribles padres. En un castillo, con cuadras y caballos. Y su hermana [Charlotte Gainsbourgh] se la organiza. Pero Justinne siente una tristeza que no sabe de dónde proviene. Por eso pensé también en que el planeta fuera denominado "Melancolía", pues Justinne cae en un estado que la hunde a medida que el enorme planeta avanza hacia el colapso con la minúscula Tierra. El fin del mundo es esa boda que acaba siendo un infierno...



- Es curioso que escribiera la historia pensando en Penélope Cruz, que es en cierto modo la antítesis de Kirsten Dunst. - Bueno, fue Cruz quien contactó conmigo porque quería trabajar en una de mis películas. Hablamos muchas veces de potenciales proyectos. Es una actriz que me gusta mucho. Lo tiene todo muy claro. Pensé que Melancolía era perfecta para ella. Pero se echó atrás. Nunca sabré si por miedo. Lo cierto es que le salió Piratas del Caribe, de la que me reservo mi opinión, y ¡hasta la vista, baby! Creo que hubiera estado muy bien.



Kirsten Dunst, que se desnuda por completo por primera vez en su carrera en Melancolía, ofrece sin duda una de sus interpretaciones más intensas y memorables en la piel de la joven deprimida, como si un personaje de Bergman se hubiera colado en un rodaje de Von Trier. No en vano, y contra todo pronóstico, la norteamericana fue galardonada en Cannes con el premio a la mejor actriz (igual que Charlotte Gainsbourgh por Anticristo), a pesar del mal trago que le hizo pasar el director danés, sentado junto a ella, durante la rueda de prensa. "En esos momentos la vi muy incómoda, pero ella ha sido muy feliz durante el rodaje", sostiene el cineasta.



Dirigir actrices

- Almodóvar tiene fama de rodar "contra" sus actrices. Dice que sus interpretaciones mejoran. ¿Es también su técnica?

- No creo, nunca lo he pensado así. No quiero que sufran, pero sí que habiten sus personajes. El de Björk en Bailar en la oscuridad acaba condenada a muerte, el de Kidman en Dogville, atada como un perro y violada por todo un pueblo, y el de Bryce Dallas Howard en Manderlay luchaba sin éxito contra la esclavitud. No eran películas precisamente cómicas, así que tenían que sufrir en la medida en que sufrían sus personajes. Eso es lo que les demandé. Es la clase de compromiso que pido a mis actores. No hay más.



- Melancolía es un título confuso. Justinne sufre de depresión, más que de melancolía.

- A través de mi psiquiatra, supe que la melancolía es un estado de tristeza del alma casi insuperable, y que una persona melancólica confronta un cataclismo desde la templanza, mientras que una persona normal entra en el pánico absoluto. Es lo que pasó en el Titanic. Todos sabían que morirían, el caso es cómo cada uno reaccionó a ello. La orquesta, por lo visto, siguió tocando...



- Aparte de las influencias románticas, ¿cuáles han sido sus referencias para el filme?

- He releído a Thomas Mann, sobre todo Los Buddenbrook, y en el plano formal me ha influido mucho El último año en Marienbad, de Alain Resnais. También me he inspirado en mi terrible madre para crear el personaje de Charlotte Rampling, que es ciertamente odioso.



Su retiro de la escena pública no significa su jubilación del arte cinematográfico. Lars Von Trier ha anunciado ya dos proyectos de largometraje con la suficiente carga de interés como para no tener que centrar de nuevo la atención en su persona. El danés ha prometido embarcarse en una suerte de refilmación de Las cinco condiciones (2003), un filme-ensayo en el que desafiaba al cineasta Jorgen Leth a recrear su cortometraje El hombre perfecto, y que ahora realizará junto a Martin Scorsese. También ha anunciado el rodaje de La ninfómana, que promete desatar nuevas controversias: "Será una película exclusivamente sobre sexo. Mostraré al detalle la vida erótica de una mujer desde que nace hasta que cumple 50 años. No habrá penetraciones. Me he basado en entrevistas que estoy haciendo a cientos de mujeres, algunas de las cuales llegan a hablar de sus experiencias hasta tres horas. En lo literario, me estoy inspirando en todo Marcel Proust, sobre todo en En busca del tiempo perdido".



Está visto que Lars von Trier no pierde el suyo. Desde que Epidemic le llevó a la bancarrota se ha acostumbrado a caer mal, y le complace. Le llamaban "rudo bastardo", algo que, dice, atesora. Parece que las depresiones, abucheos, críticas, expulsiones y crucifixiones finalmente le han frenado. Pero como dicen: ladran, luego cabalga.



Un apocalipsis de cámara

En cierto modo, Melancolía no es una película sobre el fin del mundo. El apocalipsis es su carcasa, pero no su contenido. Lars von Trier se propone contagiar un estado del alma asociado a la depresión, más que lanzar una muy descabellada hipótesis sobre el posible destino de la Humanidad. No es el Apocalipsis de las conflagraciones y las multitudes al que nos ha acostumbrado el cine de catástrofes, tampoco el de la recreación socio-científica de un cataclismo global, sino que, más bien como el Sacrificio de Tarkovsky (película con la que Von Trier ya quiso dialogar en Anticristo), es un apocalipsis de cámara. La iconoclastia de Von Trier invierte una vez más la ecuación. La actividad heroica es sustituida por la pasividad de los personajes, las multitudes en pánico son aquí personajes aislados en un castillo, escrutando el cosmos con un telescopio.



El espectáculo visual queda confinado en el prólogo, que probablemente contiene los imágenes más bellas y memorables del filme: un montaje en slow-motion de pinturas románticas abrasivas, mientras la Tierra colisiona con un planeta diez veces mayor. La pieza de Jean Genet Las criadas propulsó la imaginación del cineasta danés hasta desembocar en una película que se quiere reflejo de las angustias y tristezas de nuestro tiempo. Melancolía, estructurada en dos capítulos, contrasta el modo en que las hermanas Justinne (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsbourgh) se enfrentan con actitudes opuestas a la inminente colisión planetaria: con sosiego y resignación la primera, con miedo y rabia la segunda. La antesala de una desastrosa boda, filmada como una amarga sátira de costumbres o un melodrama atrofiado, da paso a un estudio de la desesperación humana en las horas previas a la hecatombe. Un compás de espera sorprendentemente tedioso en manos de un cineasta que nunca se ha caracterizado por aburrir al espectador. Envuelta en la perpetua contradicción -como un plano final que encuentra una extraordinaria clase de belleza en la más absoluta de las devastaciones-, Melancolía vuelve a mostrar que las más fructíferas controversias de Von Trier siempre acontecen en la pantalla.



CARLOS REVIRIEGO