'Paradise Lost', un documental que escribe y reescribe el sistema judicial
Hay historias que no sólo merecen ser contadas, también contienen muchas de las claves y los misterios del mundo en el que vivimos. Son historias personales y al mismo tiempo universales, como si contuvieran en su interior la capacidad para iluminar una parte del alma humana y parte de la penumbra de lo contemporáneo. Esa es parte de la grandeza de la hipnótica trilogía Paradise Lost, una serie de tres documentales dirigidos por Joe Berlinger y Bruce Sinosky y producidos por HBO en 1996, 2000 y el año pasado que siguen el asombroso caso de tres adolescentes, Damian Echols, Jesse Misskelly y Jason Baldwin condenados sin pruebas a principios de los 90 por el brutal asesinato de tres niños de ocho años en un bosque de Arkansas.
Entre el 5 y el 26 de abril Cineteca Madrid ofrece la oportunidad de ver esta trilogía en pantalla grande. Una gran iniciativa, ya que hasta el momento, solo se ha podido ver en la plataforma digital por satélite. Sería deseable que, al menos la última parte, pudiera llegar a estrenarse en cines y no sólo Madrid. Las dos primeras partes las distribuyó Avalon en DVD pero, de momento, no pueden hacer lo propio con la tercera. Pronto, veremos otro documental sobre el asunto, West of Memphis, estrenado en el último Sundance, producido por Peter Jackson y dirigido por Amy Berg, la cineasta de aquel espléndido Líbranos del mal. Y los 3 de Memphis alcanzarán previsiblemente su definitiva notoriedad mundial con el estreno del próximo proyecto de Atom Egoyan, Devil´s Knot, que protagonizarán Colin Firth y Reese Witherspoon.
Paradise Lost es un puñetazo de realidad y un retrato de Estados Unidos asombroso. Estamos acostumbrados a ver películas americanas constantemente, algunas muy buenas, pero el cine de ese país tiene como característica fundamental embellecer la realidad. Veamos, por ejemplo, una película como Aflicción, de Paul Schrader, que retrata un ambiente parecido, deprimido, religioso, rural, y es al mismo tiempo una maravillosa película, pero no muestra algo que sí aparece en todo su tenebroso esplendor en Paradise Lost: lo feos, horteras, ignorantes y vulgares que son muchos americanos.
No recuerdo una sola película americana reciente, ni siquiera Winter's Bone, que se acerca estéticamente al realismo muy sucio y sin adornos de estos documentales, que ofrezca un retrato tan brutal y esclarecedor sobre ese otro Estados Unidos no formado por minorías peligrosas y potencialmente glamourosas como las gangs de las grandes ciudades sino por blancos de bajísimo nivel, esa "white trash" de la que hablaba Eminem en sus primeras canciones, grandes masas de clase baja americanas que no conocen otra cultura que la propia y que se hacen más pintorescas en el "cinturón de la Biblia", donde la religión es omnipresente y la existencia de un Dios furioso y vengativo se da por descontada. Así, West Memphis, un suburbio empobrecido al que pertenecen tanto las víctimas como los supuestos asesinos, muchos de ellos viviendo en caravanas, surge como icono de la parte oscura de América con enorme fuerza. Asombra la cantidad de personajes sin dientes, obesos, deformes y tarados que circulan por la película.
Damian Echols y Jason Baldwin, sobre todo el primero, un hombre nacido para ser una estrella que terminó siéndolo de la forma más inesperada, son juzgados y condenados por ir vestidos de negro, escuchar música metal o tener un libro de brujería en su casa. Paradise Lost supone ver en marcha una maquinaria de prejuicio, clasismo e ignorancia sin parangón. Como señala el propio Echols, es una reedición delirante de la quema de brujas en Salem. Minuto a minuto, asombra comprobar cómo se perpetra una injusticia de tamaño descomunal en una espiral de demagogia e instintos primarios que deja estupefacto, triste e indignado a partes iguales.
Paradise Lost 3, Purgatorio, explica el insospechado final feliz de una historia insospechada desde el principio. En agosto del año pasado, los tres convictos fueron excarcelados tras una extraña maniobra legal en la que reconocían su culpabilidad para ahorrarle al Estado cientos de millones de dólares en daños y perjuicios pero eran liberados, lo que era un reconocimiento de facto del fatal error. Observar cómo han cambiado los rostros de esos adolescentes 18 años después es una experiencia profundamente conmovedora y perturbadora. Contemplar su serenidad, su dolor abisal y el palpitar de una injusticia tan brutal y miserable ofrece una versión de Estados Unidos y de la propia vida tan cruda y brutal como la hayamos visto en pocas ocasiones. la trilogía de Paradise Lost es uno de los trabajos documentales más importantes de las últimas dos décadas.
Entre el 5 y el 26 de abril Cineteca Madrid ofrece la oportunidad de ver esta trilogía en pantalla grande. Una gran iniciativa, ya que hasta el momento, solo se ha podido ver en la plataforma digital por satélite. Sería deseable que, al menos la última parte, pudiera llegar a estrenarse en cines y no sólo Madrid. Las dos primeras partes las distribuyó Avalon en DVD pero, de momento, no pueden hacer lo propio con la tercera. Pronto, veremos otro documental sobre el asunto, West of Memphis, estrenado en el último Sundance, producido por Peter Jackson y dirigido por Amy Berg, la cineasta de aquel espléndido Líbranos del mal. Y los 3 de Memphis alcanzarán previsiblemente su definitiva notoriedad mundial con el estreno del próximo proyecto de Atom Egoyan, Devil´s Knot, que protagonizarán Colin Firth y Reese Witherspoon.
Paradise Lost es un puñetazo de realidad y un retrato de Estados Unidos asombroso. Estamos acostumbrados a ver películas americanas constantemente, algunas muy buenas, pero el cine de ese país tiene como característica fundamental embellecer la realidad. Veamos, por ejemplo, una película como Aflicción, de Paul Schrader, que retrata un ambiente parecido, deprimido, religioso, rural, y es al mismo tiempo una maravillosa película, pero no muestra algo que sí aparece en todo su tenebroso esplendor en Paradise Lost: lo feos, horteras, ignorantes y vulgares que son muchos americanos.
No recuerdo una sola película americana reciente, ni siquiera Winter's Bone, que se acerca estéticamente al realismo muy sucio y sin adornos de estos documentales, que ofrezca un retrato tan brutal y esclarecedor sobre ese otro Estados Unidos no formado por minorías peligrosas y potencialmente glamourosas como las gangs de las grandes ciudades sino por blancos de bajísimo nivel, esa "white trash" de la que hablaba Eminem en sus primeras canciones, grandes masas de clase baja americanas que no conocen otra cultura que la propia y que se hacen más pintorescas en el "cinturón de la Biblia", donde la religión es omnipresente y la existencia de un Dios furioso y vengativo se da por descontada. Así, West Memphis, un suburbio empobrecido al que pertenecen tanto las víctimas como los supuestos asesinos, muchos de ellos viviendo en caravanas, surge como icono de la parte oscura de América con enorme fuerza. Asombra la cantidad de personajes sin dientes, obesos, deformes y tarados que circulan por la película.
La policía busca venganza
El asesinato de los tres niños nos permite ver una escala de emociones humanas perfectamente reconocibles con un suceso de este estilo: el pánico, la indignación, la manipulación amarillista, el alarmismo ignorante, el deseo de venganza y etc. En este contexto de histeria, la policía siente la obligación imperiosa de encontrar a los asesinos y calmar a los ciudadanos. Y lo que vemos en Paradise Lost es la historia de una de esas chapuzas de ésas que los españoles creemos que solo cometemos nosotros: desestiman sospechosos potencialmente culpables, pierden pruebas, no atienden chivatazos... Un desastre que culmina con la confesión de Misskelley, un joven con retraso mental que "confiesa" después de un interrogatorio de varias horas en el que acaba diciendo lo que los policías quieren oír para salir del paso y que le dejen tranquilo. Para hacerlo más creíble, el chaval implica a los "raros" del barrio en el asesinato. Y comienza el show.Damian Echols y Jason Baldwin, sobre todo el primero, un hombre nacido para ser una estrella que terminó siéndolo de la forma más inesperada, son juzgados y condenados por ir vestidos de negro, escuchar música metal o tener un libro de brujería en su casa. Paradise Lost supone ver en marcha una maquinaria de prejuicio, clasismo e ignorancia sin parangón. Como señala el propio Echols, es una reedición delirante de la quema de brujas en Salem. Minuto a minuto, asombra comprobar cómo se perpetra una injusticia de tamaño descomunal en una espiral de demagogia e instintos primarios que deja estupefacto, triste e indignado a partes iguales.
Dos décadas en siete horas
Los tres episodios, con sus siete horas de duración, de este extraordinario documental arrojan resultados distintos. El primero, Asesinato en Robin Hood Hills, rememora el asesinato, nos presenta a las familias y se detiene la mayor parte del metraje en el delirante juicio a los tres acusados. Su demoledor final, con la condena a muerte a Echols, un chaval que acaba de cumplir la mayoría de edad, deja un nudo en la garganta difícil de superar. El segundo, Revelaciones, trata sobre el propio efecto del documental e ilustra la campaña para liberar a los ya conocidos como "3 de West Memphis". Brilla el protagonismo de la estrella de Paradise Lost junto a Echols, el impagable John Mark Byers, padrastro de uno de los niños asesinados y que es una condensación de todos los males que se achacan a los temidos rednecks: violento, paleto hasta extremos delirantes, fanático religioso, vocinglero y con tendencias delictivas. Lo tiene todo.Paradise Lost 3, Purgatorio, explica el insospechado final feliz de una historia insospechada desde el principio. En agosto del año pasado, los tres convictos fueron excarcelados tras una extraña maniobra legal en la que reconocían su culpabilidad para ahorrarle al Estado cientos de millones de dólares en daños y perjuicios pero eran liberados, lo que era un reconocimiento de facto del fatal error. Observar cómo han cambiado los rostros de esos adolescentes 18 años después es una experiencia profundamente conmovedora y perturbadora. Contemplar su serenidad, su dolor abisal y el palpitar de una injusticia tan brutal y miserable ofrece una versión de Estados Unidos y de la propia vida tan cruda y brutal como la hayamos visto en pocas ocasiones. la trilogía de Paradise Lost es uno de los trabajos documentales más importantes de las últimas dos décadas.