Fotograma de Marvel: Los vengadores.
Primer número de Captain America Comics (marzo de 1941).
Lee permaneció como capitán de la Marvel desde 1941 hasta 1972, treinta años que sirvieron tanto para sentar las bases del cómic moderno como para cimentar las bases de todo un emporio económico; recordemos que en el año 2009 Apple-Disney compró Marvel (con sus más de cinco mil personajes) por la totémica cifra de cuatro mil millones de dólares. Si Marvel era la fábrica de ideas, Lee era la energía atómica que hacía funcionar la máquina. Él fue el creador de Spider-Man (1962), Hulk (1962), Thor (1962), Iron Man (1963), los X-Men (1964), Daredevil (1964), etc. Ahí es nada: un ejército de iconos pop que pasarían a dominar, década tras década hasta llegar a la actualidad, el imaginario de generaciones de jóvenes lectores. Al margen de la importantísima resurrección comercial de los personajes de Marvel merced a los blockbusters cinematográficos y a los videojuegos de última generación, lo cierto es que los superhérores han resistido las embestidas del tiempo con una clase y una inteligencia fuera de lugar, sabiéndose adaptar a los nuevos tiempos de una manera mucho más pertinaz que su principal rival editorial: DC cómics.
Curiosamente, fue gracias a DC y su primer dream team de superhéroes -La liga de la justicia (1960)- que Marvel se decidió a unir a varios de sus héroes en una colección nueva: The Avengers #1 (1963), en cuya primera formación contarían con Iron Man, Thor, Hulk, Ant-man y Avispa (el Capitán América se incorporaría en el n°4). Una serie que iría creciendo con el tiempo, cambiando siempre a los integrantes del grupo y que alcanzaría su mayor cota artística a finales de los sesenta, de la mano del argumentista Roy Thomas y del dibujante John Buscema.
Primer número de Los Vengadores (1963).
El mundo real, con sus vaivenes políticos y sus hecatombes sociales, ha sido siempre tanto el mapa físico como el emocional sobre el que se han desarrollado las aventuras de todos los héroes de Marvel. ¿Cómo debían entonces enfrentarse los nuevos editores a los cambios sociopolíticos asociados al terrorismo internacional del nuevo milenio? ¿Se podía seguir siendo tan naïf como los ideales del Capitán América en un panorama geopolítico donde la política internacional de EEUU era cada vez más cuestionada? Sin olvidar el dilema narrativo de superar el periodo barroco de la era Marvel, ahora, súbitamente enfrentado a su dopplegänger cinematográfico: mucho más limpio, bien intencionado e infantil. Las preocupaciones eran tales que los "timelines" parecían desbocarse: ¿Cómo podía un espectador del Spider-Man (2002) de Sam Raimi empatar con el hombre araña ultra-evolucionado de los cómics del nuevo siglo? La reimpresión de los cómics originales quedaba descartada, pues la estética de los sesenta tenía poca cabida en la generación de la infografía HD y la tecnología 3D. La solución a ambos dilemas la puso sobre la mesa el último gran genio de la Era Marvel: el escritor Mark Millar. Él fue el responsable de lanzar los Ultimates, o lo que es lo mismo, la reinvención de todos los personajes de Marvel situando como año cero la fecha de su edición en 2002. Con una estética foto-realista, oscura y estilizada a la par, los Ultimates ya estaban pensados directamente con su doble cinematográfico: como si los cómics fueran el storyboard más avanzado posible, llegando a tomarse licencias tan salvajes como cambiar el rostro de Nick Furia por el de su intérprete en la ficción cinematográfica: Samuel L. Jackson.