Spiderman o lo anormal domesticado
Llega a nuestras pantallas una nueva visión del clásico del cómic
6 julio, 2012 02:00Andrew Garfiled en The amazing Spider-Man
The amazing Spider-Man salta directo a nuestras butacas de la mano de Marc Webb (director) y Andrew Garfield (protagonista).
No por casualidad, la obra maestra de Browning fue desde el principio ya no sólo un fracaso evidente (el más brillante de la Warner), sino una película insoportable. Y aún lo sigue siendo. Una de las reglas para que lo normal parezca normal es confiar con fe ciega en su naturalidad. De otro modo, la gente normal se cree normal de forma natural. Lo que hizo Browning, y de ahí su brillante perversidad, fue algo tan sencillo como desvelar la feroz falsedad de esta última afirmación. De repente, detrás de cada familia, de cada sujeto con corbata y agazapado en cada uno de los gestos cotidianos se esconde la más violenta de las exclusiones. Si hay algo anormal es la propia normalidad. Y eso vale tanto para la protagonista de la película que aspira a timar al enano como a la comunidad de freaks que sólo aceptan en su seno a los "normalmente anormales". Tan confuso como terrorífico.
Un sujeto extraño
Spiderman, y aquí queríamos llegar, es un freak, un monstruo, un sujeto extraño que envenena la ‘normalidad', cualquiera de ellas, con su sola presencia. The amazing Spider-Man, la nueva entrega del arácnido firmada por Marc Webb, no hace sino incidir en la naturaleza entre dos mundos del personaje creado por Stan Lee. La idea es mezclar la propia taxonomía del adolescente con la del monstruo.Cuentan que en 1961, ante el acoso de los competidores de DC Comics, Stan Lee recibió el encargo de renovar la producción de la casa Marvel. En asociación con el genio de Jack Kirby creó Los 4 fantásticos y en los tres años posteriores verían la luz The X-men, Hulk, Thor, Los Vengadores, Iron Man y, por encima de todos ellos, Spiderman. La historia es conocida. De repente, los superhéroes descubrieron su humanidad. Que es como la gente educada llama a la maldad, a la posibilidad de equivocarse, al monstruo que, lo queramos o no, habita en nosotros, superhéroes o supermortales. Peter Parker sufre más por el tormentoso silencio de su peculiaridad que por el acoso de todos los duendes verdes de los que fue capaz el talento de Lee-Kirby. Spiderman o la gracia de su desgracia.