Terence Davies
Reconocido internacionalmente como uno de los cineastas más ilustres de Gran Bretaña, Terence Davies (Liverpool, 1945) ha hecho fortuna con películas que parecen suspendidas en el tiempo, dotadas de una atmósfera onírica y opresiva en la que se confunden los efluvios de la nostalgia con los corsés y asfixias de la post guerra. The Deep Blue Sea, presentada en el último Festival de San Sebastián, narra el dilema de una mujer (Rachel Weisz) que se debate entre un joven amante y un anciano marido. Tan genuinamente british como sus películas anteriores (cuenten la seminal Voces distantes, de 1988, o la no tan lejana y aclamada Of Time and the City, de 2008), The Deep Blue Sea es un estilizado acercamiento al filo de las pasiones humanas en el que como es habitual en Davies se canta mucho, al unísono, y la atmósfera es tan densa que da la impresión de que no corre el aire.Pregunta.- La película está basada en una obra de Terence Rattigan del mismo nombre, ¿cómo llegó a ella?
Respuesta.- Un productor me dijo que estaba interesado en hacer una película sobre las obras de Rattigan coincidiendo con el 100° aniversario de su nacimiento. Le dije que nunca había adaptado teatro y que no estaba seguro de ser la persona adecuada. Tenía muchas ganas de volver a rodar y en mi caso nunca es fácil conseguir la financiación así que me leí todas las obras de Rattigan, incluso las no publicadas. El problema de la obra es que tenía una estructura muy lineal, primer acto, segundo acto y conclusión. Me parece muy aburrido estar dando explicaciones sobre quién es esa mujer y no hacerlo al revés, saber por qué esa mujer se quiere matar. Cuando adaptas no puedes ser fiel a la letra pero sí he intentado ser fiel al espíritu. La que más me interesó fue que aunque ésta que es una de sus obras más famosas y yo dejé claro que quería ser radical con ella, tenía que llevarla a mi terreno.
P.- La película tiene su atmósfera personal y retrata los 50, una época que ya ha reflejado varias veces.
R.- Es importante pensar que yo crecí en los 50, en esa Inglaterra de posguerra y para mí era importante capturar no solo los trajes o las modas de la época, sobre todo quería captar el sentimiento de ese tiempo. Fue un período en el que el país estaba literalmente arruinado y en el que se percibía una gran decadencia en todas partes. Inglaterra estaba perdiendo un imperio pero aún existía ese sentimiento absurdo de que todo volvería a ser como antes. Creo que fue el momento en que nos dimos cuenta de que solo éramos una isla más en el mundo y no el centro.
P.- Su mirada parece siempre teñida de nostalgia, como si la realidad fuera casi un sueño del director.
R.- Hay que tener en cuenta que en esa época no había tanta electricidad como ahora, la gente tenía encendida la lámpara que tenía cerca y punto. Era todo mucho más lóbrego y me gusta reflejar ese mundo de sombras en el que la luz tenía distintas tonalidades, ahora es todo mucho más plano. Reconozco que siempre he sentido un gran apego por el pasado, hay muchas cosas en las que creo que hemos perdido. Antes existía la sutileza y ahora es todo tan obvio y tan vulgar muchas veces. La gente se esforzaba por ser ingeniosa y aunque la represión de la época pudiera ser espantosa quizá era mejor que esta exaltación constante de los sentimientos. De todos modos no me gustaría que se interpretara esa nostalgia porque tampoco me gusta la idealización del pasado. Fue una época muy dura para los ingleses y quería que eso estuviera en la película.
P.- Esa atmósfera casi onírica está relacionada con los cambios de tiempo mencionados.
R.- Lo interesante del cine es que sucede en el eterno presente. Lo que ves en pantalla es lo que sucede ahora mismo, para ti no importa el lugar que ocupe la secuencia temporalmente en la historia. Mis secuencias siguen una lógica emocional, el público asume que cuando hay un corte vamos a lo siguiente que ha pasado pero eso no tiene interés para mí. Veo las películas como una forma de desafiar al tiempo, como pasa con las canciones o las melodías, uno las sigue sin más y las entiende emocionalmente, no es tan importante su coherencia o perfección internas.
P.- En sus películas la gente suele ponerse a cantar todos juntos con frecuencia.
R.- Eso es una cosa de la época, de la sociedad de entonces en la que no existía el individualismo de ahora. Las canciones servían para unir puentes entre generaciones y personas, reflejaban también los traumas de un país que había sobrevivido a una guerra mundial. En un mundo mucho más represivo, ese ponerse a cantar era también una válvula de escape emocional, una forma de sublimar lo que no podía expresarse.
P.- La pasión es el tema principal de la película, todo gira alrededor de Rachel Weisz y su debate interior: el hombre que ama o el legítimo esposo.
R.- Hay un elemento sexual. Es una mujer que quizá no era infeliz pero no había conocido lo que es disfrutar del sexo. El matrimonio era una cuestión de compañía, de amistad, de posición social... no de sexo. Hay un elemento de represión y de descubrimiento de unas emociones que la desbordan y para las que no está preparada, en este sentido también es importante pensar lo mucho que ha cambiado el mundo desde entonces para las mujeres. Ella ha vivido con un velo delante de los ojos y una vez se lo ha quitado es imposible volver al lugar donde estaba.
P.- Vemos el amor, pero también su imposibilidad.
R.- Me he mantenido célibe de los años 80 porque no creo en la viabilidad de la pareja, al menos para mí. En la película vemos una tragedia porque el peso de las circunstancias imposibilita el amor pero en realidad eso forma parte de la naturaleza humana. No es una visión pesimista sino una realidad. Cuando nos enamoramos nos creamos unas expectativas sobre la otra persona que en algún momento siempre conducirán a la decepción y la soledad. Lo que me conmueve de esa mujer es su resistencia, siempre es magnífico ver a un ser humano luchar y desafiar al destino.
P.- Desde la perspectiva actual, sorprende esa cerrazón social de muchas maneras: el prejuicio contra el suicidio...
R.- En los años 50 había una idea muy clara de lo que se puede hacer y lo que no, las líneas estaban muy bien marcadas y la gente simplemente no hacía determinadas cosas. Hoy quizá es difícil de entender pero es como era entonces. Respecto al suicidio, hay que entender la reacción de su amante de una manera más profunda, ha sobrevivido a la guerra y no puede entender que ella quiera quitarse la vida por algo que le parece absurdo como el amor. Lo más curioso de la protagonista y lo que más me atrajo de ella fue que es una mujer totalmente convencional que acaba haciendo cosas en las que ella misma no cree porque se ve abocada a ello por pasión. En esos tiempos, la inmensa mayoría de mujeres dirían que su obligación es volver con su marido, incluso ella misma antes de experimentar lo que ha experimentado.