Brad Pitt en Mátalos suavemente.

El autor de una de las mejores películas de los últimos años, 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford', Adrew Dominik, traslada el apocalipsis financiero a un intenso 'film noir' en 'Mátalos suavemente'. Todo, con Brad Pitt en la piel de un sicario que mata sin ensuciarse como metáfora de los nuevos tiempos.

Las imágenes entrecortadas con las que arranca Mátalos suavemente son la única manera posible de filmar el Apocalipsis político y social en el que se ha convertido la recién inaugurada etapa de asilvestramiento salvaje del capitalismo en la que vivimos (fase conocida, aunque de forma errónea, como "crisis económica").



Porque esas imágenes rotas, ese sonido abrupto sobre una espalda encorvada, corresponden al conocimiento parcial de los mecanismos de una realidad que nos gobierna pero que se escapa a nuestro control y que no podemos apenas entender. Andrew Dominik, autor de una de las mejores películas de los últimos tiempos, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), estaba pensando en adaptar un relato policíaco de un antiguo fiscal convertido en escritor de novela negra cuando se dio cuenta de que la historia de la crisis financiera no era nada más que una historia de tahúres, partidas y reglas rotas: "La economía es un juego", sostiene. Fue así como la novela policíaca se convirtió en un thriller en el que todo funciona como metáfora de un sistema fuera de control, de una economía que corrompe la política, y que arrasa con lo que encuentra a su paso en su afán de llevarse el mejor botín. Son los brokers, los banqueros y los políticos como corredores de apuestas. Y George Bush Jr. y Barack Obama como cómplices impávidos desde sus púlpitos televisivos.



Llamadas telefónicas

Aunque no lo parezca, Mátalos suavemente es una comedia: comedia negra sobre un universo de perdedores a los que les han cambiado las reglas de juego en mitad de la partida, y no saben a quién reclamar las pérdidas ni quién cambió el póquer por el mus con baraja trucada. Protagonizada por dos ex convictos que se buscan la vida en los arrabales de una ciudad que podría ser cualquiera, Mátalos suavemente es una película que continúa de forma lógica lo que ya apuntaba el primer trabajo de Dominik: allí era una traición a un amigo por un poco de fama y dinero fácil; aquí es el deambular de los descendientes de aquel traidor, hijos de Judas en un país (metáfora de toda la civilización occidental) capaz de cualquier cosa por un puñado de dólares. El asesinato... era un western crepuscular en muchos sentidos, pero principalmente porque no retrataba el nacimiento de un mundo, sino los primeros pasos de la civilización hacia el abismo de egoístas, canallas y cobardes que encontramos ahora en Mátalos suavemente.



El título funciona como una descripción precisa de la cobardía de un sistema, y de unos dirigentes que no miran a los ojos de los ciudadanos a los que están asesinando fría y lentamente. Como el personaje de Brad Pitt, que mata, siempre por encargo, y siempre de lejos, para que no le salpique la sangre. Como si Dominik hubiera vivido los viernes de los consejos de ministros en España: ráfagas de metralleta desde una sala de prensa por orden de alguien a quien no veremos el rostro. Porque Mátalos suavemente es una película con un profundo espacio en negro: el que oculta las caras de quienes toman las decisiones, siempre escondiéndose tras la línea telefónica. Por algo Angela Merkel no apagó el 3G de su teléfono cuando visitó España: ¿de quién esperaba órdenes para transmitirlas? "Dame mi puto dinero", dice Brad Pitt. Y así nos va.