Los Oscar ya están aquí. La cita anual más celebrada del espectáculo cinematográfico, la ceremonia donde explotan todos los egos de Hollywood, tendrá lugar el domingo (madrugada española del lunes) en el Dolby Theatre de Los Angeles. Además de desentrañar las virtudes de las candidaturas a Mejor Película -'Lincoln', 'Django desencadenado', 'Argo', 'La noche más oscura', 'La vida de Pi', 'Amor', 'El lado bueno de las cosas', 'Bestias del sur salvaje' y 'Los miserables'-, diez creadores eligen para El Cultural sus escenas de Oscar. Y nos encontramos ecos de Flaherty, Berlanga y Ozu.
¡Llegan los Oscars! Así que la primera medida que hay que tomar es, como siempre, la cautela. Jamás hay que olvidar que la ceremonia de entrega de los Oscar no es, ni de lejos, la que premia la mejor película del año (tampoco lo son los festivales internacionales, ya sean en Cannes, Venecia o Berlín); sino más bien la más elaborada, costosa y llamativa operación de marketing que Hollywood lleva realizando desde que en el año 1929 decidiera crear los codiciados premios (la primera ganadora del Oscar a la Mejor Película fue el filme silente Wings del siempre olvidado William A. Wellman).Suena a cliché pero es cierto: la historia de los Oscar está plagada tanto de sonadas injusticias -probablemente la más llamativa sea cuando La vuelta al mundo en 80 días le quitó el Oscar a Centauros del desierto en 1956- como de un currículum de premios de lo más discutible: Carros de fuego (1982), La fuerza del cariño (1984), Paseando a Miss Daisy (1990), Shakespeare in Love (1992), El retorno del Rey (2004), Slumdog Millionaire (2009), etcétera.
Ausencias y sorpresas
¿Y cuáles serían las injusticias más graves de este año? Pues varias, empezando por el menosprecio mostrado a las magníficas The Master de Paul Thomas Anderson-sólo han nominado a los actores- y Moonrise Kingdom de Wes Anderson (y ni rastro de Cosmopolis o Mátalos suavemente), y siguiendo por el absoluto dislate que significa nominar a Mejor Director al neófito Benh Zeitlin (Bestias del sur salvaje) dejando en la estacada a cineastas de la talla de Quentin Tarantino, Kathryn Bigelow o Ben Affleck. De hecho, la única sorpresa positiva presente en las nominaciones ha sido la inclusión de Amor de Michael Haneke en las principales categorías (Película, Director, Actriz; aunque se han olvidado de Trintignant, a saber por qué), un extraño gesto hacia el cine foráneo en una gala de entrega de premios, generalmente (ya que siempre hay excepciones: el año pasado la ganadora fue la francesa The Artist), de lo más endogámico.Recapitulemos entonces. Tenemos nueve películas que optan al principal galardón de la gala (la cinefilia ya ha adoptado como algo normal que se infle el número de nominaciones sin que haya ninguna otra razón de peso más allá de la estrictamente mercantilística): el ya citado drama bergmaniano de Haneke, cuatro títulos que tratan de volcar una mirada impresionista sobre la historia americana en distintos arcos temporales -Lincoln, Django Desencadenado, Argo y La noche más oscura-, una comedia romántica de inequívoco sello independiente -El lado bueno de las cosas-, una grandilocuente fanfarria musical -Los miserables-, un relato de aventuras de tintes new age -La vida de Pi- y, finalmente (y la más pobre del grupo), un relato que aborda desde el terreno fantástico una tragedia tan devastadora como la del huracán Katrina -Bestias del sur salvaje- con no pocas dosis de cierto abuso sentimentaloide que puede acabar con la paciencia de más de un espectador. De todas ellas, la que parece tener más papeletas para alzarse como triunfadora -parcial, ya hemos dicho que Affleck no ha sido nominado- de la noche es la sensacional Argo, y es que este vibrante thriller que mezcla el suspense propio del cine político de los sesenta y los setenta -de Sidney Lumet a John Frankenheimer- con la comedia sutil del cine dentro del cine, prácticamente ha arrasado en todos los premios dados hasta la fecha, incluyendo los recientes Globo de Oro a la Mejor Película Dramática y Premio BAFTA a la Mejor Película. La apuesta de Affleck sería la de corte más clásico de las nominadas junto a Lincoln, de Steven Spielberg (que por ahora cosecha más decepciones que premios: únicamente el actor Daniel Day-Lewis parece tener el Oscar asegurado por su perfecta composición del icónico presidente americano), con la diferencia de que donde Argo aplica fluidez y economía narrativa, Lincoln desborda en su solemne perfeccionismo y en lo intrincado (por veraz) de su cinética interna. En otras palabras, Lincoln (como Amor y, un poco, Django Desencadenado) es una película que se exige tanto a sí misma como al espectador al someterlo a un sinfín de imágenes, diálogos y situaciones límite que hacen, a la postre, más rica su lectura y, probablemente, también mejor película.
Tarantino parece que, como siempre, va a tener que conformarse con el Oscar al Mejor Guión Original y poco más (presumiblemente Christoph Waltz sí se llevará su premio a Mejor Actor de Reparto). Poco importa que en Django desencadenado el cineasta haya revolucionado su ‘modus operandi' narrativo alcanzando una madurez al alcance de muy pocos. Tanto La vida de Pi como Los miserables -dos muestras bien diferentes de cómo se entienden los géneros cinematográficos en el cine contemporáneo- parten como películas con escasas probabilidades de premio; las rivales a batir serían el filme de David O. Russell El lado bueno de las cosas y la controvertida cinta de Kathryn Bigelow sobre la caza y captura de Osama Bin Laden, La noche más oscura. Ambos títulos, claro, son sensacionales. La primera porque tras su apariencia de comedia romántica ligera esconde un motor interno de una velocidad e inteligencia aplastante que, bajo un argumento de lo más nimio -chico bipolar conoce chica viuda-, logra exacerbar sus valores primarios -no sólo es divertida, sino que desborda emoción allá donde se posa- siguiendo la pauta hawksiana de, por ejemplo, La fiera de mi niña (1938).