Jonás Trueba durante el rodaje Los ilusos.

Con su debut puso el listón bien alto. Pero Jonás Trueba no quería detenerse, ni esperar a que se reactive una industria paralizada. Bajo una concepción artesanal del oficio, con ayuda de amigos técnicos y actores, ha filmado en Madrid, a lo largo de varios meses, un fascinante autorretrato sobre "los tiempos muertos entre película y película". A su vez un diario, una ficción y una reflexión sobre "el final del cine", 'Los ilusos' se estrena el 13 de abril y competirá en el prestigioso BAFICI de Argentina.

Los ilusos serán los supervivientes. El cine español trata de reformularse estigmatizado por ministros, sus cimientos industriales se hacen escombros, desaparecen salas y renacen otras ventanas por las que asomarse a la creación... Nada es lo que era. Pero los ilusos siempre están ahí. Tipos que llevan el cine tatuado en sus retinas, que lo respiran y lo proyectan en sus vidas. Jonás Trueba es un iluso. Un cineasta que, tras su magnífico debut con Todas las canciones hablan de mí (2010), ha decidido mirar de frente al pálido rostro de nuestros tiempos para hacer "una película sobre el cine pero sin cine". No es una boutade: "Quería mostrar que hacer cine, durante la mayor parte del tiempo, consiste en no hacerlo, en esperar y fabular con tu próximo proyecto", sostiene.



Cuando aún creía en el potencial neorrealista, Federico Fellini filmó Los inútiles (1953), un retrato generacional manifiestamente autobiográfico de los jóvenes que crecieron bajo los traumas de la guerra. Tenía 33 años. Los mismos que Jonás Trueba cuando rueda Los ilusos, sesenta años después, en las calles, tabernas y cines de un Madrid absurdo pero real, brillante pero gris, hambriento pero insaciable. "Yo siempre decía en el rodaje que estábamos haciendo una tentativa de película", explica el director madrileño. O una tentativa de autorretrato, una improvisada, emotiva y lúcida fabulación en torno a las tribulaciones existenciales y amorosas de un joven director que lee libros sobre el suicidio y la muerte del cine, llenando el tiempo entre película y película, cuando se conciben las ideas y se imponen las dudas.



Sin guion, sin plan de trabajo, con apenas unas notas "escritas en servilletas"" (que Periférica publicará a mediados de abril con el título Las ilusiones), sin ayudas institucionales ni remuneraciones, la película se construye sobre la marcha -"salíamos a la calle muchas veces sin saber qué íbamos a rodar"-, como una obra compuesta a salto de mata. En un rótulo de apertura, el propio filme se autodefine como "una película de entretiempo", filmada a lo largo de 22 días en media jornada durante los meses de noviembre de 2011 y junio de 2012, "con la colaboración de un grupo de amigos en sus ratos libres, entre otros trabajos y ocupaciones". Frente a la cámara, ha contado con la complicidad de actores prácticamente desconocidos (Francesco Carril, Aura Garrido, Vito Sanz, etc.) en el papel de personajes borrachos de bohemia para quienes, como decía Gómez de la Serna, perder el tiempo puede considerarse una obra de arte. "Son auténticos diletantes -sostiene Trueba-. Normalmente el cine español siente la necesidad de explicar a sus personajes por su ocupación laboral, y en este sentido mi película es lo opuesto, casi una provocación".



La ficción autobiográfica de Los ilusos se entreteje con momentos del rodaje que retratan fugazmente a sus artífices (claquetas, descansos, conversaciones, etc), de manera que vida y sueño se confunden. "El espectador va a percibir una trama deliberadamente ambigua, en la que nada está claramente definido, pero va a sentir que hay unos tipos ahí haciendo la película que está viendo, que los creadores se confunden con los protagonistas". Ficción y documental se hibridan con un sentido de transparencia metafílmica similar al que buscó Miguel Gomes en la fascinante Aquel querido mes de agosto, con una estética entre cálida y mercurial que recuerda al cine de Philip Garrel, pero también a la prosa poética de Jonas Mekas, Jean Eustache, Tsai Ming-Liang o Woody Allen. Ilusos también todos ellos. "Mi regla era que debíamos vernos a nosotros mismos como personajes. En cierto modo, ha sido como rodar un documental de nuestras vidas".



El lujo de la pobreza

Aunque Los ilusos nos hable de un tiempo y un lugar "en eterno presente", o de diversas formas de muerte (entre ellas, la del propio cine), o de un grupo de personas que quieren hacer películas como si fueran músicos que se reúnen para tocar (su centro neurálgico es una interpretación del grupo El Hijo), y aunque titule uno de sus cuatro capítulos "El rescate", asegura el cineasta que no es una película determinada por el contexto económico. "La hubiera hecho exactamente igual aunque la industria no estuviera en estado de parálisis. No quiero reivindicar con Los ilusos un cine barato producto de la crisis. No es eso". Trueba quiere huir de las nociones asociadas al cine low-cost: "Es más bien lo contrario, un cine de lujo, porque he podido rodar exactamente como quería, sin restricciones de tiempo, cuando me apetecía, de la forma y con la gente que quise y además en Super-16 mm y en blanco y negro".



Con la vieja cámara con la que su tío, el documentalista Javier Trueba, filmó hace años los yacimientos de Atapuerca, y empleando rollos de película sobrantes de filmes rodados por Pedro Aguilera y Javier Rebollo, quien hace de sí mismo en la película, Jonás Trueba contempla Los ilusos "como una especie de cara B, más optimista y menos nostálgica, de Todas las canciones...", con la que comparte diversos vínculos. Una obra surcada de literatura, que es un diario y un ensayo, que se atreve a romper las expectativas en torno a lo que supuestamente debería ser (o representar) una película. "Si mi anterior filme transcurría en un Madrid parisino, en el rodaje de Los ilusos bromeaba con la necesidad de encontrar un Madrid coreano". Quizá pagando su tributo al cine de Hong Sang-soo -"el director que más me divierte", dice-, quien como él filma a sus entrañables y atormentadas criaturas "en espacios no necesariamente bellos, de apariencia sucia y degradada". Trueba traza la cartografía de Los ilusos en los alrededores del Cine Doré (Filmoteca), por donde deambulan, beben, cantan y se enamoran sus protagonistas.



Se ha propuesto el joven cineasta acompañar su segundo largometraje desde la ilusión que reivindican sus imágenes. "Mi idea no pasa por entrar en el circuito comercial, sino hacer una distribución personalizada, mantener encuentros con el público en todos las proyecciones que pueda". La primera será su estreno mundial en la Cineteca de Madrid el 13 de abril, para después competir en festivales como el prestigioso BAFICI de Buenos Aires, el Atlántida Film Fest de la plataforma Filmin o el Cinema d'Autor de Barcelona. Todo en el mes que saluda a la primavera, el tiempo de los ilusos.