Violeta Parra, antes del disparo
Gabriela Aguilera en Violeta se fue a los cielos
La celebración de la vida y la bala que corta el aire. Lo etéreo por encima de lo incómodo. Se estrena 'Violeta se fue a los cielos', de Andrés Wood, que convierte la vida de la cantante en un filme edulcorado sobre la miseria y la ideología.
Cara A
Gracias a la vida, que me ha dado tanto. Todas las biografías de Violeta Parra se preguntan por la aparente contradicción. Como si fuera importante responderla. Como si las vidas tuvieran sentido. Gracias a la vida fue una de las últimas canciones compuestas por la artista chilena. Y quizás, su tema más celebrado. Meses después de publicarlo en el que sería su último álbum, Las últimas composiciones (1966), y tras volver de una gira por el sur de Chile, fue encontrada muerta, con un tiro en la sien, en la Carpa de La Reina, el escenario permanente que ella misma construyó para honrar y celebrar la tradición folclórica chilena, y que resultó su fracaso más sonado. Gracias a la vida. Y se pegó un tiro.La película de Andrés Wood, que llega a España año y medio después de ganar el Gran Premio Internacional del Jurado en el Festival de Sundance (los caminos de la distribución en este país son insondables), ensaya un intento de medir la distancia que separa ese canto a la alegría de vivir del sonido seco del disparo. Gracias a la vida. ¿Y si esos versos, ese canto humanista, no fueran sino un adiós definitivo? El repaso por lo que Violeta se lleva en la memoria. La última maleta. Gracias. Y adiós. Violeta se fue a los cielos trata de escapar de la maldición de todas las biografías y biopics, esa que les obliga a contar y organizar las vidas como si fueran relatos con orden causal, con hilo conductor, líneas dramáticas escritas por guionistas, y opta en su lugar por poner en escena una narración más fragmentaria que no elude las contradicciones de una vida dividida entre la política, el arte, el amor y los complejos. Entre el éxito y la inseguridad. Las contradicciones entre amar la vida y pegarse un tiro. ¿Acaso no es eso vivir, un constante contradecirse?
Cara B
"Hace falta un guerrillero", escribió también Violeta Parra, años antes de su desaparición. "Perros débiles mataron / a traición... / a traición al Guerrillero, / ¡pero no podrán matarlo / jamás en mi pensamiento!". Esa parte política, militante y peleona de la biografía de Parra, que años después de su muerte se convertiría en un icono de la izquierda chilena, es justamente la que la película de Andrés Wood convierte, al dictado de lo que manda Sundance, en un cromo coleccionable, una postal de saldo, un recuerdo para turistas. Como ya hicieron con Diarios de Motocicleta, que convertía en un videoclip musical el viaje en el que Ernesto ‘Ché' Guevara pasó de estudiante de medicina a un barbudo armado con metralletas y libros marxistas, Violeta se fue a los cielos trabaja el mismo sentido estético de la miseria, el mismo vaciado de lo ideológico, convirtiéndolo en folclore, color, turismo, anécdota.Es la dictadura que impone la mirada del norte hacia la historia de los países del sur: un Cuéntame cinematográfico que banaliza los conflictos focalizándose en lo sentimental, una perversión de apariencia humanista que convierte lo complejo en un pasado apto para todos los públicos. Al final, todo queda reducido a una historia de amor. Es el sentimiento por encima de los hechos. Lo emocional por encima de lo material. Lo etéreo, e inofensivo, por encima de lo incómodo. Y es ahí, en esa historia, en la dependencia de Violeta Parra de un amor no correspondido, en sus supuestas inseguridades, sus miedos, sus complejos, donde la película insinúa sin decir, apunta sin firmar, el vínculo que une los dos extremos imposibles del comienzo, la alegría y el disparo, la celebración de la vida y la bala que corta el baile.