Jim Carrey en un fotograma de Kick Ass 2

"Hice Kick-Ass 2 un mes antes de lo ocurrido en la escuela Sandy Hook y ahora mi conciencia me dice que no puedo apoyar ese nivel de violencia", dijo Jim Carrey en Twitter a principios de verano. Añadía: "Mis disculpas a todos los demás involucrados en la película. No me avergüenzo de ella, pero los recientes sucesos han causado un cambio en mi corazón". Es posible que haya habido otro suceso que haya dado un vuelco al corazón de Carrey, lo malísima que es esta inútil secuela. Es mucho peor, Kick Ass 2 es una obscenidad insoportable que a ratos literalmente provoca ganas de vomitar.



Por algún motivo que se me escapa, empezó en los 70 pero se propagó como la pólvora a partir de los años 90, la violencia ha ido ganando terreno en todos los ámbitos y cada vez es más brutal y espantosa. En el cine de Hollywood de una forma muy clara pero en el cine independiente, o alternativo o como lo quieran llamar, incluso más. De Kitano a Bong Jon Ho, pasando por Nicolas Winding Refn, Raimi, los Coen y un largo etcétera hasta llegar a Tarantino, quien tiene mucho que ver en todo esto, se sigue ensalzando mucho más el cine "duro" que el que trata los sentimientos. Hace ya mucho tiempo que cualquier crítico "serio" debe tragarse con frecuencia imágenes de cerebros espachurrados, seres humanos mutilados, sofisticadas torturas que pasan por clavar cuchillos en partes del cuerpo insólitas a sumar todo el catálogo de brutalidades nauseabundas que se le pueda pasar por la cabeza a un piscópata con cuatro tripis encima.



Todo ese espanto uno, como crítico serio, debe pensar que está bien, o que como mínimo que no está mal y que la violencia en el cine, por muy extrema que sea, no debe ser juzgada de ninguna manera en tanto que tal ya que las bondades o virtudes de una película nada tienen que ver con someter al sufrido espectador a una ración de sadismo. Ya dije hace poco que no estoy de acuerdo con que la violencia del cine sea culpable de la que existe en la vida, pero eso no significa que ésta, por sí misma, sea bella. De hecho, si algunas películas violentas son buenas lo son a pesar de ello. Hace ya mucho tiempo que la bestialidad se ha convertido en el recurso favorito de cineastas con muy poca imaginación y que saben que tirando de eso se ganarán el fervor de una parte del público e incluso de la crítica.



Vi hace dos semanas Kick Ass 2 y debo confesar que a estas alturas la he olvidado casi por completo. Trata sobre unos chavales de Nueva York que por las noches se disfrazan de superhéroes con la improbable misión de salvar al mundo de los malhechores. El gore va a tono con lo que se supone que es una actitud políticamente incorrecta en general con alusiones racistas o burlas a un matrimonio fanatizado después de la desaparición de su hijo pequeño. Nada tiene nunca la menor gracia, lo que quiere ser polémico es de una puerilidad que confunde la subversión con el mal gusto y su conversión de la brutalidad en un espectáculo causa alarma.



En toda esta deriva sin duda se percibe el maligno poder de los hombres en la industria del cine a todos los niveles, desde los directivos hasta los directores pasando por el gremio de críticos, en el que las féminas brillan por su ausencia. Estoy seguro de que si hubiera más mujeres haciendo crítica de cine (algunas hay y muy buenas, en España Desirée de Fez y Eulalia Iglesias) esta apología absurda e inane de la violencia en la que vivimos al menos tendría menos cobertura intelectual. No me gusta ver cabezas decapitadas, ni tendones volando ni cómo le devanan los sesos a nadie con un sacacorchos. Llámenme raro, pero prefiero que me hablen de otras cosas.