El director Denis Villeneuve (izquierda) y Jake Gyllenhaal, protagonista de Enemy
Vino, llegó y venció. El discurso de JA Bayona recogiendo el premio Nacional de Cinematografía ha protagonizado el festival. Con el cine español por los suelos, algo que este año se nota más que nunca en que hay menos gente, hay muchas menos películas españolas y los ánimos en general están doloridos, el director de Lo imposible ha animado el gallinero diciendo lo que en realidad es obvio pero por desgracia hay que decir bien claro, que el cine es cultura y que sin cultura ni educación no vamos a ninguna parte. Bravo por Bayona. La pena es que al actual ministerio ni siquiera le conmueve que medidas suicidas como el IVA del 21% esté masacrando al sector y de hecho, se recaude menos dinero. Más que ayudar, da la impresión de que están ansiosos por cargárselo. En fin.Aunque no era su primera película, Enemy abrió las puertas del cielo a Denis Villeneuve. Su odisea sobre dos hermanos gemelos que viajan a Palestina para cumplir el último deseo de su madre es una poderosa metáfora sobre el conflicto de Oriente Medio y un viaje a la siempre peliaguda cuestión de la identidad y el compromiso. Ahora llega a San Sebastián por partida doble y si hoy se ha proyectado Enemy, en competición, más adelante presentará Prisioneros, una de las películas más importantes de este año no en este festival, en cualquier parte. Enemy podría entenderse también como el proyecto "pequeño" del cineasta ya que la segunda es un peliculón de dos horas y media y gran presupuesto y esta es casi una miniatura comparada con aquella en cuanto a producción.
Enemy es efectivamente, "pequeña" en el sentido de que es una película con apenas un solo actor, Jake Gyllenhaal, tan bueno como siempre y estrella también de Prisioneros, que se desdobla literalmente. Basada en una novela de Saramago cuenta la historia de un profesor universitario un tanto gris que descubre por casualidad en una película a un actor clavado físicamente a él. Vive en su misma ciudad, Toronto, y poco a poco comienza a obsesionarse para descubrir que tienen vidas paralelas. Las respectivas novias completan el reparto de un filme intrigante y a ratos magnífico en el que Villeneuve regresa al asunto de la identidad para contar una metáfora sobre la multiplicidad intrínseca de todo ser humano ya que todos somos uno y muchos y, muchas veces, un desconocido para nosotros mismos.
En una edición muy marcada por la presencia suramericana, Pelo Malo ha sido la primera película del continente presentada a competición. Dirigida por la venezolana Mariana Rondón, cuenta los desvelos de un niño de 9 años que está obsesionado con tener el pelo liso. Bajo su apariencia de sencillez, Pelo Malo es una muy buena película empezando por lo del pelo, que puede parecer una tontería pero se muestra como poderoso signo de cómo el racismo acaba actuando sobre sus propias víctimas. En un mundo en el que los del pelo liso mandan, entendemos la frustración de ese niño interpretado con muchísima gracia por el joven Samuel Lange. Es también una historia sobre los prejuicios de quienes padecen los prejuicios, un retrato hermoso y cabal de Caracas y tiene gracia, ingenio y a ratos incluso maestría.
Dentro de la programación del Velódromo, dirigida a los más pequeños, se ha proyectado Zipi y Zape y el club de la canica, segunda película de Oskar Santos, director de la estimable El mal ajeno. Zipi y Zape no es Ladrón de bicicletas ni lo pretende pero es, sin lugar a dudas, una buena película. Santos adapta con gracia y estilo a los populares personajes para contar, y muy bien, una película de aventuras de sabor clásico que entretiene, engancha y funciona. Dice el Hollywood Reporter que es una crítica al sistema educativo español. Santos no lo tiene tan claro. Si no lo es, lo parece, y eso también mejora un filme que ojalá arrase cuando llegue a los cines. Lo merece.