Image: Una Seminci plagada de buen cine

Image: Una Seminci plagada de buen cine

Cine

Una Seminci plagada de buen cine

Víctor Erice y Juan Cavestany triunfan en una edición que está sorprendiendo por el gran nivel de las películas | La estadounidense Kelly Reichardt, el belga Stijn Coninx y el japonés Yoji Yamada mantienen listón

24 octubre, 2013 02:00

Un fotograma de Gente en sitios de Juan Cavestany

El buen cine ha inundado la Seminci. Empezando por un maestro del calibre de Víctor Erice, que hace muchos años que solo se deja ver en pequeñas piezas casi furtivas. Centro historico es una película colectiva financiada por el ayuntamiento de Guimaraes, una pequeña ciudad ciertamente preciosa del norte de Portugal. A Erice lo acompañan Kiarostami, Pedro Costa y Manoel de Oliveira, y su trabajo es el mejor. El cineasta español retrata a los hombres y mujeres que trabajaron en la fábrica textil Rio Vizela, cuyo cierre a principios de siglo dejó en la calle a miles de personas y supuso el punto final a la que había sido la mayor factoría de Europa en su género. Una enorme foto con obreros comiendo preside una estancia vacía, como fantasmas, nos observan mientras los antiguos trabajadores, la mayoría muy mayores, rememoran los años duros pasados allí. No es una película nostálgica ni melancólica, se trata de rescatar la memoria de cientos de personas con vidas duras, muy duras: "Sé lo que es la alegría, pero no la felicidad", dice una antigua obrera en uno de los momentos más emotivos. Los demonios del capitalismo globalizado hacen acto de presencia en este filme de ausencias que revela una vez más el poderoso talento de su creador. Kaurismaki, por su parte, traslada a Portugal su particular universo para contarnos la desolación de un tabernero poco exitoso; Pedro Costa presenta un insufrible corto en el que se reúnen en un ascensor un emigrante de Cabo Verde y un soldado del colonialismo y Oliveira, incombustible, hace una burla a la obsesión de los turistas por sacarle fotos a todo con cierta gracia.

Juan Cavestany acumula un enorme prestigio en los medios exquisitos que por desgracia no parece tener la correlación que merece con el gran público. La etiqueta post humor, un concepto del que abundan teorizadores, quizá asusta a algunos previendo un cine demasiado intelectual que en realidad no hace gracia. Gente en sitios, presentada en Toronto, es tronchante. A través de pequeños sketches que en algunos momentos funcionan como eficaces gags (el camarero con incontinencia creativa del principio) y otros como inquietantes lienzos del absurdo contemporáneo (la escena del felpudo grosero), Cavestany logra tejer un filme absolutamente fascinante en el cual, aquí y allá, brillan momentos de gran y verdadero cine como la maravillosa secuencia con Raúl Arévalo en la que ha prometido un trabajo a un amigo suyo. Gente en sitios es una gran película que provoca la misma sensación de desconcierto y absurdez que vivimos todos los días, ese estado de ánimo entre la melancolía y la estupefacción que define la propia existencia. Es quizá la mejor película que se ha estrenado este año en España.

La estadounidense Kelly Reichardt, muy conocida en los círculos exquisitos y que yo sepa inédita en España salvando algunas proyecciones en festivales, ha concursado con la extraordinaria Night Moves, en teoría la película más "comercial" de la directora de Old Joy y Meek's Cutoff. Trata sobre un grupo de activistas ecologistas que planean un atentado para protestar sobre los males del mundo. Lo que al principio parece un filme sobre la fina línea que separa una causa justa del fanatismo poco a poco se va convirtiendo en una apasionante reflexión sobre la traición, la lealtad y la venganza. Protagonizada por un inmenso Jesse Eisenberg, es un filme denso y complejo, en el que cada imagen parece decir mucho más de lo que parece y que, de forma sutil, crea un conflicto y un paisaje moral fascinante. Muy buena.

También a concurso, Marina, película belga de Stijn Coninx, cuenta la juventud del cantante italo-belga Rocco Granatta, autor de la famosa canción que da título al filme. Es una película clásica sobre una familia pobre de la Calabria que emigra al norte para toparse con una cultura nueva que los desprecia (sorprende el racismo de los belgas con unos extranjeros europeos al fin y al cabo) y que parece no ofrecerles mejor futuro que matarse a trabajar en una mina. La tensión entre el padre minero y su hijo artista es el eje de un filme que tiene la virtud de contar bien una historia y dibujar una sonrisa al terminar. La gente se lo pasa bien y no tiene poco mérito.

Una familia de Tokio, de Yoji Yamada, es un remake más o menos fiel a la totémica Cuentos de Tokio de Ozu, sin duda una de las mejores películas de la historia del cine. Yamada no solo sale vivo del envite, incluso logra triunfar en terreno más que peligroso. Uno se deja conmover y se apasiona por esta nueva versión de la historia de unos padres ancianos de pueblo que van a a visitar a sus hijos a la capital. Yamada es fiel al espíritu melancólico y delicado del original logrando crear un tapiz humano de primera categoría en el que la pura vida, con su dosis de amor incondicional y de cruda realidad, acaba brillando. Unos actores sobresalientes y la sensibilidad del director con tan noble material hacen el resto para convertir a este filme en un triunfo cinematográfico.

Apartado de películas malas. Decía Alex de la Iglesia hace poco en El Cultural que la teoría de que es "mejor sugerir que mostrar" ha hecho mucho daño al cine. Eso se ve muy claramente en La por, película de Jordi Cadena sobre una familia sometida al maltrato del padre que no logra interesar en prácticamente ningún momento. Rodada según el estilo canónico del cine "culto", esos primeros planos de La herida que pretenden explicar el aislamiento emocional de los personajes, es todo de manual y cada personaje parece formar parte del tópico sobre el asunto (madre ausente, hijo preocupado por la genética, niña luminosa). La belga I Am the Same, I Am an Other, de Caroline Strubbe, es una película mala con saña. Trata sobre la incomprensible relación entre un criminal y la niña que ha secuestrado después de asesinar a sus padres. Aburrida hasta la extenuación, es una película de gestos y silencios que tampoco quiere mostrar sino sugerir. El resultado es lamentable.