Image: Hans Christian Schmid: Es difícil hablar de cosas que importan

Image: Hans Christian Schmid: "Es difícil hablar de cosas que importan"

Cine

Hans Christian Schmid: "Es difícil hablar de cosas que importan"

El director alemán estrena ¿Qué nos queda?, un drama familiar con aires bergmanianos

28 febrero, 2014 01:00

Hans Christian Schmid estrena ¿Qué nos queda?

Conocido por su película sobre el exorcismo, Requiem, y los crímenes de guerra en Serbia, Storm, Hans Christian Schmid (Altötting, Bavaria, 1965) estrena en España su tercera película, ¿Qué nos queda?, un drama familiar protagonizado por un padre editor, antiguo comunista hoy enriquecido, su mujer, víctima de un profundo trastorno bipolar, y sus hijos, Marko, escritor de vida bohemia en Berlín, y Jakob, un médico que sigue viviendo cerca de sus padres. Partiendo de elementos clásicos, Schmid construye una película con aires bergmanianos sobre una familia aparentemente modélica de costumbres burguesas en la que todos arrastran terribles mentiras y secretos. El director alemán recibe a El Cultural en su amplia y un tanto destartalada oficina en un viejo edificio en pleno barrio bohemio de Berlín, Kreuzweg.

-¿Cree que es una historia cien por cien alemana o muy universal?
-Hay partes de la historia que están conectadas con la sociedad alemana, como Marko viviendo en Berlín y teniendo a sus padres en el Oeste de Alemania. Este tipo de personaje de treintaitantos de la capital es muy único. No necesita mucho dinero para vivir porque Berlín es barato con lo cual no hay tanta presión para alcanzar algo a nivel profesional. Creo que es bueno tener esta libertad pero al mismo tiempo sucede con frecuencia que llegan a los 40 y se dan cuenta de que nada en su vida es muy sólido, no tienes familia ni profesión y has vivido una juventud muy larga. Por otra parte, no sé si sucede lo mismo en España, las familias alemanas viven ahora muy separadas. Ya no existen esas grandes familias en las que vivían tres generaciones debajo del mismo techo. Las familias son pequeñas y mucha gente apenas tiene el contacto mínimo con sus padres.

-Probablemente si la historia sucediera en España el nivel de decibelios de las discusiones subiría unos cuantos enteros...
-Es cierto que en Alemania no somos muy dados a gritar pero debajo de la superficie las cosas duelen y pasan igual. Hay algo que sí creo que es universal y es que en un momento dado comienzas a mentir a tus padres para evitar siempre las mismas discusiones. En general es difícil hablar de cosas que importan, todos preferimos temas más livianos y de hecho mucha gente ni siquiera llega a desinhibirse del todo.


Escena de ¿Qué nos queda?

-En el caso de los padres, vemos un matrimonio que parece funcionar más por compasión que por pasión.
-Gitte tiene una enfermedad muy dura y es el motivo por el que su marido no ha podido dejarla. Tienen una de esas relaciones en las que hacen ver que escuchan pero no escuchan. No es honesto. Hay un momento en el que la pareja baila y lo que sí quería mostrar es que en algún momento fueron un buen matrimonio. Simplemente se ha perdido en los últimos 25 años de casados. En el caso de Gunter he visto muchas veces a esos hombres jubilados que se buscan su propio pasatiempo, ya sea estar horas delante del ordenador ordenando fotos o hacer chapuzas, y que se encierran allí buscando aislamiento. En su caso, eso está llevado al extremo. Al mismo tiempo, no ha dejado a su mujer.

-La matriarca es la que desencadena el drama cuando anuncia que deja de tomar la mediación para su trastorno bipolar. ¿Ve victimismo en ella?
-En lo esencial, estoy de acuerdo con la campaña que emprende Gitte para cambiar a su familia. Puede parecer manipulación emocional pero quizá es su manera de tratar de que haya honestidad en su familia. No conozco su rutina o si ha jugado muy duro la baza de ser víctima de una enfermedad, el trastorno bipolar, que nadie sabe si es algo genético o tiene que ver con un matrimonio desgraciado. La gente que conozco con esta enfermedad tienen razón para verse como víctimas porque es una enfermedad muy fuerte, es algo contra lo que realmente no puedes hacer gran cosa aparte de tomar tus pastillas.

-Es curiosa esa figura de antiguos comunistas de la Europa del Este que ahora disfrutan de una dorada jubilación después de ganar dinero con la caída del régimen.
-No veo una contradicción y de hecho es algo que sucede mucho. Tiene que ver con la edad. Con el tiempo te das cuenta de que tener un bonito salón significa algo para ti. Ahí está el caso del ex ministro de asuntos exteriores Joshka Fischer, que comenzó siendo comunista y hoy se dedica a cerrar acuerdos ente grandes empresas. Ahí están los Feltrinelli en Italia. Este editor nunca votaría a la derecha y no es verdadera burguesía porque se lo ha ganado. Conozco a este tipo de gente, yo vengo de un entorno más humilde, pero son muy comunes.

-El dinero es catalizador de las peleas entre los hermanos, un clásico.
-No es tanto el dinero, pero es habitual entre hermanos desear la vida que ha seguido el otro. Uno de ellos ha decidido marcharse lejos y tener su propia vida en Berlín. El otro se ha quedado cerca de sus padres. Por otra parte, para quien decide cuidar y estar cerca de sus padres siempre es difícil asumir que quien está lejos quiera decidir en los asuntos importantes de la familia.