El duelo entre Gravity y 12 años de esclavitud era el enigma de la noche y, a medida que transcurrían los premios, se iba imponiendo un empate que al final solo el Oscar a la mejor película pudo resolver. 12 años de esclavitud es una digna ganadora del Oscar por lo que es y por lo que representa. La película, como ya hiciera Tarantino con la espléndida Django desencadenado, es un ataque durísimo, y desde luego plenamente justificado, contra un país como Estados Unidos que se glorifica a sí mismo como ninguno. Su director, Steve McQueen, cuyos orígenes están en el videoarte, es un verdadero renovador del lenguaje cinematográfico como demostró en Hunger y Shame. Lo sigue mostrando en esta excelente 12 años de esclavitud en la que le da un nuevo sentido a la profundidad de campo y logra que el cine sea una experiencia tan sensorial como intelectual, un estado de ánimo de terror que logra transmitir un filme al que el Oscar eleva a la categoría de clásico americano. Los Oscar son unos premios artísticos pero también políticos y la trascendencia del asunto es que el país reconoce finalmente el daño causado durante la ominosa época de la esclavitud. No solo eso, por primera vez una película dirigida por un director negro se corona como la mejor del año. Si en la edición anterior con Argo Hollywood se puso nacionalista, este ha recuperado su vena más social y comprometida recordando también el legado de los fallecidos por SIDA y el papel de las actrices veteranas en el cine.
Cuando era pequeño me encantaba ir al Planetarium de Barcelona y fui no sé cuántas veces. Gravity, por la que el mexicano Alfonso Cuarón ha ganado el Oscar al mejor director, consigue trasladar la misma sensación a las salas de cine lo cual es todo un logro. Gravity es una experiencia estética deslumbrante y no es poco conseguir, en estos tiempos de espectadores a la baja, reformular y dar una nueva dimensión al mismo acto de ir al cine. Pero la película no posee, ni de lejos, el calado moral e intelectual presente en 12 años de esclavitud. Es un cine de la pura estética desconectado de la realidad del mundo que entusiasma a una crítica para la que las películas son mejores en cuanto pura experiencia cinematográfica pero escasa para quienes creemos que el cine también puede tener un peso a la hora de acercarnos a los problemas del mundo e influir en la sociedad. La película de Cuarón también se ha llevado, como es lógico, abundantes premios técnicos como el de montaje (para el propio cineasta), director de fotografía (el célebre Emmanuel Lubezki), música (Steven Price), efectos especiales, sonido y montaje de sonido.
Dallas Buyers Club, una película con un presupuesto ínfimo, ha sido la otra gran triunfadora de la noche. En los últimos años, la evolución actoral de Matthew McCounaghey ha sido espectacular y en Dallas Buyers Club no solo demuestra que tiene el tono de voz masculino más atractivo de Hollywood también que es un actor con enorme talento y concienzudo que además posee ese áurea de las estrellas que también es parte de la gracia de Hollywood. La evolución de ese cowboy pendenciero en una especie de benefactor de la comunidad gay cuando le diagnostican el SIDA y se la juega para conseguir ilegalmente un tratamiento que le alarga la vida a veces peca de tópica pero es conmovedora y sin duda McCounaghey ofrece una gran interpretación. Película de hombres, Jared Leto ha sido el primero en recoger el Oscar por el mismo título en la categoría de secundario, donde interpreta a un transexual con numerosos problemas. Cate Blanchett, como estaba cantado, ha sido escogida como mejor actriz y el parón en los aplausos cuando ha mencionado a Woody Allen (al igual que ha sucedido en la categoría de mejor guión) ha dejado claro que el de Manhattan está acusando el escándalo.
Noche de héroes prometía la Academia de Hollywood y desde luego una defensa del individualismo es lo que uno espera de la quintaesencia de la cultura americana. Héroes que cambian el mundo en solitario y son capaces de "make a difference". El verdadero misterio de estas galas no es qué cara poner cuando pierdes sino ese estado de radiante felicidad que desprenden durante más de cinco horas en el que observan la gala con el mismo interés con el que Galileo se enfrentaría a un telescopio moderno. En los Oscar, todo es "inspiring" y la gente "talented" menos Liza Minelli a la que la presentadora, Ellen DeGeneres, calificó de "drag queen". Fue una noche de mujeres, de mujeres maduras. No solo la presentadora, la Academia ha lanzado un guiño a las actrices veteranas subiendo al escenario a Goldie Hawn, Bette Midler o Whoopie Goldberg, lo que a veces proporcionaba un catálogo de los últimos avances en cirugía estética de Beverly Hills. Después del fiasco de James Franco la Academia ha apostado por una experta televisiva y DeGeneres no ha brillado a enorme altura ni se ha marcado bailes o grandes performances como Billy Crystal o Hugh Jackman y más bien se ha dedicado a no dejar que el espectáculo decaiga. Y en Hollywood son muy guapos, cantan y bailan muy bien, y eso lo hace todo más llevadero. Ha habido momentos raros, como el reparto de pizzas, pero la expresión impasible a lo Harold Lloyd de la presentadora tenía su gracia.
Las tornas han comenzado a girar en dirección a 12 años de esclavitud cuando la jovencisima Lupita Nyong'o ha recogido el Oscar a la mejor secundaria como la llorona madre que ha perdido un hijo de la película. Para el filme de McQueen también ha sido el premio al mejor guión adaptado, que ha merecido John Ridley. El Oscar para el mejor guión original ha sido para Spike Jonze por su poema sobre la soledad contemporánea en Her. La maravillosa película italiana La gran belleza, de Paolo Sorrentino, se ha llevado el premio a la mejor película extranjera como estaba previsto. Finalmente, Aquel no era yo, de Esteban Crespo, no ha ganado al mejor corto siguiendo la "maldición" de los nominados al corto españoles y la película de Disney Frozen ha ganado en la categoría de mejor filme de animación y a la mejor canción original.