Image: James Gray, un mesías para el melodrama

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Cine

James Gray, un mesías para el melodrama

27 junio, 2014 02:00

James Grey da indicaciones a los actores durante el rodaje de El sueño de Ellis

Con El sueño de Ellis, el cine siempre épico de James Gray sigue manteniendo vivo el mejor legado de Francis Ford Coppola y Michael Cimino. Esta vez, apelando a las claves emocionales de su trabajo, nos traslada a la América de los años veinte para narrar una crónica romántica de inmigración protagonizada por Joaquin Phoenix y Marion Cotillard.

Nadie diría que el neoyorquino, pelirrojo y cerebral de hablar pausado que es James Gray sea además un sujeto melodramático. Pero lo es. Su quinta película, El sueño de Ellis, es, de alguna manera, una anomalía dentro de un corpus cinematográfico animado por personajes vulnerables, emociones auténticas y un crudo sentido de lo verosímil. Antiguo si se quiere. Ahora no estamos delante, como en sus películas anteriores, de un cuento negro y policiaco sobre la familia y las industrias y andanzas de unas vidas fundamentalmente infelices. Esta vez se trata de un drama de época sobre la inmigración, localizado en los años 20 de una América a la vez promesa de todo y certeza de casi nada. Pero siempre, eso sí, melodramático. "Yo distinguiría entre melodrama y melodramático", advierte. "Puede crear confusiones y, si se mira de cerca, poco o nada tiene que ver".

Antes de seguir adelante, precavidos, acudimos al diccionario. La RAE define melodrama de manera melodramática. Como es ella. "Obra teatral, cinematográfica o literaria en que se exageran los aspectos sentimentales y patéticos", dice. Y, claro, después de su puntualización, James Gray no podría estar más en desacuerdo. Violentamente incluso. De hecho, el director de La noche es nuestra lleva años haciendo campaña contra la RAE. Para el cineasta responsable del melodrama más depurado de los últimos años, Two Lovers, la clave está en el mal uso del verbo exagerar. "El reto consiste en hacer que los personajes se comporten a la altura de sus motivaciones: ni por encima ni por debajo. Y eso significa que sean coherentes, que se ofrezcan de verdad sin renunciar a nada, ni a lo sentimental ni a lo patético", dice con la convicción de lo que es: el nuevo profeta de la emoción.

El sueño de Ellis cuenta la historia de una pareja de hermanas arrojadas al Nueva York del aluvión inmigrante antes de la Depresión desde su Polonia natal. Llegadas a la frontera, la isla de Ellis, se darán de bruces con la brutalidad de unos (los policías), la avaricia de otros (un hombre que ve en ellas carne fresca) y la incomprensión de los demás (su tío, católico, la rechazará por licenciosa). De otro modo, un melodrama a la altura de Lirios rotos con Marion Cotillard muy en el papel de Lilian Gish.

El sueño americano se basa en el olvido, en empezar de cero. Y eso no es siempre sano"

"La película es autobiográfica en parte", precisa. "Todas lo son hablen de lo que hablen. Es la única forma de intentar ser original, ser personal. La idea es de Coppola y yo la subscribo. Me he criado escuchando historias de mis abuelos; de cómo llegaron a América en 1923. Recuerdo que un tío mío se divertía contando la primera vez que vio una banana en Nueva York. No sabía cómo comerla". Pausa y continúa. "Pero en cualquier caso, lo que me interesaba era recuperar el sentido de la nostalgia. Mis abuelos, judíos rusos, huyeron de un auténtico infierno de masacres zaristas y, pese a ello, añoraban su tierra. Por otro lado, el sueño americano, a su modo, se basa en el olvido, en empezar de cero. Y eso no siempre es sano. Puede ser una trampa. Quería jugar con esa idea", explica Gray para dar con el origen y peculiaridad del proyecto.

Gray, sea como sea y pese a las novedades, vuelve a mostrarse con la contundencia habitual y obliga a la audiencia a reconocerse en un mundo extremo, desgarrado y feroz. De poco importa que la historia transcurra en otro tiempo, otro lugar, otra piel. El objetivo que persigue el cineasta no es otro que rastrear los límites: los del drama, los del melo, los de lo patético. El melodrama, vamos.

Otro de los elementos nuevos con respecto a sí mismo y a su cine, consiste en dar el protagonismo a una mujer. "Imagino que lo extraño es que no haya más actrices protagonistas dado que el 53% de la población mundial son mujeres [se ríe]. Sea como sea, lo cierto es que antes Hollywood producía infinidad de melodramas con mujeres, no digo para mujeres, que, pese a que la mayor parte acabaran de forma muy convencional, a veces eran excelentes. Piense en Barbara Stanwyck, en Katherine Hepburn o en Bette Davies. Me interesaba explorar y regresar a esa tradición del melodrama. Aunque sólo fuera porque se ha olvidado", dice.


Marion Cotillard en El sueño de Ellis, el quinto largometraje de James Gray

Por cierto, ¿podría explicar la diferencia entre melodramático y melodrama que decía antes? "El melodrama", responde doctoral, "parte de la convicción de las emociones. Entiende la importancia de la sinceridad emocional. Melodramático es otra cosa. Es como el melodrama pero sin convicción. Por otro lado, está el poder e influencia del destino. En un drama convencional los personajes tienen una experiencia limitada de lo que es verdadero o falso, y de la forma de provocar o evitar problemas. Y al hacer eso, crean su propio destino. El melodrama, sin embargo, tiene más que ver con la idea de un destino predeterminado. Es el hecho de seguir los acontecimientos lo que provoca las emociones. Es la misma diferencia que hago entre drama y tragedia. No sé si me explico...".

Y visto su trabajo, entre la niebla conceptual de la aclaración precedente, no queda más que darle la razón. El sueño de Ellis se ofrece al espectador como la más majestuosa de sus obras. De la mano de una fotografía carnal y herida firmada por Darius Khondji ("La historia no tiene memoria visual. Hay que crearla", dice), el director acierta a reconstruir la última reivindicación encendida y honesta de la lágrima, el desgarro, la emoción. Y por ello, resulta tan estimulante, pese a todo, ponerse de su parte. Al fin y al cabo, su cine recorre el camino contrario de lo moderno en su afán por el extrañamiento, el vacío, la despersonalización. Y lo hace consciente de ir río arriba y feliz de pelearse contra todos. Melodramático.