Image: Almas heridas al filo del abismo

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Cine

Almas heridas al filo del abismo

25 julio, 2014 02:00

En Las vidas de Grace surge la pugna por la integración

A partir de su experiencia en un centro de acogida para jóvenes, Destin Daniel Cretton estrena una de las películas indie más celebradas del año. Hoy llega a nuestras salas Las vidas de Grace, donde reflexiona sobre la violencia y la inadaptación.

La figura del profesor "redentor" pertenece a la propia genética del cine. Ahí están figuras clásicas como el Sidney Poitier de Rebelión en las aulas (1967) o el Robin Williams de El club de los poetas muertos (1989) o versiones kitsch del género como el Antonio Banderas de Déjate llevar (2006). La espléndida Half Nelson (Ryan Fleck, 2006) nos proponía una nueva vuelta al tópico narrativo al presentarnos a un maestro (Ryan Gosling) tan entregado a la salvación de sus pupilos como enfrentado a sus propios demonios. En ella Gosling daba vida a un personaje torturado y drogadicto que simbolizaba la incapacidad de cualquier profesor por lograr que todos sus alumnos sigan el camino correcto. Si el cine clásico ponía a un profesor como figura de autoridad y rectitud moral que sirve como ejemplo a sus alumnos, Half Nelson partía de una visión más democrática en la que el maestro también aspira a redimir sus errores a través de los jóvenes y donde unos y otros se mueven en un plano de igualdad. Es el mismo camino que toma la espléndida Las vidas de Grace (segundo largometraje de ficción de Destin Cretton tras el ‘mumblecore' I'm Not a Hipster), en la que la jefa de un centro de acogida de niños acumula tantos problemas, si no más, que aquellos a los que debe cuidar. Grace, interpretada con expresiva sobriedad por Brie Larson, es una mujer traumatizada, incapaz de disfrutar del amor de una pareja y angustiosamente devota de unos menores a los que se entrega con turbulenta ansiedad.

El director basa su película en su experiencia personal como cuidador en un centro de acogida de menores: "No fue hasta meses después cuando comencé a ordenar las cosas que escribí durante esa época. No tenía la intención de hacer una película, simplemente quería enfrentarme a algo que había sucedido tres años atrás".

Mezclando recuerdos personales e historias inventadas junto a experiencias de otros profesionales, el asiático americano Cretton construye una película de tintes freudianos en la que se plantea la eterna pregunta sobre si las personas que han experimentado abandono familiar o situaciones brutales pueden dar lugar a adultos equilibrados: "Desde el primer momento te das cuenta de hasta qué punto el pasado de sufrimiento que han padecido está en la superficie. Sentirse parte de una comunidad es parte de la vida".

Las vidas de Grace logra conectar emocionalmente sin ser sensiblera ni caer en una frialdad espartana para legitimarse como obra de calidad. Drama sobre personajes convulsos y al límite, la película acierta al contraponer las virtudes y defectos del modelo propuesto por su anárquica protagonista, la entrega total y la intuición psicológica por encima de todo, contra un sistema reglamentado en el que la legalidad puede funcionar como garantía y como una maquinaria furiosa representado por el jefe de la protagonista. Al sentimiento de frustración que desprende Half Nelson, Las vidas de Grace le quiere poner una nota de esperanza. Es una película sensible y sutil que se asoma a las profundidades de almas muy heridas que habitan muy cerca del abismo. El personaje de un profesor novato, atónito ante el despliegue de emociones humanas en su estado más crudo, simboliza a ese espectador no iniciado que descubre los rostros de aquellos a los que les fue robada la infancia.

Como en la famosa línea de diálogo de Tenesse Williams en Un tranvía llamado deseo, algunos no tienen más remedio que confiar siempre en la bondad de los extraños. Las vidas de Grace nos dice que muchas veces los extraños responden.