Ulrich Tukur en un momento de Destino Marrakech de Caroline Link
Varios años después de En algún lugar de África, la oscarizada directora alemana Caroline Link regresa al continente africano. Lo hace con Destino Marrakech, relato de iniciación en el contexto de un drama familiar que compitió en el pasado Festival de Cine Alemán de Madrid
Marrakech es en la película no una ciudad represiva y conservadora -como quizá quiere el tópico al que se refiere Link- sino una urbe bulliciosa en la que es posible toda perdición. En ese contexto, el joven protagonista sueña con ser escritor y una vida de aventuras épica coartada por su condición de diabético. Al mismo tiempo, el joven lidia entre la lealtad a una madre neurótica traumatizada por el abandono de su marido y un padre exigente intelectualmente que lucha por ganarse el afecto de un hijo perdido: "He visto a muchos chicos a mi alrededor que han crecido con madres fuertes y padres lejanos. Son chicos que acusan la falta de un rol masculino, hasta cierto punto demasiado femeninos y sensibles, que crecen desorientados porque esa ausencia ha condicionado demasiado su forma de ver la vida y ha coartado una parte fundamental de su identidad. En muchos casos, ves a madres manipuladoras que vuelcan sus frustraciones y desvelos en esos niños como si fueran sus mejores amigas haciéndoles crecer demasiado rápido. Desde muy jóvenes saben demasiado bien cómo funcionan las relaciones y el mundo adulto cuando es algo que deberían descubrir por sí mismos".
Destino Marrakech es una película de liberación sobre el perdón en la que la metáfora del viaje interior funciona como mecanismo de autoconocimiento del protagonista: "Cuando van al desierto se produce definitivamente el cambio de roles. El hijo ve a su padre débil y tiene la obligación de actuar como el fuerte. Cuando ese señor sale de su mundo de hoteles de lujos y teatros exquisitos se siente completamente desorientado y el chaval puede poner en valor su juventud. Todo esto no es más que el propio ciclo de la vida, el orden natural de las cosas por el que unas generaciones sustituyen a las anteriores. A la vez, el chaval debe aceptar que su enfermedad no le va a permitir hacer según qué cosas, madurar también significa comprender nuestras limitaciones".
Película sobre la aceptación y el reconocimiento del otro, Destino Marrakech propone un modelo de convivencia que pasa por el perdón y la renuncia: "Al final la película trata sobre la generosidad. Todos los personajes están obligados a entender que lo mejor para todos no es lo mismo que lo mejor para cada uno. Esas madres que siguen enfadadas con los padres de sus hijos deben entender algún día que los hijos necesitan a los padres, aunque ellas no les hayan perdonado".