El cineasta Carlos Vermut recogiendo la Concha de Oro a la Mejor Película de la 62ª edición del Festival de San Sebastián

La segunda película de Carlos Vermut ha conquistado una Concha de Oro absolutamente merecida gracias a uno de los estallidos de imaginación e inteligencia más asombrosos que se recuerdan. Más que una película, es un shock cultural

Dentro de muchos años, cuando los estudiosos repasen la historia del cine español habrá un título al que prestarán especial atención, Magical Girl, una de esas pocas películas con la fuerza suficiente como para dar un giro histórico a este arte. La segunda película de Carlos Vermut ha conquistado una Concha de Oro absolutamente merecida gracias a uno de los estallidos de imaginación e inteligencia más asombrosos que se recuerdan. Protagonizada de forma sublime por una Bárbara Lennie tan turbia como seductora, un José Luis Sacristán que se crece con un personaje magníficamente escrito para alcanzar la perfección del clasicismo y un Luis Bermejo que logra extraer petróleo de su personaje de 'hombre del montón'. Magical Girl es más que una película, es un shock cultural que remueve los cimientos de nuestra cinematografía y la impulsa hacia nuevos y más diáfanos paisajes.



Metáfora de una sociedad en crisis, reflexión sobre la soledad, la vacuidad última de todo anhelo humano y reflejo del reverso tenebroso que encierra toda cotidianidad, Magical Girl es un filme que capta con profunda sensibilidad la atmósfera de un país en crisis como el nuestro en el que, como decía Almodóvar el otro día en esta misma ciudad, "andamos desesperados". Hay mucha poesía en ella, está plagada de meandros y de pistas falsas y de forma sutil e inexorable va alcanzando una grandeza que te deja sin aliento, con la extraña sensación de que por fin has visto algo nuevo y maravilloso. Como filme sobre el desconcierto, su precisión e inteligencia nos turba, nos remueve y nos transforma. Bravo por Carlos Vermut, que también ha ganado la Concha de Plata al Mejor Director, por un premio que será histórico.



El triunfo de Magical Girl cobra especial mérito porque ha sido una edición irrepetible del Festival de San Sebastián. En su 62 aniversario el Festival está más vivo que nunca y sus pantallas han proyectado una selección de títulos impresionante. En mis doce años viniendo al Festival, no recuerdo tanto buen cine. Ha sido además una edición en la que el cine español ha demostrado una vitalidad y un músculo creativo espectacular, no solo con Magical Girl, también con la maravillosa La isla mínima, que ha ganado a la Mejor Fotografía y al Mejor Actor para Javier Gutiérrez por su matizada y contundente interpretación de un policía turbio acosado por su pasado violento en el régimen franquista. Y no me olvido de la sensibilidad de Loreak aunque no se haya llevado premio o la audacia de ese Autómata de Antonio Banderas mucho más vapuleado de lo que merecía.



La calidad ha sido la tónica. El premio Especial del Jurado ha sido para La vida salvaje, un hermoso filme de Cédric Kahn que recrea el secuestro por parte de un padre de sus propios hijos. Filme sobre el valor de las utopías, esas fantasías tan hermosas y tan terribles al mismo tiempo, es un filme bellísimo que encuentra el tono exacto para contar lo que quiere contar. Completan el palmarés oficial la Concha de Plata a la actriz danesa Paprika Steen por Silent Heart, película bergmaniana dirigida por Bille August en la que nos narra un sólido familiar alrededor de la reunión de unas hermanas con una madre dispuesta a practicarse la eutanasia. El escritor y guionista Dennis Lehane, muy conocido gracias a su trabajo en Mystic River o Shutter Island, ha ganado como mejor guionista por La entrega, un thriller ambientado de nuevo en su Boston natal en el que narra las desventuras de unos obreros que deben enfrentarse a la desesperanza y los manejos de la mafia.