Charles Chaplin llevaba inquieto unos días. Corría el año 1914 y el actor inglés acababa de firmar su primer contrato en el cine tras haber cosechado un éxito importante por la red de teatros de EE.UU. como actor de vodevil de la compañía inglesa Karno. En una de las representaciones lo había descubierto Mark Sennet, magnate de la productora Keystone, que, impresionado por sus dotes cómicas, le eligió para sustituir a su estrella Ford Sterling. Chaplin, en ese momento, no estaba muy entusiasmado con el tipo de comedia que se hacía en la Keystone, "una cruda mezcla de ordinariez y confusión" a su parecer. Sin embargo, un contrato suculento y la perspectiva de lograr la suficiente repercusión para volver al vodevil como estrella internacional pasado un tiempo, encaminaron sus pasos, ya de manera definitiva, hacia el nuevo medio artístico.



La inquietud de Chaplin se debía a que, después de casi dos semanas en el estudio, no había tenido ocasión de ponerse delante de la cámara. En aquella época se producían películas a una velocidad de vértigo. La estrella de una compañía rodaba tres cintas por semana de media. "No tenemos trama. Partimos de una idea y luego seguimos desarrollo natural de los acontecimientos, hasta que nos lleva a una persecución, que es la parte esencial de nuestra comedia", le explicaba Sennett a Chaplin. El joven actor inglés, expectante, por lo menos tuvo tiempo durante esos días para hacerse una idea de cómo funciona el cine mudo y el género del slapstick, que después revolucionaría con sus propias ideas.



Entonces llegó su momento. Sennett necesitaba unos gags para una escena y solicitó a su nuevo fichaje que se maquillara y se pusiera un disfraz cómico. "...al dirigirme hacia el vestuario pensé que podía ponerme unos pantalones holgados, unos zapatones, y añadir al conjunto un bastón y un sombrero hongo. Quería que nada fuera armónico: los pantalones, holgados; la chaqueta, estrecha; el sombrero pequeño, y los zapatos, grandes". Chaplin no tenía ni idea del personaje que iba a representar pero en cuanto estuvo vestido, y tras rematar la caracterización con un bigotito, sintió con claridad el tipo de personaje que era.



Así nacía uno de los iconos de la cultura popular que este año ha cumplido un siglo de vida, y cuya imagen continúa grabada en el imaginario colectivo. Cien años de "risas y alguna lágrima" como rezaba el inicio de El chico, una de sus películas más recordadas. Para conmemorar la efeméride, la editorial Lumen ha reeditado la voluminosa autobiografía de Charles Chaplin, publicada en 1964, con material gráfico adicional. Una obra que recorre la vida del actor desde su niñez en la más absoluta pobreza hasta su huida de los Estados Unidos sometido a una persecución política por parte del estado.



Una infancia difícil

Una escena de El chico

Pero, ¿realmente el entrañable vagabundo Charlot surgió por generación espontánea como expone su creador en estas memorias? Para responder a esto, si es posible tal cosa, habría que atender a sus orígenes. Charles Chaplin nació en Londres en 1889. Su madre era actriz cómica en un teatro de variedades y, con lo que ganaba, podía mantener con soltura a sus dos hijos, ya que Charlie tenía un hermano cuatro años mayor que él llamado Sydney. Su madre y su hermano representaban para el futuro director de El gran dictador el único sostén emocional, sentimental y afectivo de su niñez. Subsistir en la Inglaterra de finales del siglo XIX no era sencillo y todo ello se veía agravado por la ausencia de la figura paterna, un actor de vodevil alcohólico que nunca prestó atención a su progenie. Cuando Charlie contaba con 5 años, la desdichada actriz perdió su frágil voz y con ella se desvanecieron los contratos teatrales. La situación de la familia se fue deteriorando hasta acabar en la más absoluta de las miserias. De esta manera acabaron en un asilo para necesitados.



Hasta que en 1903 el pequeño Chaplin, cuando contaba con tan solo 14 años, consiguió su primer papel en el teatro gracias a un golpe de suerte, no le quedó otra salida que experimentar todos los sinsabores de la pobreza más dura, aumentados por el pesar de ver a su madre perder la cordura durante amplios periodos de tiempo. Durante esta época, se vio obligado a hacer gala de la picaresca para sobrevivir pero siempre tuvo un objetivo en la vida para el que, probablemente por herencia directa de sus progenitores, tenía un talento natural. "Yo había sido vendedor de periódicos, impresor, fabricante de juguetes, soplador de vidrio y botones de un médico, entre otras cosas, pero mientras desempeñaba esos trabajos nunca había perdido de vista mi objetivo último que era llegar a ser actor", escribía en su autobiografía. Esto le llevó a presentarse periódicamente en la agencia teatral Blackmore hasta que consiguió una oportunidad que no desaprovechó. A partir de ahí su camino hacia el éxito, por la senda del vodevil en Inglaterra y después en EE.UU., fue constante hasta que pergeñó el personaje que lo convirtió en el hombre más famoso del mundo.



Una definición acertada

Una escena de El chico

"Fijese", le recitaba a Sennet aquella tarde en que, de manera casual, eligió las prendas de Charlott. "Este personaje es polifacético: es al mismo tiempo un vagabundo, un caballero, un poeta, un soñador, un tipo solitario que espera siempre el idilio y la aventura. Quisiera hacerse pasar por un sabio, un músico, un duque, un jugador de polo. Sin embargo, lo máximo que hace es coger colillas o quitarle su caramelo a un bebé. Y, naturalmente, si la ocasión lo requiere, le dará una patada a una dama en el trasero, ¡pero solo en caso de incontenible furia!".



Y, ¿acaso no era igual de polifacético el propio Chaplin? Si Charlot era un vagabundo y un caballero, la vida de Chaplin presentaba esta dicotomía de igual manera pues a la indigencia que tuvo que sufrir en su niñez se contraponían los esfuerzos maternos para que sus hijos se comportaran de manera educada y gentil. Si Charlot era un poeta y un soñador, Chaplin nunca perdió la esperanza de triunfar en la vida a través del arte. Además, ambos eran tipos solitarios ("Me gustan los amigos como me gusta la música, cuando estoy de humor para ello"), que esperan el idilio (cuatro matrimonios en el haber del cómico inglés) y la aventura. A este respecto diremos que si Charlot se enfrentó en un buen puñado de películas a un sinfín de peripecias, Chaplin no tuvo reparos en enfrentarse al establishment cuando fundó la United Artist o durante la Caza de Brujas durante los primeros años de la Guerra Fría.



Además, si Charlot quería ser un sabio, un músico, un duque y un jugador de polo, a Chaplin le ocurría exactamente lo mismo. Como se desprende de su autobiografía tuvo que luchar contra los complejos que emanaban de su deficiente educación y de sus orígenes humildes. Todo los superó. Se rodeó de los intelectuales más destacados de la época que, al menos según su parecer, disfrutaban de su conversación; compuso la música de sus películas pudiendo contratar a gente más preparada para tal empeño; y, como si de un aristócrata se tratara, logró relacionarse con las personalidades más importantes de su época. En el polo no hizo grandes avances pero parece que era un tenista muy solvente.



"...a algunos nos recompensa la buena suerte y eso es lo que me ocurrió", comenta Chaplin en su autobiografía cuando consigue de forma inesperada su primer contrato teatral. Si por cualquier razón este golpe de suerte no hubiera llegado quizás no le hubiera quedado más remedio "que coger colillas o quitarle su caramelo a un bebé. Y, naturalmente, si la ocasión lo requiere, darle una patada a una dama en el trasero, ¡pero solo en caso de incontenible furia!".