Interstellar

El nicho de los Oscars se ha desplazado, Interstellar, de Nolan, Perdida, de David Fincher, Puro vicio, de Paul Thomas Anderson, y Lego, han quedado relegadas

Algo ciertamente irónico podemos sacar en claro de las nominaciones al Oscar de este año: que Hollywood ya no premia a su propia industria. Suena extraño, pero tiene su explicación. Ya fue sorprendente comprobar el año pasado el gran número de estatuillas, de categorías importantes, que fueron a parar a manos del espectro independiente del cine norteamericano o de producciones del otro lado del Atlántico (o de ambas a la vez), pero en las nominaciones de 2015 anunciadas el pasado mes, la tendencia de la Academia a ser "antiacadémica" se acentúa.



Los filmes que aglutinan más candidaturas, El Gran Hotel Budapest y Birdman, con nueve nominaciones cada uno, son estrenos de la división Fox Searchlight, esto es, la ramificación independiente de Fox, por no decir que Wes Anderson es una figura ya legendaria del universo indie americano y que González Iñárritu es un director mexicano que levanta sus proyectos con compañías independientes de distintos países. A su vez, Boyhood de Richard Linklater, que acumula seis estatuillas (y que probablemente recoja las de mayor peso), podría servir como modelo de un filme outcast, insólito, realizado completamente al margen de los sistemas y las prácticas estandarizadas de producción de Hollywood. No queda ahí la cosa, The Imitation Game (ocho nominaciones), película dirigida por un europeo desconocido, es la niña bonita este año de los todopoderosos (pero independientes) hermanos Weinstein, con lo que no sería extraño que diera la sorpresa; mientras que La teoría de todo (cinco nominaciones), distribuida internacionalmente por Focus Entertainment (sello de calidad de cierto cine indie), la dirige un británico en su primera experiencia en Hollywood, y Whiplash (también cinco candidaturas) es la última apuesta del entorno Sundance.



¿Dónde queda la industria en este panteón de los elegidos? ¿Por qué está ausente en su propia fiesta? Ni siquiera El francotirador, que se estrena hoy en España, la producción distribuida por Warner Bros y dirigida por el más genuino de los american snipers, Clint Eastwood, o la película de Bennett Miller Foxcatcher (Sony Pictures), que no existiría si no fuera por la fe del financiero independiente Megan Ellison, pueden considerarse proyectos surgidos de los fogones de las majors americanas. Y es que las grandes corporaciones parecen estar más entretenidas en perpetuar ad infinitum, mientras sigan haciendo caja, el modelo blockbuster de franquicias, superhéroes y dragones (no muy oscarizables), hasta el punto de que se producen extrañas paradojas: los que están reproduciendo ahora modelos clásicos de la industria y del gusto de la Academia -La teoría del todo, The Imitation Game, El año más violento, etc.- son productoras independientes.



El nicho Oscar se ha desplazado, por tanto, a la periferia. El viaje de Christopher Nolan (Interstellar), la superproducción más cercana a los modelos dominantes de Hollywood, ha quedado relegada a pescar limosna en las categorías técnicas, y no es menos sorprendente que la extraordinaria Perdida de David Fincher apenas opte en la categoría a Mejor Actriz (Rosamund Pike) o que los académicos sigan tan ciegos ante la grandeza de Paul Thomas Anderson (Puro vicio). Pero sin duda lo más inexplicable es que Lego. La película haya quedado fuera de la ecuación en el Oscar a Mejor Largometraje Animado. Su ausencia es tan sonora como el estruendo que hubiera provocado que un hito como Toy Story pasara inadvertido por los académicos en su momento. Sumemos al tradicional catálogo de ausencias que a Timothy Spall, ganador de la Palma de Oro por su mayúscula incorporación del pintor Turner, tampoco se le espera en Los Angeles.