Manoel de Oliveira
Temprano el jueves por la mañana y en silencio me llegaba desde la Cinemateca Portuguesa la noticia inaudita de la muerte del inmortal Manoel de Oliveira; inaudita porque un amor mío portugués lleva años diciéndome que era el olímpico pertiguista tripeiro inmortal; como el Oporto vintage. Poco después me ha dicho Luis Miñarro que se ha muerto por no estar filmando, claro; ¡...pobre Manoel! ...estoy por cambiar el nombre a João, que está por nacer, pero es probable que alguno en mi familia portuguesa se disguste porque no gusta a todos el cine de Oliviera y su obra, allá, en Portugal, en dónde es muy discutido sin saber uno por qué.Quiso siempre Oliveira morir filmando. Había dejado a su nieto y actor como heredero de la película que tuviera en marcha, pero no ha hecho falta. Había dejado, eso sí, desde hace años, acabadita, y van treinta, una película secreta para que viéramos a su muerte, una película muy íntima aunque tan reservado él, y Baileys con hielo, una película que nadie ha visto, Memórias e confissões que dura solo sesenta y ocho minutos, una película sobre su él que solo puede ser vista después de su muerte, que lleva rodada desde 1982 y que se estrenará en mayo.
Hace una semana, Antonio Rodríguez, un estupendo programador y editor de la Cinemateca Portuguesa, me decía que tenía Oliveira un nuevo proyecto a la vez que éste periódico me decía que se había apartado de toda actividad profesional, que su debilidad y confusión se pronunciaban. Quizá si la parca le hubiera encontrado rodando como en un filme de Raúl Ruiz -con el que tantos parecidos le veo, aunque tan distintos- no se hubiera muerto. Y es que Luis Miñarro, que le produjo dos maravillosas películas de amor, tiene razón.
No voy a hablar de sus películas, véanlas, sobre todo Acto da Primavera, Vale Abraão, O sapato de cetim o Porto da minha infância-, aunque hay que decir que hasta Gerardo Herrero le produjo una, nada más opuesto a Oliveira que el cine de éste. Lo que quiero aprovechar, como hizo él hace poco, es su muerte para recordar a sus colegas portugueses, españoles, a los verdaderos cineastas de todas partes: "Eles, como eu, sempre viveram na precariedade e na insegurança, sem reforma nem subsídio de desemprego, e sem nunca sabermos se não estaremos a fazer o nosso último filme. Eles, como eu, só temos um desejo: todos ambicionamos morrer a fazer filmes."
Con él muere el último guardián del gran secreto, que decía Truffaut, el de los cineastas que empezaron en el mu(n)do.
La familia de Oliveira ha exigido que su entierro sea en Viernes Santo, festivo en el que no hay entierros en Lisboa. ¡Pero es el día de la muerte de Cristo!